El parque
Tantos años yendo al mismo sitio, y todo seguía igual. Sólo había cambiado yo.
Ese circuito tan repetitivo y a la vez divertido que había recorrido durante tantos años. Subir las escaleras, correr, cruzar el 'puente colgante' igual que en la película de Shrek, tirarse por el tobogán... Un tobogán que dependía de las inclemencias del tiempo, a veces estaba ardiendo y cuando llovía estaba empapado y sucio. Pero aún así, y si tu madre no te veía, te tirabas, con la regañina de después. Un tobogán épico, en el que desafiabas a las leyes de la física subiendo contracorriente. A veces te resbalabas porque estaba mojado, a veces te quemabas si estaba ardiendo. Pero insistías y lo terminabas consiguiendo.
A la derecha, el balancín, el sitio donde te dabas cuenta de la importancia de la amistad, bueno, más bien, daba igual con quién. Lo que importaba era que preferiblemente fuera más pesado que tú. Aunque daba igual: el que pesaba más dejaba eternamente en lo alto al que menos, pero el que pesaba menos no tenía que hacer esfuerzos para subir y podía bajarse del balancín del repente para que el otro se diera un culazo.
Al lado, los columpios. Lástima que ahora me maree al montar en ellos, y que mis pies lleguen de sobra al suelo.
-¡Más fuerte! ¡Más fuerte! ¡Más fuerte! ¡Para, para!- eran frases habituales.
Siempre soñé con impulsarme tanto que de una vuelta de 360 grados. Claro que lo que me parecía alto en aquella época no es nada comparado con las atracciones en las que ahora me monto.
Incluso la tierra del parque, coger un puñado y lanzárselo a alguien podía suscitar una batalla naval. Claro, cuidado con los ojos.
Un espacio que ahora recorro en pocos pasos, pero que en otros tiempos era mi espacio, donde correteaba de un lado a otro y donde no pensaba en nada más que en que no me pillaran.
De vez en cuando voy para allá y, si no está ocupado, subo las mismas escaleras agachándome para no darme en la cabeza con la barra para apoyar las manos. Encojo los pies para aprovechar cada espacio del tobogán y me deslizo. A veces me quedo atascado, pero trato de revivir viejos tiempos. Sigo disfrutando del balancín y haciendo el tonto con mis amigos, que también han crecido.
Y si pasa alguien casualmente, ¿qué más da? Ellos también fueron niños, y seguramente desearían hacer lo mismo que yo.
Es el mismo espacio, pero el tiempo hace que parezcan mundos diferentes. Uno en el que la diversión se vive y otro en el que se recuerda. Ambos agradables.




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