Como PC en el agua
Hace poco escribí un post sobre la inspiración en el que comentaba que cualquier pequeño detalle te puede dar una idea para escribir. Pues eso me acaba de pasar. Me disponía a darle click al botón 'Escribir un post' cuando se me ha ido la conexión. Y el chispazo ha venido.
El teclado estaba cansado, sudado y dolorido de tanto movimiento. Todo el día activo, haciendo lo mismo. Es cierto, un teclado sabe que no existe para montar en monociclo. Pero él no entendía que todo tiene su tiempo, y que si los teclados se rompían sin haberse caído al suelo en una semana algo raro pasaba.
Tomás, o TomiYo_69, como se hacía llamar, era youtuber, gamer, instagramer, twittero, bloggero, y todas esas cosas que acaban en er o ero que implican dedicar tiempo al ordenador. La tecnología era lo suyo, y lo cierto es que se le daba bastante bien. Pero le absorbía completamente.
Este es uno de los 439 avatares que utilizaba en sus redes sociales...

A pesar de que comía bastante y solo hacía ejercicio cuando le obligaba el profesor de Educación Física, su complexión era delgada, tenía un metabolismo increíble. Aún así, a veces acabar la partida era más importante que comer, dormir e incluso ir al baño.
A veces le dolía la cabeza: su cuerpo le pedía un descanso. Pero no podía, ¿qué horrible mal le esperaría si no alcanzaba la máxima puntuación?
Empezando por sus padres, todo el mundo quería ayudarle. Pero no se dejaba. Y claro no es fácil resolver un problema si no lo ves. Y para él era algo normal, querer divertirse. Ya le tocaría trabajar y cuidar de su familia.. Y en cuanto a estudiar, bueno... siempre podría ser barrendero. ¿Que hay crisis? Pues habrá que emigrar: barrendero en Alemania.
Había veces en las que acababa saliendo de su burbuja convencido por alguno de sus hermanos e iba a alguna fiesta o quedada. Pero claro, su lenguaje informático no lo conocía todo el mundo y sus juegos tampoco. No tenía experiencias fuera del ordenador, por lo que se sentía incómodo al no poder hablar y tampoco disfrutaba lo que los demás le contaban. Era como mi libro de matemáticas: tenía muchos problemas. Sí, ese chiste es viejo, pero ni siquiera lo conocía. Completamente aislado, como decía.
Pasaban los días y TomiYo_69 crecía, y con él su problema. Su habitación estaba completamente informatizada: ahora ni siquiera se levantaba a beber agua. Construyó un canal haciendo un boquete en la pared cuando sus padres le dejaron solo y no había presupuesto para repararla, así que al menos serviría para algo ese estropicio.
Una vez, le pasó algo que nunca antes le había pasado. Le dio con el pie al interruptor. Siempre tenía mucho cuidado, pero esa vez se despistó. Como es lógico, su ordenador se apagó, y con él se perdieron los datos de 9 horas del nivel final del juego en el que estaba inmerso.
Tras un sonoro ¡NOOOO! que en una película iría acompañado de un plano general en el que se viera todo el planeta Tierra, miró por la ventana. Ese día no estaba la persiana cerrada, su madre la había abierto para ventilar. Y le llamó la atención algo: abajo estaban dos niños jugando al fútbol que le miraron, una mezcla entre asustados y curiosos, tras ese grito.
Ese cruce de miradas se mantuvo durante varios segundos, hasta que le preguntaron si quería bajarse a jugar. Él, sin responder, bajó a la calle. No duró mucho de pie, pues aquellos niños tenían el triple de resistencia que él. Pero, pese a eso, fue cogiéndole el gusto al mundo exterior.
Como no, los hábitos pueden tardar en cogerse, pero también tardas en deshacerte de ellos. Siguió jugando, aunque reservando espacios para salir afuera. Descubrió el críquet, su deporte favorito, y empezó a practicarlo.
Poco a poco, empezó a detestar el ordenador. Sí, por increíble que parezca. Puede que se cansara, o que se diera cuenta de que una máquina le había hecho perder tanto tiempo... Aunque repitió curso, eso le sirvió para entablar amistad con sus compañeros desde el principio, no sólo para preguntar los deberes. Era muy popular y sus aventuras con el críquet impresionaban a todo el mundo. Sobre todo, su pasión.
De la informática al críquet, un cambio de hobbies. Un cambio al equilibrio. Un cambio a la felicidad.
- ¿Qué hora es, Tomás?
Paró de tocar el piano, se giró hacia la pantalla del ordenador, se volvió, y decidió mirarlo en su reloj de pulsera.
- Buen intento.- pensó él.
- ¡Hora de dormir!



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