Memorias de un futbolista (Parte 1)
¡He vuelto, y pisando fuerte! Esta vez, empiezo una nueva novela de una forma completamente nueva: con texto y dibujos animados.
Aquí os dejo los dibujos, pero leed el texto para entenderlos:
Lo recuerdo perfectamente. Tenía dos años, y mis movimientos, débiles pero precisos, reflejaban mi gran talento. Estaba jugando con mi padre en Chile. De repente, se me ocurrió un movimiento nuevo que probar. Lo intenté: cogí el balón lo lancé hacia arriba y coloqué la pierna de la forma exacta para dar un disparo potente hacia atrás. Como estaba en Chile, le puse el nombre de “chilena” Así nació este movimiento que muchos futbolistas usan actualmente. Practicando y practicando, fue pasando el tiempo. Cada vez era más fuerte, ágil y veloz, además de habilidoso.
Con 8 años aproximadamente me di cuenta de que no todo en la vida era el fútbol, como yo pensaba, así que decidí ir con mis padres a dar un paseo por el campo. Para divertirme sólo necesité dos cosas: mi bicicleta y el balón. Pedaleé con todas mis fuerzas por el campo, hasta que, lo impensable ocurrió: me precipité contra el suelo (en castellano: me di un mamporrazo)
Me prohibieron usar la bici en tres meses, pero no me desanimé. Todavía me quedaba el balón. De la rabia me puse a dar vueltas con los pies alrededor del balón, como si estuviera pedaleando en bicicleta. De ahí viene el movimiento actual.
Volví a casa, contento por haber aprendido un movimiento nuevo. Y me puse a jugar al nuevo juego de fútbol de la Play que me había comprado. Sí, lo tenía claro: no todo en la vida es el fútbol, está el fútbol, la bicicleta y respirar.
Pulsé la X y empezé el partido. Era un partido muy raro, los gráficos eran malísimos, y no había ni porteros en las porterías pero algo es algo. Lo que sí aprendí de aquel partido era que necesitaba un balón nuevo, sí, como ese tan bonito que vi. Tenía una mitad roja y otra azul. Me encantó.
Marqué gol a los seis segundos. El juego era malísimo, debía venir de una tienda de chinos. Apagué la Play y busqué otro entretenimiento. No me dio tiempo, estaba tan agotado que me quedé dormido casi al instante.
Ahorré durante casi un año, hasta que tuve suficiente dinero como para comprarme un balón de la mejor calidad, oficial, firmado por los jugadores de Colchagua C.F. mi equipo favorito. Estuve buscándolo por toda la tienda. Se notaba que algunos balones eran simplemente como los míos pero con una pegatina de color pegada. Hasta que, por fin, lo vi, limpio y reluciente. Era de color amarillo, firmado por todos los jugadores.
Puse los dos balones en el suelo, y al mío antiguo le pegué con todas mis fuerzas. Subió a una velocidad de unos 100 kilómetros por hora, y luego ya no volvió a bajar. Se quedó entre un árbol altísimo, inalcanzable hasta para el más alto jugador de baloncesto. Pero tenía mi nuevo balón, de cuero auténtico, que me permitía jugar con mayor comodidad.
¿Qué haría con mi balón? ¿Llegaría a formar mi propio equipo? Lo descubriremos en el próximo capítulo.



Comentarios
partyflipo - hace más de 12 años
¡¡Oye...!! ¡¡¡esto es MUY creativo!!! ¡Sorprendente! 0.0
airunosa - hace más de 12 años
Moooooooola!!
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