Miedo inútil
Sentada en una esquina de la oscura habitación, cuyas sombras me impiden la visión de mi alrededor. Mi cuerpo tiembla y mis dientes castañean formando una tétrica melodía que acompaña a mi acelerado corazón, cuyo propósito es conseguir salirse de mi pecho, no sin antes acabar de bombear de manera instantánea todo mi cuerpo con sangre caliente, que no basta para quitarme el exasperante frío provocando que mi temperatura habitual no sea regular.
No puedo moverme, estoy maniatada con unas cuerdas que raspan mi piel, dejándolas en carne viva y haciéndome un dolor insoportable. Las lágrimas comienzan a formarse en mis córneas e intento gritar, pero siento que mis cuerdas vocales están quebradas, produciendo que el sonido quede roto y caiga sin conseguir manifestarse a través de mi persona.
El temblor hace que mi mente se perturbe y haga que lo que mi alrededor me muestra (a medias) solo se vea nublado y sin sentido. Trato de moverme. Los impulsos que mis neuronas mandan a mis músculos para tratar de despertarlos son absurdos, ya que el propio miedo llega a dominar todas las partes de mi inútil complexión.
Esos gritos que imagino, esas voces que me paralizan, esas risas que hipnotizan. Todo hace que mi inmóvil cuerpo tiemble. El miedo recorre mis venas. Trato de levantarme. Buscar un interruptor que ilumine la habitación que me tiene cautiva. Que de algo de calor a la sala que hace que mi parálisis me duerma las piernas, los brazos. Que me cierra los párpados.
Un mareo hace que me desestabilice aun más. El peso del aire, el frío que produce vaho cuando expiro, la oscuridad. Me desestabiliza. No me deja pensar.
Me someto al miedo. Dejo que me lleve. Dejo que mi cuerpo y mi mente se pierdan en ese cúmulo sin salida que paraliza. No trato de escapar. Solo me dejo llevar por una sensación de pesar, de asco al sentir que no puedo hacer nada y, sobre todo, por la sensación de rabia y tristeza que me hace caer a un vacío sin fondo.
Pasa el tiempo y cada vez el miedo consigue hacerse con mi cuerpo. Mis respiraciones antes agitadas se vuelven lentas y constantes, el latido de mi corazón pausado y escaso, el sonido de mi voz, inexistente. Mis ojos no consiguen aclarar mi alrededor, presa del pánico. Los párpados me pesan. Cierro los ojos. Respiro.
Inspiro, expiro. Inspiro, expiro...
Los latidos se desaceleran brutalmente de tal manera que no pienso. No imagino. No respiro.
Gracias al miedo, simplemente me voy.




Comentarios
julialalalasehizoguia - hace más de 9 años
¡Pero qué bien escribes! Muy intenso todo, casi se podía sentir...