Enseñando a aprender, aprendiendo a enseñar (Parte 3)
Como de pequeño era muy pelota, le pedía el correo electrónico a mis profesores para decirles que eran los mejores y ya de paso preguntarles dudas. Tenía la mayor duda del mundo, ¿cómo ser profesor? Bueno, técnicamente ya era profesor. Más bien, ¿cómo ser un buen profesor? No aguantaría mucho simplemente saliendo del paso. Sí, se me da bien improvisar, pero hacerlo durante siete horas a diario llega a ser agotador y estresante.
- Hola.. ¿Ana?
- Sí, soy yo. ¿Quién es usted?
Me dio rabia que no se acordara de mí, pero normal, entre tantos alumnos... Además, no conoce mi voz sexy y varonil que tengo ahora, sólo recuerda mi adorable voz de niño. Si es que la recuerda...
- Soy un antiguo alumno tuyo, y necesitaba tu ayuda.
- Pero hombre chaval, pregunta a tus profesores, ya estarás en Secundaria, ¿no?
- Bachillerato. Pero el problema es que... No tengo profesores.
- ¿Cómo?
Le expliqué mi situación a la profesora con todo detalle, y ella me dio algunas pautas básicas. No estaba de humor, así que fue concisa y tajante:
- Sé tu mismo, organízate, establece prioridades, sé firme y consecuente, hazte querer, sorpréndeles... Y ahora, tengo que seguir dando mi clase, por favor.
- Graacias.
Ya de vuelta a casa tras la manifestación, compré un piganillo en la primera tienda que pillé y le pedí a mi profe que estuviera pendiente solo durante mañana. Como ella también daba clase, había que encontrar una forma de hablar entre nosotros sin alterar el orden de la clase.
Antes de entrar al insti, fuimos a la sala de profesores... Mejor dicho, fui a la sala del profesor. Era el único así que... Miré mi horario y cogí mis cosas a todo correr. Lástima que no pasara por allí un mánager del Circo del Sol, pues las acrobacias y equilibrios que hice para evitar que se me cayera todo lo que llevaba en la mano eran dignas de ver.
Apenas veía entre la montaña de libros y cuadernos corregidos que tenía en mis manos, pero de repente noté que había menos luz. Había alguien que acababa de pasar enfrente de la ventana. Era un alumno, que estaba llorando.
-
Buaaaaah. ¿Dónde está el director?
-
Espera un momento, ahora baja. ¿Qué te pasa?
-
Eeeeeh, eeeheeee es que, me me.. me han pegadoooo buahhhh
Me afeité con las tijeras del departamento de Plástica, me puse bolas de papel de aluminio por debajo de la camiseta para parecer más gordo y bajé al despacho del director (mi despacho) para ayudar a aquel pobre alumno.
El niño se estaba secando las lágrimas, pero cuando me vio comenzó a llorar. Tenía que transmitir seguridad, siempre se me había dado bien fingir, así que esbozé una sonrisa en modo automático y le pregunté.
-
¿Cuál es tu problema?
-
Ee. es que. Me me … me han. . Pegado... y.. y..
-
A ver, tranquilízate. ¿Quién ha sido?
-
No.. no quiero ser un chi..chi..vato
-
Aquí nadie es un chivato. Solamente dime quién ha sido y lo pasaremos bien, nadie sabrá que ha sido tú. Tengo un plan muy guay
El niño me abrazó y yo me fui a clase cansado, llegaba tarde.
Empecé mi clase y llamaron a la puerta. Era el niño de antes. Es verdad, me tocaba con su clase. Quién diría que había estado llorando unos minutos antes... Se le veía más feliz que nunca.
- Bueno, chicos... Había ejercicios que corregir, ¿verdad?- dije, mientras esperaba que el niño no me reconociera.
-
¿Quién quiere salir a corregir? Bueno, pues a ver.. Manuel Gómez.
Manuel Gómez era el 'macarrilla' que había molestado a aquel adorable niño. Y aunque para mi sorpresa hizo el ejercicio perfectamente, le puse tres negativos mientras fingía felicitarle. Ah, y mientras, le llené la silla de pegamento. Tuvo que irse a una albañilería para despegarle el Loctite.
Una de las cosas que me hacía especial ilusión de ser “profe” era poder enterarme de lo mal que hablaban de nosotros en las evaluaciones. Pero hablar con uno mismo sería un poco raro.
Al fin y al cabo, ser profe no era tan... ¡Mierda! ¡La inspección anual! ¡Se me había olvidado completamente! Se trataba de Roberto Schedule, un señor antipático que iba siempre vestido de gris y que llevaba visitándonos desde la inauguración del instituto, con la misma cara de amargado siempre.
No podía mantener más el secreto.
-Chicos, guardad todo
Como nunca me hacían caso y ni habían sacado las cosas, continué hablando.
-
Hoy la clase va a ser bastante diferente... Y espero que vaya bien, porque si no jamás podré volver a decir esto.
Dejé un silencio y proseguí:
-
Decidme una habilidad que hagáis cada uno.
Al ir preguntando, me sorprendí de lo poco que realmente conocía a mis alumnos, y descubrí cosas que jamás me hubiera imaginado. Aunque otras se veían a simple vista. Por eso, fui asignándoles tareas según lo que mejor pudieran hacer.
Por ejemplo, había un chaval muy tiquismiquis al que le puse como chico de la limpieza.
Al más rápido le puse como profeosor de guardia de recreo.
El niño adorable y otros cuantos más se fueron al patio.
Cada cual tenía una tarea ya asignada: había profesores para cada asignatura organizados en departamentos con instrucciones concretas, otros hacían de alumnos que iban por el pasillo entre clase y clase, uno se sentó a la puerta como si su madre le viniera a recoger... Todo muy realista. Pero faltaba un detalle: las clases estaban vacías. No habíamos puesto ningún alumno. Éramos imbéciles. Pero aunque quisiéramos arreglarlo, ya no había tiempo, el inspector iba a llegar y no podíamos organizar todo de nuevo.
¡Maniquíes! Pero, ¿de dónde los íbamos a sacar? Además, es una absurdez.
Cuando ya daba todo por perdido, un chaval que llevaba todo el curso en las nubes sin decir palabra pulsó un botón. Las puertas del armario se abrieron, cayendo un montón de robots que parecían humanos, tanto física como conductualmente. ¡Increíble! Al lado también se cayeron cientos de planos. Ahora entiendo porque parecía tan concentrado en mis clases... En realidad no tomaba apuntes, sino que estaba haciendo de las suyas... Pero nos acababa de salvar. Y siempre sacaba dieces. Además yo hubiera hecho lo mismo en su lugar, de hecho, ya lo había hecho.
Le di un abrazo y las infinitas gracias y le dije:
- Gracias tío... digo, chaval... digo, alumno.
A pesar de que no tenían ni idea de para qué les hacía hacer todo eso, los alumnos me apoyaban. También pudo influir que les amenazara con expulsarles si no lo hacían, pero bueno... eso es secundario.
El inspector se acercaba. Con ayuda de un programa informático y unos cuantos comandos, logré acceder a las cámaras del instituto y al control de las puertas, luces, ventilación, etc. Abrir, cerrar, bloquear, encender, apagar... todo al alcance de mi mano (literalmente, a tan sólo un click).
Así que le abrí la puerta automáticamente para que no tuviera que 'hacer el esfuerzo de llamar' Para impresionar cuentan hasta los más nimios y simples detalles. Pero maldito detalle, me arrepentí tan pronto me saludó.
- Buenos dias, soy el inspector.




Comentarios
partysummer - hace más de 9 años
De alumno a profesor, después a director, y por último "aquel que mueve los hilos"... Vaya cambios de vida que tiene Dani... Pero está genial.
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