Ilusión perdida, y sigo buscando. Parte 3
Fui tres o cuatro veces al baño de los nervios, hasta que, finalmente, llegó la hora de la verdad. Fui a la sala de profesores, pregunté por mi profesor, y ahí estaba, imprimiendo copias de exámenes para los del otro curso. Me hizo un signo de “espera un momento”, y cuando acabó, me dijo con rostro serio:
He visto tu examen, y tengo que decirte algo. No sé si será bueno o malo para ti, pero tienes un nivel superior al del resto de la clase. Te subiremos dos cursos para que no estés en ventaja con respecto a los demás.
Me quedé impactado. Le traté de explicar qué había hecho para prepararme el examen, pero me dijo que no buscara excusas y que aceptara la situación. Mañana sería mi último día en aquella clase: 2ºB de la ESO. Hablé con mis compañeros de lo que me pasaba y me dijeron que me echarían de menos. Tenía que hacer en dos días lo que había querido hacer durante el curso.
Hice una lista: gastar una broma al profesor/a, encestar una bola de papel en la papelera, marcar un gol en fútbol, un montón de chorradas más, y en último lugar, pero no menos importante, hablar sin balbucear con aquella chica. Sí, la del tropezón. Todas eran difíciles, pero esta última era casi imposible para mí. Debía tener fuerza de voluntad.
Con mis conocimientos de informática, hice que cuando el profesor intentara apagar el ordenador el botón se moviera escapándose del ratón, ganándome la admiración y la risa de todos mis compañeros. Tras 74 intentos, encesté la bola de papel, y en el recreo, a falta de un minuto para el final, me dejaron lanzar la que probablemente sería mi última falta en 2º de la ESO. Yo no tenía mucha confianza en mí mismo, pero tampoco tenía miedo de que mis compañeros me mataran, pues sólo estaría con ellos un día más. Toqué el balón para centrarlo, y se movió. Lo volví a colocar, y un minuto después, pedí ayuda a un compañero para que me lo sujetara. Respiré hondo, miré al cielo, después al balón y tiré. Un tiro potente y colocado. Tanto que, al estirarse el portero, se dio contra el poste en la cabeza y se quedó insconsciente por unos segundos. Qué lástima, pero, había sido gol :)
Tras comprobar que mi compañero volvía a estar bien, lo celebré como un loco, gritando y abrazando a todo el mundo. Disfrutaba tanto que cerré los ojos, y, entre abrazo y abrazo, noté un olor familiar. ¡Era ella! Era mi oportunidad. Ella empezó a hablar:
- ¡Buen gol, tío! ¡Enhorabuena!
Gggracias. Perdón, tengo algo en la boca. Gracias. Oye, tengo que decirte algo.
- Yo también, estoy seguro de que lo mío es más impactante que lo tuyo.
- Lo dudo, pero dime.
- No se lo cuentes a nadie, pero, el profesor ha decidido adelantarme dos cursos por mis buenas notas.
- No te lo vas a creer, pero te iba a decir lo mismo.
- Sí, claro..
¡De verdad! Si quieres pregunta al profesor.
Me daba bastante pena el alejarme de mi ambiente, pero por lo menos sabía que estaría ella para apoyarme, y animarme. Me estoy volviendo un poco cursi, ¿verdad? Lo siento, es lo que tiene el amor.
Desde aquel día empezamos a hablar cada vez más, al principio sobre tonterías, pero después sobre nuestras preocupaciones y decisiones importantes que teníamos que tomar, como si escogeríamos ciencias o letras, o a qué instituto iríamos tras acabar este año.
Por las noches me lamentaba de haber podido ser más gracioso, y pensaba en temas de conversación para el día siguiente.
Hasta se me ocurrió un chiste: si un asesino que tiene muchos crímenes a sus espaldas aparece en una serie de televisión, ¿sería un asesino en serie... en serie?
Me dormí riéndome yo sólo de mi propia absurdez.
Al día siguiente, me fui sin desayunar al instituto. Tenía el estómago cerrado y no sé dónde habría puesto la llave, pero no me entraba nada.
Aguanté más o menos bien la mañana, pero luego me entró un hambre feroz y voraz tal que me tuve que comprar un bocata de panceta

Tras engullirlo prácticamente, llegó el momento de hablar con ella y contarle el chiste. Pensé que se estaba burlando de mí, pues empezó a reírse descontroladamente. Pero no, le había hecho gracia de verdad. Ella me contó otro que se le había ocurrido a ella. Era todavía más absurdo que el mío. Era alguien tan raro tan raro que en vez de pedir sal-ir a las chicas les pedía azúcar-ir. Me reí por no llorar.
Un día alegre como el que teníamos nos hizo que pasáramos todo el tiempo hablando de humor, de lo mucho que nos gustaba Roberto Gómez Bolaños (Chespirito) con sus personajes El chavo del ocho, El Chapulín Colorado, de que qué pena qué muriera... Nos quedamos en silencio tras este último comentario pero yo di un giro optimista a la conversación hablándole de José Mota y la Blasa. Ella me recordó a Gila y sus llamadas telefónicas al enemigo. Así se pasó el recreo, hablando de figuras emblemáticas del humor e inventándonos nuevas absurdeces que no escribiré por apiadarme de vuestras retinas.
Tras el recreo, por fin entendí algo de Matemáticas que se me llevaba atravesando desde hace algunas semanas, y sin que nadie me explicara nada, se me encendió la bombilla. Mi autoestima y mi humor estaba por las nubes, y ¿lo mejor? Había entrenamiento.
Esperé ansioso la hora de entrada y por fin llegó. Nos comunicaron que, lamentablemente, nuestro monitor estaba enfermo y no podría venir, pero que teníamos las pistas libres para jugar. Sinceramente, casi mejor, aunque no aprendiéramos técnica no íbamos a pasarnos media clase corriendo y, por fin podríamos jugar, que es lo que nos interesa. En las pistas de voleibol, vi a mi amiga. La saludé con tan mala suerte de que, justo me llegaba un pase aéreo y la recepción con el pecho se transformó en un “control orientado con la ceja” Me salió bien de suerte, el balón quedó bajo mi pie derecho, pero creo que algunas de mis pocas neuronas murieron. Estuvimos practicando puntería y ¡casi marco un gol olímpico! Un compañero iba a despejar en medio del partido con tan mala suerte de que se dio a sí mismo en la cabeza y se metió gol en propia. Ahí un vídeo por ahí de un profesional al que le pasó lo mismo.
Un amigo me enseñó a hacer una chilena, aunque la verdad sólo me atreví a intentarlo una vez.
Nuestro equipo perdió 4-6, pero pasamos un buen rato, que es lo que importa. Yo estuve un rato de portero, e hice dos buenas paradas. Me marcaron un gol de falta súper ajustado. Bueno, ya no daré más detalles para los que no les guste el fútbol, como a mí. Pero sólo diré que ojalá algún día os pasen tantas cosas que os cambien la vida como a mí.
Escribo mañana, me duele la mano :D



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