Cibercorresponsales

Capítulo 2 (Fan Ficcion) Whispers in the shadows

Publicado por _dennaselen el 26/08/2015

Salieron ambos del despacho y subieron por una larga escalera de piedra. Cada vez que se encontraban a alguien por el camino, la gente se paraba en seco para observar al señor que acompañaba a la directora del internado recorriéndolo sin saber lugar ni razón.  Al llegar a la habitación, el niño de pelo negro, ojos verdes y mirada tranquila seguía observando como la lluvia caía, las gotas se deslizaban por el cristal, empapaban el alfeizar. Sentado entre mantas y con un libro en la mano, giro la cabeza sin inmutarse de la presencia de sus invitados.

- Tom, tienes  visita, este es el señor Dumberton, digo Dunderbore, quiere hablar contigo y explicarte unas cosas.

La señora Cole salió y cerró la puerta. Tom entrecerró los ojos observando el extravagante atuendo de su visitante. Durante un periodo de tiempo reinó el silencio.

- ¿Cómo estás Tom? – preguntó el profesor, tendiéndole la mano.Tras un momento de vacilación, Tom se la estrecho. No está en su carácter fiarse de los desconocidos. Dumbledore se fijó que había una silla junto al escritorio, la colocó en posición frente a la cama del niño se sentó y miró al pequeño

- Soy el profesor Dumbledore  - afirmó sonriendo

- ¿Profesor? – preguntó Tom con desconfianza - ¿No será médico? ¿A que ha venido usted? ¿Lo ha llamado ella para  examinarme?

- No, claro que no – dijo el profesor, sin dejar de sonreír.

- No le creo, creen que estoy loco, quieren que me examinen. ¡Diga la verdad! – exclamó con ímpetu Tom, con voz estridente e intimidante. La orden tan segura parecía que, a la vista, ya lo había hecho más veces. Fulminó con la mirada al profesor, que seguía sonriendo con tranquilidad. Pasados los minutos, el muchacho dejó de mirarlo con hostilidad, pero seguía desconfiando.

- ¿Quién es usted? – le preguntó de nuevo esperando una respuesta convincente.

- Ya te lo he dicho, soy profesor en una escuela llamada Hogwarts en la que tienes una plaza que, si quieres ir, será tu nuevo colegio.

La reacción de Tom no fue adecuada pero Dumbledore siguió sentado como si nada:

- ¡A mí no me engaña! – grito Tom, apartándose lo máximo posible de su invitado –  ¡Ella quiere que me examinen, creen que estoy loco! ¡Usted viene del manicomio!¡Dígame quien es usted!¡ Estoy seguro de que es un loquero!

- No Tom, no vengo del manicomio , ni soy ningún psicólogo, ya te he dicho que soy profesor  y doy clases en un colegio, un colegio para personas especiales

- ¡No estoy loco!¡ No me obligareis a ir!

- Nadie te va a obligar a ir a mi colegio – dijo el profesor invitando a Tom  a volverse a  volverse a sentar en la cama.

- Que lo intenten – bravuconeó Tom, no sin antes aceptar la invitación.

- Quiero que sepas que mi colegio admite a personas especiales porque es un colegio de magia.

Tom contemplaba al hombre con mirada perdida pero, Dumbledore  notó que una luz se le encendió en los ojos nada más oír la palabra “magia”.

-  ¿Es… es m-magia lo que yo, lo que sé hacer? – preguntó Tom

-Exacto, por eso es un colegio especial, eres un mago Tom, nadie te obligará a ir a mi colegio claro pero si quieres ir…

- Por supuesto que quiero ir, no aguanto más el orfanato – le espetó Tom.

-  …nadie te lo va a impedir – logró terminar Dumbledore. En ese mismo instante Tom sonrió por primera vez desde que el profesor entró en su cuarto, por primera vez en mucho tiempo se sentía alegre, no digamos poderoso aunque eso se sentía siempre.

-De acuerdo Tom, si quieres ir a mi colegio tendrás que empezar por llamarme señor o profesor ¿vale? – le informó Dumbledore

- Claro… señor, pero ¿cómo sé realmente que soy un mago?- cuestionó Tom

- Eres diferente – dijo el profesor

- Eso siempre lo supe – dijo Tom, observando al profesor con una mirada enigmática.

- ¿Cómo lo supiste? – le preguntó el profesor, prestando más atención que antes.

- Bueno, no era como los demás, se hacer muchas cosas – empezó a contarle Tom.

-  ¿Qué sabes hacer?

-  Verá… Puedo mover cosas sin tocarlas. Puedo hacer que animales hagan lo que quiera sin amaestrarlos. Puedo hacer que le pasen cosas a las malas personas. Puedo hacerles daño  si quiero.

- Bueno yo también se hacer ese tipo de cosas – dijo Dumbledore

- Demuéstremelo  - dijo Tom, con grosería.

Se miraron a los ojos durante un segundo y, de pronto el armario que se situaba a la derecha de la puerta de salida ardió en llamas. Calentaban el aire pero la alarma de incendios no sonaba. Tom se sobresalto y espero a que el profesor le dijera algo:

- Parece que algo se impacienta por salir.

Tom no esperó más, saltó de la cama con un brinco y abrió el armario. En su interior había una caja de metal, no llegaba el fuego a ella. La sacó con cautela del armario y la puso sobre la cama, la abrió y vio sus tesoros robados: una peonza, una canica y otro objeto deforme parecido a una armónica. Los frívolos ojos del profesor Dumbledore hacían arder las córneas del pequeño Tom. Su expresión no indicaba que estuviera enfadado. Más bien estaba preocupado por la actitud de Tom.

- En Hogwarts no se permite el robo, Tom espero que lo sepas y que sea la última vez – dijo Dumbledore con tono severo.

- Sí señor, lo siento señor – dijo Tom pero sin voz de arrepentimiento.

Dumbledore le llamó la atención el niño desde que escuchó la historia, un niño huérfano de padres, un muggle y una bruja, maltratada desde la niñez por pensar que era una squib. Se alegraba que el colegio hubiera admitido al pequeño Tom apartando su triste historia. Notaba como la mirada del niño lograba transmitir su historia con solo mirarle y eso producía inquietud. Mientras guardaba las cosas en la caja, la mente del profesor Dumbledore estaba obnubilada pensando que, de la cantidad de cosas raras que había visto, esta era la más extraña de todas.