SUPERGIRO-KOMIKAZE (1)
Hoy es miércoles, ¿sabéis lo que eso significa? Bueno, he estado mucho tiempo resistiéndome, pero creo que este es un buen momento para que salga a la luz mi libro. A ver, llevo trece capítulos, aún me queda mucho trabajo por delante, pero cada semana iré publicando uno y llegará un punto en el que podréis tomar decisiones que determinarán el curso de la historia.
El título de cada capítulo es un juego de palabras relacionado con lo que veréis. Sólo los más sabios lo entenderán :)
Veréis que los capítulos no son muy largos, todo tiene su explicación...
En este primero a lo mejor sólo seguís leyendo por decir: ¿y esto qué es? Paciencia, aún queda mucho por averiguar...
También, en los próximos capítulos iré incluyendo ilustraciones hechas por mí con Paint... y con cariño
Pues allá voy

"Ser un superhéroe no es fácil, no saber que lo eres tampoco"
No es best-seller porque es gratis
SECCIÓN 1: Del comienzo, el origen, la amistad y el entrenamiento
BUENAS VIBRACIONES
A veces soy un poco comicaze... Sí, me paso la vida leyendo y viendo cómics. No entiendo por qué se dice “leer cómics”, si lo más interesante está en los dibujos, en lo que ves.
Superman, Batman, Hulk, Capitán América, WonderWoman, Thor, Flash, Mortadelo y Filemón... todos me han hecho soñar y ocupan un importante hueco, en mi corazón, y en mi estantería. Bueno, estanterías. Mejor dicho, armarios y baúles por toda la casa. No soy el típico coleccionista que daría lo que fuera por tener un cómic exclusivo o muy antiguo.
Pero el kiosco es mi debilidad. Santi, el kioskero, me tiene idolatrado. Claro, soy su fuente segura de ingresos para poder comer cada día. Por eso, siempre pone encima de su mesa los cómics a los que me ve enganchado. Y al final voy con la idea de comprarme uno y vuelvo con quince. Ey, pero que yo soy muy maduro. Tengo trece años recién cumplidos. A, y no sólo tengo cómics. No tengo espacio libre ni en mi habitación ni en mis discos duros.
Hay que ver como estropean los cómics algunas películas. Pero bueno, yo estoy en el nivel medio de la escala de leer. Primero los que leen libros increíbles de 500 páginas, luego los de los cómics, y luego los que no leen y prefieren ver pelis en completa ignorancia de lo mal que están hechas.
Y no sé por qué si nunca me ha dado por escribir, toco un cuaderno sin ser para apuntar fechas de estreno, editoriales, chistes o curiosidades estúpidas. Pero lo cierto es que le estoy cogiendo el gustillo... A lo mejor lo hago más a menudo.
Lo que sí me siento un poco extraño. De repente estoy muy tenso y después me relajo hasta tal punto que me podía quedar dormido de pie. Tan pronto soy el alma de la fiesta que todo se lo toma bien como el intocable al que le afecta cualquier cosa. Mi familia quiere llevarme al psicólogo, pero yo paso de malos rollos. Siempre he sido un tío sano, hago deporte a diario: una horita de ajedrez y un poco de petanca.
Pero bueno, ahora es la hora de dormir (tres de la mañana) Me pongo música relajante (bandas sonoras principalmente) y me quedo frito. No hay problema con el gasto de energía, siempre vivo al límite con la batería, así que el móvil también cae rendido ante la quietud de la noche.
Supongo que mi superpoder es el de ser impredecible. Por eso, a partir de ahora, escribiré en pasado:
Me levanté a mitad de la noche. Qué raro. Me fui al cuarto de baño con el cómic que me estaba acabando de leer, y me entraron unos gases increíbles. Sí, supongo que no será agradable leer esto, pero tampoco es que te suceda. Una vez hube acabado mi concierto, me volví a la cama a dormir.
No tardé en volverme a despertar. Odio levantarme a medianoche porque intento no hacer ruido para no despertar a nadie pero me choco con las puertas, doy un portazo sin querer o se me engancha la manga en el picaporte. Sí, tengo un problema con las puertas.
A pesar de mi torpeza, nadie se despertó, y no sólo eso, no oí siquiera mi propio ruido. En ese momento me sentí más relajado, como si me hubiera quitado un peso de encima. Pero a la vez me preocupaba haberme quedado sordo. Probé a hablar y me escuché. Qué tranquilidad.
Conseguí dormirme de nuevo, y esta vez no me levanté. De hecho, a pesar de que me había puesto cinco alarmas seguidas por si acaso, ni me di cuenta de que estaban. Según me dicen, mi madre me regañó por haber despertado a los vecinos, aunque hasta las dos de la tarde no me desperté. Mi madre me dijo que no la escuchaba, pero es verdad, ni siquiera la oía.
Decidí llamar a mi primo. Nos llevamos muy bien a pesar de que vivimos lejos y de que él odia los cómics y todo lo que tenga que ver con superhéores. Eso sí, ponle ‘Los pilares de la Tierra’ y te lo devora.
- Ey, primo. ¿Cómo llamas a estas horas? Estaba echándome la siesta
- ¿Cómo llamas a estas horas?- le imité en son de burla
- ¡Ala!-esperaba que no se lo hubiera tomado a mal- ¡Tío, me has clavado! ¿Cómo lo has hecho?
- -¡Tío, me has clavado! ¿Cómo lo has hecho?- repetí.
- Te tengo que dejar, el sofá me espera, pero te podrías hacer un monólogo y me reiría mazo.
- Jaja, gracias, hasta luego.
Así que ahora se me daba bien imitar voces. Esto me podría ser muy útil para las llamadas del director del instituto por estar empanao en clase, o para gastar una broma a mis compañeros de clase.
Bueno, pues ya eran las cuatro de la tarde, hora de desayuno empalmado con comida.
Aprovechando que estaba solo, me puse a ver la televisión. ¿Dónde estaría el maldito mando? Lo admito, tengo la manía de cogerlo y llevármelo allá adónde voy, pero por una vez no había sido yo. La encendí con el botón (y mucha pereza), pero el volumen estaba muy bajo. Y esos botones, los del volumen, estaban rotos. No me había dado cuenta hasta ahora, ya que nunca he necesitado usarlos.
Qué rabia, mi momento de relax en el día estropeado. Me iba a levantar cuando, mágicamente, el volumen subió de repente, luego se silenció y en unos segundos se adaptó perfectamente a mi gusto: que se oiga sin aturdir pero que se oiga. Iba a hacer zapping pero, faltaba el mando como ya dije, así que preferí seguir con el documental del cerdo de mar.
Me cago en la mar. Tenía una fiesta pendiente, y lo peor es que había empezado hace dos horas. Entendía que no me hubieran echado en falta, no era demasiado popular… pero bueno, yo siempre he sido de acoplarme. Me levanté, fui a coger las llaves y escuché un ruido constante y molesto a la vez. Una gota de agua se deslizaba por el grifo hasta resbalar y caer al lavabo. Qué tiquismiquis me estaba volviendo últimamente… Cerré el grifo y me marché.
En cuanto a la fiesta, sinceramente se me dio mejor de lo que pensaba. Fui el rey del karaoke y en “Leer los labios” o “Adivina la canción” era un auténtico crack. Era imparable. El sonido estaba de buena onda conmigo.
El ver que ganaba en todo hizo pensar a algunos chavales que hacían trampas. Así que vinieron a mí con cara de pocos amigos. Yo, tranquilamente, intenté hablar con ellos, pero salieron despedidos sin ni siquiera tocarles, y mi voz retumbó por las paredes de la fiesta.
Me estaba empezando a asustar, así que salí corriendo. No me sonaba que me hubiera ocurrido nada parecido. Sonar, qué gracioso. Claro, las ondas sonoras habían hecho que estos tipos se empotraran contra la pared sin siquiera tocarlos. Y por encima, mi oportunidad de acercarme a Nelly, la chica que me gustaba, se había frustrado.
Me recorría las calles de un lado a otro buscando un lugar en el que encontrar calma. Sentía incluso la sístole y diástole de mi corazón. Sí, esas dos palabras creo que eran lo único que me había podido enseñar mi “queridísima” profesora de Biología.
Puse la radio del móvil y salió una emisora de otro país, con mi canción favorita. Pese a todo, seguía muy angustiado. Nunca pensé que ser guay tuviera desventajas. Bueno, yo ya era guay pero ya me entendéis…
Me senté en un banco de la calle, y me puse a observar a la poca gente que pasaba, y a disfrutar del silencio de la noche. Silencio. El grillo no contaba. Por fin pude ir a mi casa. Mi madre me estaba esperando con un plato raro de los que hace ella. Pero, aunque no hubiera apostado por ello, me gustó, y me dio todavía más motivos para irme a dormir agusto.
Entonces el teléfono sonó. Fui rápidamente a cogerlo esperando que todo hubiera sido una broma de un concurso de televisión o algo así. Pero en realidad era uno de mis amigos que me llamaba para felicitarme.
-¡ Tío, lo de hoy ha sido increíble! ¡Sobre todo cuando has roto esa copa con tu voz! Tienes mucho futuro. Cántate mañana algo en el bar de mi tío, así nos ayudas al negocio. Ya se lo he dicho al resto, así que no me falles.
No pude responder, colgó. Qué interesada es la gente.
Antes de irme a dormir, intenté bajar el volumen de la tele para poder hacerlo. Pero, tuve que coger el mando. Apagué la tele y entonces sí logré conciliar el sueño, a la vez que me preguntaba por qué ya no podía manejar el sonido. Aunque supongo que todo había sido demasiado surrealista. A lo mejor tendría que hacer caso a mi familia y saludar al psicólogo un día de estos. Pediré cita.
Capítulo siguiente: http://www.cibercorresponsales.org/perfiles/spidrmancoy/blogs/supergiro-komikaze-2
CONTROL DEL SONIDO
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VENTAJAS |
DESVENTAJAS |
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Puedes recordar y reproducir cualquier sonido (como Pied Pieper, de DC) |
Si odias que se te quede una canción en la cabeza y no puedas parar de repetirla, tienes un problema, amigo. |
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Puedes controlar las ondas sonoras |
Si hablas alto o gritas por algún motivo, puedes causar estragos notables (como Black Bolt, de Marvel) |
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Bien utilizadas, las ondas pueden servir como propulsión para volar |
Mal utilizadas, puedes romper tus propios tímpanos. |



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