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Otros caminos de una vida

Publicado por julialalala el 28/12/2014 · Categorías: Solidaridad, Pensamientos, Creación, Sobre mí, Sociedad

Te encontré en medio del invierno. Por aquellas fechas las noches caían sobre nuestra cabeza a un ritmo rápido, y las farolas se encendían a eso de las cinco. Como siempre, las calles seguían inundadas de gente pese al paso rápido de la oscuridad y el frío. Y eso me gustaba. Se acercaban fechas en las que todo el mundo mostraba una sonrisa, se resguardaba en acciones dedicadas a los demás y pretendía olvidar los problemas envolviendo regalos con la esperanza de hacer sonreír a quien tanto todavía no había perdido la ilusión, como a aquellos que les hacía falta. Eran tiempos difíciles, pero ese ambiente de felicidad se respiraba en el aire frío.

No me gustaba demasiado esa ciudad, pero me hallaba caminando entre sus calles como única escapatoria a esa rutina tan absoluta, tan absorbente. En mi camino encontraba todo aquello que era tanto blanco como negro. Veía una niña que aún no conocía el significado de los problemas llevando a rastras un perro mientras sonreía, y a un vagabundo que pese a cincuenta céntimos escasos sonreía frente a esa escena. Ese hombre era fuerte. Junto a él localicé una pareja besándose, y otra que se gritaba, saliendo el vaho como humo de un gran cigarro sobre sus bocas.

Pensé en la cantidad de situaciones que se dan cada día, tanto buenas como malas, y como todas ellas construyen a la persona. Como por el dolor que sientes dentro a veces gritas al mundo para ocultarlo. Quieres parecer fuerte. O como a veces criticas porque tu mayor deseo sería una vida fácil, como la de esa persona. Dolor, sientes dolor, incluso cuando tus ansias de cariño te hacen permanecer cerrado frente a un mundo que no entiendes.

Y mientras todo esto ocurre a tu alrededor, tú sólo puedes seguir tu camino, y cruzarte en medio de la calle con aquellos que creemos erróneos entre nosotros. Esos que no se sacan la ESO pero destacan en mil actividades que nadie ve, que nadie quiere ver porque no es lo correcto en una sociedad de un solo camino. Pensar y entender que aquellos que la sociedad llama ‘malas influencias’, hartados de tatuajes, piercings o malas palabras, por ejemplo, son en realidad los que más fuertes se mantienen frente a la vida tras un millón de escenas nefastas en la  misma. Como aparentan no sentir dolor por fuera pero dentro son débiles, frágiles, y sólo les acompaña una ira que ellos no deseaban.

Aquellos que no han tenido las mismas oportunidades y la vida les construyó de otra manera.

Ellos querían ser el resto, pero la vida les dio lecciones extra. Tal vez fue horas  de más dolor, o situaciones que ninguno de nosotros conocemos, sufrir cosas que les marcaron por dentro. Tal vez fue no sentirse aceptados, o rendirse frente a la vida. Quizá fue su familia y aquello que le impusieron.

Y debido a ello cada uno encontró esa salida que les mantiene en pie. Algunos se lo guardaron, y hacen vida normal con un montón de pensamientos negativos en su cabeza. Otros quisieron venganza, y ahora no se arrepienten de sus hechos. Algunos se refugian en bandas de personas como ellos y buscan lo mismo que ellos sienten para los demás. A otros les venía de familia y ya desde pequeños les inculcaron que frente a la ira lo correcto era liarla. Llamar la atención para sentir algo más que dolor. Conocí también a los que buscaban las drogas para olvidar, y no por diversión como creen muchos. Otros simplemente no han encontrado esa salida, pero otros poseen habilidades que aquellos que siguieron el camino común jamás las llegarán a tener.

El único problema es que la sociedad sólo tiene una manera de construirse, unos pasos a seguir. Poco puedes conseguir si no eres como el resto, y esto debería considerarse erróneo. Ojalá todos los caminos fueran considerados igual de importantes, y tal vez no tener los mismos estudios debido a dificultades pero sí destacar en cosas que llenan el corazón, importasen lo mismo a la sociedad, fuesen caminos que la gente viese equivalentes y no uno inferior respecto al otro. Porque nadie sabe cómo te va a construir la vida.

Y todo esto me lo enseñaste tú. Tú. Aquel chico parado frente a la tienda de videojuegos cuyos ojos miraban al suelo. Te encogías y tenías frío, lo sé porque salía de tus labios. Pero mejor que ellos fueron tus ojos, aquellos que cuando levantaste y encontraron con los míos dejaron entrever tu vida, tus heridas, tus hazañas y tus miedos. Eran marrones y a tu parecer simples, pero para mí eran ternura y fortaleza. Descubrí que eras la esquina de tu cuello con el hombro, donde se veía el final de uno de los cuatro tatuajes que tanto significa para ti, pero que algunos tachan de inapropiado sin razón. Tu timidez, la manera de no mirar a quien te mira, pero sí de perder la mirada en el mundo, fue lo que me mostró que pese a tu apariencia de liante, de sin estudios y de sin todo aquello que la sociedad ve como mejor camino, te mantenías ahí, y habías sufrido pero nada te iba a tirar. Habías sufrido y seguías sufriendo, pero buscabas tus salidas, entre ellas en rap, la música, y eso me enamoraba. Eras el reflejo de una multitud en una sola persona. Fortaleza dentro del llanto, lo más bonito que han visto mis ojos.

Y así, en esa noche fría de invierno cercana a la navidad, me di cuenta de lo importante que sería crear caminos alternativos para aquellos que no siguen el mismo camino que todos, pero tienen ganas de ser alguien y olvidar el dolor.

Jamás dejes que las apariencias te engañen.