Por la noche.
Me enamoré de ella por las noches. Era la reina de mis insomnios y la carcelera de mis sueños. Las horas oscuras se llenaban de ella, momentos que podrían ser pero que nunca fueron. Nuestro primer beso, sus ojos invisibles, paseos infinitos. Me emborrachaba de ilusiones, y parecía feliz. Pero a la mañana la realidad me golpeaba como una resaca. Con la boca seca de no besarla nunca, sediento de ella, y mareado de no verla. Condenado, hacía mi vida en su ausencia. Si tenía suerte, de la buena o de la mala, no estoy muy seguro, la veía. Distante, ajena, nunca sola, encontrada, como una verdad a medias.
Lo peor de todo es que no la conocía. Había hablado con ella tres veces. Claro está, antes de hablarla ya estaba enamorado. La primera fue un sueño, la segunda una esperanza y la tercera un tormento.
Fue en uno de esos de septiembre en el que verano va aceptando su retirada. La primera vez que la vi fue por accidente, por estar ahí. Existía de manera distinta a las demás personas, que bien estaba. Parecía eterna. Por azar o por amor nos encontramos. Y la hablé, fue una presentación. Estaba con sus amigas, árboles que no dejan ver el bosque. Ella no era mi la que más resaltaba, ni las que más hablo, pero sí la que más me dijo. Y lo dijo con tanta gracia y tanta dulzura, ¡qué hasta pensé que yo a ella le gustaba! … que cosas más bonitas dijo… Y todos sabemos que ese es el mayor tropiezo para avivar las pasiones.
Tras esta conversación me armé de valor y decidí hablarla un día que andaba sola. Andaba cubriéndose con sus cuadernos, insegura, mirando al suelo, pensando… Dije “Hola”, con el valor de un ejército. ¡Y qué alegría! me dijo que la gustaba mi perfume. ¿No basta eso para matar a un poeta? Volvía a casa como un caballero victorioso estrenando armadura de plata. Pero sin saber que esa sería la última sonrisa que ella me regalaba.
El tercer día estaba en una mesa sentada, y me acerqué con la escusa de pedirla ayuda en una cuestión. Pero no estaba solo. Dos de sus amigas. Flanqueada. Aunque eso para mí, después del valor con el que ella me había bendecido, no era ningún obstáculo. Pobre de mí. Ellas dos, al ver mis intenciones, me desnudaron, se rieron de mí y me humillaron y me dejaron como a un niño abandonado en un parque. Por el mero placer de reírse de mí… Este acontecimiento me dejó moribundo, perdido y frustrado. Lectores, nunca os riais de un enamorado, y menos enfrente de quien busca. Pero lo que me atestó el último golpe fue mucho peor.
En una fiesta la buscaba ciegamente, casi como un animal, deambulando, tumbeante, arrastrando el poco coraje que me restaba. Y de nuevo, sus amigas. Pero ella no estaba. Me contaron, fríamente, como quién dicta el enunciado de clase, que estaba con otro. Se me cayó la noche a los pies y desde entonces no he podido levantarla. No supe como sentirme y le grité al mundo, un mundo que sentía que me había dado la espalada. Y desde entonces no he vuelto ni hablarla ni acercarme, no por falta de ganas, sino por falta…
Intento olvidarla y no puedo. Cada vez está más lejos y cada vez más la quiero. Supongo que necesitaré tiempo, pero cada vez que oigo su nombre es como empezar de cero. No sé si me quiso, ni si me quiero, pese al otro, pese a que yo sea mentira. Maldita imaginación, repleta de esperanza, que me prometes sus días y me prometes sus labios… pero no tengo ni sus días ni tengo sus labios.
Sé que si me quedara valor otro gallo cantaría. Quizá podría volver a hablarla… pero ahora no puedo. Como una balsa amarrada a una cuerda, pero que la marea se quiere llevar. Y ahora observo, impotente, sin levantar la cabeza, como la cuerda se escurre entre mis dedos. Y mientras la balsa se escapa, su estela me trae el eco de sus palabras perdidas, mis dolores perdidos, y sobre todo sus ojos de pez. Mientras se va, mientras la pienso, parece más real que nunca, para que me quiere y me grita: ¡Tira! Y pese a todo, pienso en tirar. Pero tengo miedo, de que después de tirar con todas mis fuerzas, esperanzas, anhelos e ilusiones, cuando llegue a la orilla, balsa este vacía. De que ella hubiera saltado sin haberme dado cuenta, o de que nunca hubiera estado allí. Por eso de momento la querré por la noche. Cuando la marea la acerqué un poco más a mí, y quizá pueda distinguir su dorada silueta en la oscuridad del mar. Y por la noche tiraré. Poco a poco. Sin prisa, por si acaso. Hasta que me llegue una señal, una mirada, una sonrisa. Y entonces poco a poco tiraré de ella, con cariño, con paciencia. Y mientras tanto la pensaré. Porque ella pasó por mi vida sin saber que pasó. Y mientras mi vida pase ella seguirá pasando. Y algún día, conoceré el final de esta historia.
Iván Panadero



Comentarios
prisionera de la ωeb - hace más de 10 años
Pero qué... ... ... no sabría describir con un solo adjetivo este texto. Te felicito un montón, Ivanpa. Supongo que es una historia que te ha pasado, pero quizá es un relato y me equivoco (?). ¿Cuánto te ha llevado hacerlo?
ivanpa - hace más de 10 años
Prisionera de la web. Me alegro de que te haya gustado:) Pues tardé media hora en escribirlo y otra media en pasarlo al ordenador con correcciones. Y es una historia que más o menos me ha pasado, pero en el fondo son cosas que a la hora de escribir se exagera y se inventa mucho, quizá demasiado.
prisionera de la ωeb - hace más de 10 años
¿Tan poco tiempo has tardado en escribir esto? D: ¡Tardaría días! Supongo que estabas inspirado... x) Entiendo. Te sigo felicitando ^^
partysummer - hace más de 10 años
Yo también te felicito. Genial el texto.