Supergiro- Komikaze(24)
VENGANZA
Whanzal se había encontrado un papel. No recordaba haberlo escrito nunca. En él sólo había escrito en grande, con una sustancia extraña de color amarillo, la palabra: VENGANZA.
No había tenido un buen día, por lo que se asustó bastante ante esa situación. La impresión aumentó cuando vio la firma, bueno, era simplemente un nombre, sin ningún garabato añadido: Gerónimo.
No conocía a ningún otro Gerónimo además del primo de Steven que acababa de hablar con él, y había sido muy cortante conmigo. Algo le estaba pasando.
Steven vino de inmediato, acompañado de Diana.
-
¿Qué pasa? Estábamos en pleno enterramiento.
-
Míralo tú mismo.
Tras mirar el papel desde todos los ángulos posibles, decidí que no había otra elección, teníamos que hablarlo con Gerónimo. Podía ser desde una broma pesada hasta algo realmente alarmente.
Diana nos teletransportó hacia su habitación. Estaba en pijama, tumbado en su cama, mirando hacia el techo con una revista de pasatiempos que tenía cogida del revés. Se puede decir que estaba en cuerpo pero no en mente. De hecho, nos podría haber armado una buena por atentar su intimidad presentándonos sin avisar en su casa, pero ni se había percatado de nuestra presencia.
Llamamos a la puerta de su habitación, aunque estuviera abierta, y él respondió con un gemido. Quizás pensaba que éramos su madre.
- Hola Gero, soy yo Steven. Vengo a visitarte con estos dos.
Diana me pegó en el hombro por haberla presentado como parte de 'estos', Whanzal, sin embargo, ya estaba acostumbrado.
- Ah, hola.
- ¿Tienes fiebre o algo?
- No tengo fiebre. Ah, habéis leído mi nota.
- Así que es tuya. ¿VENGANZA? ¿Y como la has mandado a casa de Whanzal, si no sabes su dirección, y sólo fuiste conmigo hace mucho tiempo?
- No sé, alguien me dijo que tenía que hacerlo.
- ¿Alguien? Me estás asustando.
El silencio fue sepulcral. Sólo Whanzal se atrevió a romperlo.
- ¿Has hecho algo a nuestras espaldas que debamos saber?
Diana añadió:
- No hace falta que nos respondas. Lo descubriremos. Vámonos.
- Así que para eso me visitábais. No queráis ver cómo estaba. Sólo os importa cuidar de vosotros mismos, yo desde siempre sólo he sido el primo de Steven. ¡AHHHHHH!
- Cálmate. Parece que no estás por la labor de hablar, sólo es eso- continué hablando yo.
- Fuera de mi habitación. Por favor.
- Bueno, pues sigamos con el entrenamiento, Steven- Diana permaneció impasible, como si nada hubiera pasado. Yo que no sabía que hacer en ese momento, asentí, y volvimos a aquel extraño lugar lleno de nieve.
- ¿Por dónde íbamos?- Diana revisó sus apuntes.- ¡Ah, sí! Como te iba diciendo, te enseñaré como reconocer un poder sin tener ni idea de cuál tienes. Sólo hay que seguir seis sencillos pasos.
- ¿Seis? Bueno, ya me los pasarás por el móvil, que se me van a olvidar.
- Por eso no te preocupes. Y recuerda: no te des por vencido. Todo requiere un esfuerzo. Y tu reloj se encenderá en el momento en el que aprendas a reconocer los poderes, no antes.
- Pero si esa es precisamente la utilidad de mi reloj.
- Primer paso: no cuestionar nada. Segundo paso: pensar en algo que hayas soñado recientemente.
- Pues eso me gusta, el mundo de los sueños me llama bastante la atención- de hecho hablé de él en un capítulo yo.- A ver...
Pensé en un sueño en el que yo era una tortuga e iba tranquilamente por el campo, luego me caía a un río, pero era una tortuga marina. Vivir despacio es muy placentera.
- ¿Una tortuga? ¿En serio? - la chica no pudo evitar reírse.
- ¿Estás espiando mis sueños? Por cierto, ¿cuál es el propósito de todo esto?
- Como tus poderes vienen del subconsciente...
- A claro- relacioné rápidamente todas las piezas.
- Una vez te hayas concentrado en tu sueño, cambia el final. Repítelo varias veces en tu mente. De se modo, forjarás un recuerdo falso, de algo que realmente no has soñado. Pero muchas cosas que crees que te han pasado a ti son recuerdos falsos y le han pasado a un amigo, o simplemente te lo han contado tus padres y por eso crees que te acuerdas. Es muy fácil implantar recuerdos falsos.s
- Yo también di ese tema de Psicología.
El final del sueño era que me iba a comer hojas que tiraban las jirafas al lado de un bosque. Una tortuga marina come gambas no hojas creo pero bueno, los sueños, sueños son como se suele decir.
Cambié el final del sueño. Me imaginé... que me encontraba con otra tortuga. Y luego nos íbamos a comer hojas que tiraban las jirafs al lado de un bosque. Un pequeño cambio, pero ya era algo.
- Paso número 4- estaba convencido de que Diana sabía en qué momento había acabado cada paso, parecía leer mis pensamientos. - piensa en una moraleja de todo esto.
- Quiero una vida tranquila.
- ¿Puedes ser más específico?
- Creo que... por eso me presenté al concurso de talentos.En el fondo quería que todo el mundo se enterara, que se acabara todo esto. Y estar con alguien... comiendo hojas.
- Bueno, tu interpretación va mejorando.
- Paso número 5.
- Te lo estás inventando, ¿verdad? Esto no servirá para nada, pero así conseguirás sonsacarme información. Eres lista.
- Sí a lo último que has dicho, y no a todo lo anterior. De verdad, confía en mí. Bueno lo de la información es cierto, pero no es mi principal objetivo. Quiero añadirte.
- Cinco. Sé que suena muy utópico, pero esfúerzate por hacer realidad parte de tu sueño.
- ¿Utópico?
- Sé lo que has soñado. Concéntrate.
- Pues... Me gustaría... estar con alguien más. Dos tortugas, con todo el tiempo por delante.
- Pues ya sabes tu poder, el último paso es decirlo en voz alta.
- ¿METAMORFOSIS?- iba a decir el control del amor, pero primero tenía que hacerme el equivocadizo, si es que existe esa palabra.
Me transformé en una tortuga. Había aprendido como reconocer mis poderes. Pero, aquel sueño, para mí significaba más que solamente transformarme en una tortuga.
Diana, que también tenía poderes, se transformó en tortuga para solidarizarse conmigo. Pero sólo estuvo un par de minutos, además ella era más rápida que yo. Se reconvirtió, lució una esplendorosa sonrisa y me dijo:
- ¡Por fin! ¡Lo has conseguido! Tu reloj vuelve a funcionar, porque acelera bastante el proceso, si no tendrías que hacer los seis pasos cada vez que quisieras transformarte. Algún día, con práctica, no necesitarás esta tecnología futurista, sólo te necesitarás a ti mismo.
- Genial. Quiero aprender algo más. Estoy entusiasmado.
En casa de Gerónimo:
- Ellos no lo entienden.
Gerónimo abrió su armario, e inmediatamente cayeron un montón de libros, fruto de dejarlos al borde y meterlos a presión. Abrió uno por la página 27, otro por la 53, siguiendo un patrón de números que tenía apuntado en un papel en sucio, aunque con la repetición ya lo había aprendido. Al acabar, el suelo estaba lleno de gemas.
- Si pude activar una para salvar a Diana, podré activar todas para salvarme a mí. ¡No los aguanto!
Gerónimo se concentró, pensó en todo aquello que le angustiaba, tantas injusticias que se habían cometido contra él, él callándose, dando la imagen de niño bueno y despreocupado. También tenía sentimientos. ¡También los tenía! ¡El mundo tenía que saberlo! ¡No podían seguir pasando de él!
Tocó las gemas una por una, varias veces, durante casi diez minutos.
- ¿Por qué narices no funciona?
Desesperado, dejó caer su cuerpo encima de todas las gemas, que le hicieron varios cortes pues el material era bastante duro. Y justo después, una enorme explosión de energía. Gerónimo salió despedido incluido aquel papel que ponía VENGANZA con letras amarillas, que le cayó a un vecino que estaba leyendo el periódico.
- La publicidad de hoy en diá es cada vez más rara- musitó-
Y Gerónimo dejó de ser Gerónimo.
En casa de Whanzal:
Sonó el teléfono. Quién iba a ser. Gerónimo, bueno, o algo parecido, su voz se notaba muy cambiada.
- Ven, vamos a hablar Whanzal. Perdona, antes me encontraba mal.
- Me has despertado, Gerónimo. ¿No recuerdas la diferencia horaria?
- ¡No discutas! Perdón, me calmo, me calmo. Por favor, ven. Steven está muy ocupado con sus tonterías.
Obviamente, era una emboscada. Ahora, con tantas gemas, tenía poder de sobra para vengarse de lo que fuera necesario, que aún no lograba entender, ni yo, ni Diana, ni Whanzal, ni creo que él mismo. Pero pronto lo descubriríamos.
Volviendo al entrenamiento:
El reloj de Steven vibró.
- Ah, se me olvidó decírtelo- Diana dijo- te he incorporado un sistema de alarmas, para que nos tengas a todos localizados. A mí incluida. Para que veas que confío en ti, no me gusta que nadie me siga el rastro. Y funciona 100% A ver, déjame ver por qué te ha vibrado, a lo mejor ha sido un error, todavía está en fase de pruebas.
La cara de Diana cambió, por primera vez, la veía verdaderamente asustada.
- Perdóname, pero tendremos que posponer el entrenamiento de nuevo. Te explico: ha habido una explosión de energía justo en casa de Gerónimo. No entiendo qué ha podido pasar, porque, tú tienes las gemas, ¿verdad?
- A lo mejor le dejé alguna, ya no lo recuerdo, la verdad. Aunque juraría que no.
- O quizás en aquella visita al centro de investigación... Nos distrajimos, hubo un momento en el que le perdimos de vista. Parecía tan inofensivo...
- Bueno, no hables así de mi primo, Diana. Que este raro no significa que quiera matarnos a todos. O, por lo menos, si fuera el caso, vamos a descubrirlo primero. Teletranspórtame, por favor.
- Eso haré, te teletransportaré, pero esta vez, yo no voy. Quiero saber cómo te desenvuelves tú solo. No estarás en peligro, no te preocupes. Manténme informada, por el reloj también nos podemos comunicar.
- Bueno, pues nada... Vuelvo enseguida.
No me costó reconocer el lugar donde se había producido el accidente. Al menos, eso esperaba, que hubiese sido un accidente, mi primo intentando cocinar, haciendo un trabajo de Tecnología. Bueno, mi primo tenía un potencial enorme para hacer explotar cosas.
La gente estaba gritando. Pero ¿qué pasaba? No había fuego, ningún incendio. Sólo humo, debido a la explosión. Y un humo de colores, bastante extraño... Colores. Cada vez parecía tener más que ver con las gemas.
- Diana, esto es muy raro. A lo mejor tenías razón...
- Sí, la tenía- noté como alguien me cogía por la espalda, con una fuerza sobrehumana.
No. No era él.
- ¿Qué pasa Steven?- intentó comunicarse conmigo Diana.
- No hables con ella, te diré yo lo que pasa.
- Te he dicho que estás muy raro. Sí, dímelo ya, por favor.
Se acercó, pensaba que me iba a abrazar, pero el impacto de su pie con el suelo me hizo saltar a varios metros de altura.
- ¿Has ido al gimnasio?
- Por fin tengo poderes. Y más que todos vosotros.
Y no aprendo, con todos los cómics que he leído, que, por protección y seguridad, siempre es bueno dejar a alguien al margen. Tan sólo enseñarle un centro de investigación súper-tecnológico (eso de tan solo es relativo) había hecho que...
- ¡Diana, corre! No es que no confíe en lo que me has enseñado, pero era más de lo que nos esperábamos.
Diana me creyó, mi tono de voz titubeante era de total pánico, pánico por mi primo, con el que tantos refrescos me había tomado, con el que tantas derrotas de nuestro equipo habíamos vivido, al que enseñé a jugar a las cartas (al ajedrez fue imposible)
Al otro extremo de la calle, estaba Diana. Después de saltar por los aires y caer como pude, sin hacerme demasiado daño, corrí con todas mis fuerzas.
- ¡Cuidado! - gritó ella.
- Pero ¿qué?
Jamás había visto algo como aquello.




Comentarios
No se pueden incorporar más comentarios a este blog.