Salta

Subida a una ventana abierta. Esa ventana del séptimo piso a la que siempre habías querido subir. Desde la que siempre habías querido admirar todo.
Esa altura que parece descomunal, que como si un foso profundo tentara a saltar. Esa profundidad que si tratas de conocer, nunca jamás podrás contar.
Paseas por el alféizar admirando cada detalle. Entiendes que no pasa nada si tú no quieres que pase. Observas como las pequeñas personas se mueven por la calle, cada uno con sus preocupaciones y tú no tienes nada. Nada más importante que hacer.
Tu mirada se pasea entre los edificios colindantes viendo como cada vez te acercas más al inalcanzable cielo que querías tocar. Sentir. En aquel que querías estar.
El tiempo pasa y no bajas de esa ventana, estás como enclaustrada en un pequeño espacio entre el suelo y el vacio desconocido por el que nadie ha viajado todavía, pero no te importa. Sigues caminando y observando, esperando que el viento te dé en la cara.
Eso esperas. Despertar con el viento frío empapando tus facciones para hacerte ver lo que está bien y lo que está mal. Lo que has de hacer y lo que no. Que retrocedas. Que te pongas a salvo.
Pero no pasa. El sol ilumina cada rincón y ni rastro de esa ráfaga. O al menos eso piensas.
Aspiras aire y sientes como el cálido aire viaja por tu garganta.
Qué sencillo es todo. Un momento en el que todo es fácil y sencillo. Podrías bajar y ponerte a salvo, podrías bajar y ser como esas personas pequeñas con preocupaciones, problemas. Podrías hacer eso , sí.
O simplemente, podrías saltar.



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