Supergiro-Komikaze (16)
16. NÚMEROS PRIMOS
Aunque me quedé bastante impactado, decidí parar de pensar rápidamente en lo que acaba de descubrir. La experiencia me ha enseñado que a veces hay que reprimir los pensamientos, sino una cosa te lleva a la otra y acabas obsesionándote. Me busqué una ocupación. Ya había hecho los deberes, llevaba los exámenes más o menos preparados (para aprobar que es lo que importa), leer no me apetecía...
¡Claro! Tenía que sacar partido a mis poderes nuevos. Analizar todos los detalles de cualquier cosa... Tampoco quería llevarme muchas más sorpresas, así que tenía que tener cuidado con lo que tocaba.
Pensé que sería bastante útil analizar la gema que me había encontrado en la silla de mi cuarto, una de las gemas que necesitaba para que Whanzal recuperara su poder. Bastaría con tocarla, ¿no?
Efectivamente. Aunque sólo rocé la gema con la punta de los dedos, rápidamente noté un escalofrío y una sensación eléctrica en la mano. Me sentía lleno de energía. Pero esta vez no recibí mucha información de golpe como había pasado con Diana. Ahora era todo muy despacio, de hecho tardé varios minutos en averiguar información nueva. Quizás sería porque depende de lo que toque: no se transmite igual en la piel humana que en un mineral. O a lo mejor no tenía que ver. En cualquier caso, lo que debía tener era paciencia.
Tras una espera que se me hizo interminable, obtuve su composición. Yo había dado geología, así que todos los datos cuadraban con una gema normal. Volví a tocarla para comprobar que todo estuviera en orden, esperé otro buen rato, pero hombre precavido vale por dos.
Todos los valores eran adecuados de nuevo. A lo mejor valía cualquier mineral. Menos mal que se me ocurrió comparar los resultados de ambas pruebas. Es cierto que los valores eran normales, pero en la primera comprobación tenía un 90% de calcio y un 10% de otros materiales, y en la siguiente un 10% de calcio, un 25% de azufre y nuevos materiales que no habían aparecido anteriormente.
Claro, ese extraño material estaba en constante cambio. Como nuestros poderes.
Me acordé de nuevo que no tenía que ir adonde Whanzal cada vez que quería decirle algo, ya que teníamos el móvil, así que le dije que le mandaría por paquetería la piedra (nadie iba a robar un simple mineral) y que lo utilizara para que lo quisiera.
Él me dijo que mejor que vendría a por todas las gemas cuando estuvieran todas.
¿Cómo saber el número?- le pregunté
Me dijo que no sabía exactamente cuántas necesitaría, pero estaba claro que con una no haría gran cosa.
Y aquí la cuestión: ¿dónde esconder disimuladamente piedras en casa? Mi cuarto está abarrotado de cómics y no cabe ni un alfiler. No tenemos sótano. Bueno, no sabía si encontraría más así que de momento viviría el presente. La guardé en el cajón de la ropa interior, un lugar infranqueable.
¡Mi primo! ¡Tanta alegría que tenía por verle, y me había olvidado completamente de él! Tenía que llamarle. ¿Estaría recuperado? ¿Se enfadaría conmigo?
-Ho..
- ¡Hola, primo!- respondió sin dejarme acabar la primera palabra- ¿Quedamos? ¿Jugamos? ¿Qué hacemos?
- Veo que ya has recuperado tu entusiasmo.
- Buah, ha sido un sustillo de nada. Sólo me duele un poco la espalda, pero ya tan sólo el poder decir que he sobrevivido un atropello me da fuerzas para hacer cualquier cosa.
- Me alegro. De lo último que has dicho no de lo del atropello, ya me entiendes.
- Entonces, ¿qué hacemos? -insistió
- Pues ahora mismo voy a tu casa. Vístete que seguro que llevas todo el día con el pijama puesto.
- Cómo me conoces- dijo entre carcajadas- ¡Hasta ahora!
Lo cierto es que nunca había entrado a la casa de mi primo. Sabía adónde era porque cuando éramos más pequeños su madre (mi tía) me pedía que le acompañara hasta casa al ser él más pequeño que yo, pero ahora que ambos hemos crecido ya no lo hacemos. Y casi siempre quedábamos en la calle, o venía él a destrozarme la casa. Yo nunca tuve el honor... Qué lista que era mi tía para lo que quería... Por cierto, mi tía se llama Gema. Menudas coincidencias con los nombres...
He de reconocer que aun siendo mi propio pueblo, al llevar tanto tiempo sin ir a la casa de mi primo me fui dos manzanas más para abajo. La verdad es que no me sonaba demasiado el sitio, pero tenía que tirar por algún lado.
Bueno, siendo aún más sincero, mi primo tuvo que venir a por mí y traerme él a su casa. Por fin le vi, el encuentro fue como el abrazo a cámara lenta de las películas, sólo que a tiempo real (lo de controlar el tiempo fue hace ya bastantes capítulos)
Al entrar, entendí por qué nunca había pisado esa casa. Era como una mansión por dentro, a pesar de que la familia de mi primo parecía gente humilde. Tenían hasta mayordomo y todo. Aún así, ambos padres trabajaban y no compraban demasiadas cosas, así que sería una herencia familiar o algo así. O a lo mejor es que eran muy hipócritas.
Tres plantas más arriba y dos pasillos a la derecha, estaba una de las dos habitaciones que tenía mi primo.
- Pero, ¿cómo no me has invitado antes, hombre? Me tiraría aquí todo el día.
- Bueno, eso no importa, lo bueno es que ¡te puedes tirar aquí todo el día! Vamos a pasarlo muy bien. Muchas gracias por venir
No pude evitar llorar de la emoción, había pasado tanta preocupación por él... Obviamente, tenía que parecer duro, así que le dije que era cosa de la alergia.
Estaba siendo una semana ideal. Pese al contratiempo de Diana, había pasado una mañana entera relajado en una feria, ahora todo el día en casa de un gran amigo como era mi primo... Ya sólo faltaba que me invitaran a un spa.
- Jacuzzi no tenéis, ¿no?
- La verdad es que no. Pero tenemos una ducha en la que los chorros se mueven al ritmo de la música. Luego te dejo probarla, que lo necesitas.
No supe con certeza si el 'lo necesitas' se refería a la ducha o divertirme con esa tecnología, pero creo que hablaba de lo primero.
Pero en cualquier caso, no iba a parar de llevarme sorpresas con la tecnología que tenía mi primo. Tenía un reconocimiento de huella dactilar en su puerta en lugar de una cerradura, lo cual molaba pero que era un rollo cuando acababas de comer y tenías las manos sucias: manchabas todo, no lo reconocía... Por alguna extraña razón, a mí la huella me la daba por válida, así que no era un sistema de seguridad demasiado efectivo. La verdad es que pese a nuestra diferencia de edad mi primo y yo nos parecemos físicamente, pero la huella dactilar es algo único de cada persona, o al menos eso tenía entendido.
Estuvimos un rato hablando y poniéndonos al día de nuestras vidas. Realmente no sabía tanto de mi primo cómo pensaba, y me llevé algunas sorpresas: había aprobado todo con sobresaliente, había ganado un concurso... Cuánto había cambiado... Y aún así, no se le subía a la cabeza. O al menos no se notaba.
Nos llamaron para merendar, ya habían pasado tres horas.
- ¡Porfa, mamá, súbenos la merienda, que ahora no queremos bajar!
Seguimos a lo nuestro y a la media hora yo me empezaba a impacientar, tan sólo el hecho psicológico de que hubieran dicho la palabra 'merienda' ya provocaba en mí cierta sensación de hambre. Bueno, bastante hambre.
- Oye, ¿cuándo decías que llegaba la merienda?- pregunté.
- Ah, si está aquí desde hace rato. Pensé que aún no te apetecía.
- Pero que yo sepa tu madre no ha subido en ningún momento.
- Ah, claro, que es la primera vez que vienes. A todo el mundo le impresiona esto no sé bien por qué....
Abrió la ventana, que realmente no era una ventana sino una compuerta con un fondo de paisaje pegado con celo (no sé cómo no me di cuenta antes), y allí estaba, un bizcocho de chocolate delicioso, y además calentito pese al tiempo que llevaba allí.
- Es un sistema de transporte- me explicó- Somos la única casa en toda la zona que lo tiene. Fue una petición a mi familia en mi época vaga, y desde entonces todo el mundo de mi familia lo usa. Mira, te enseño a usarlo:
A la derecha de la “ventana”; había una hilera de botones de colores, sin etiquetar, así que no tenía ni idea de para qué servían. Mi primo pulsó unos cuantos en un orden concreto, me dijo que colocara algo, y yo me quité una pulsera que me había hecho mi hermano pequeño.
- ¿Dónde la mandamos?
- Pues... -aún no me conocía su casa ni estando toda la tarde allí- al cuarto de baño.
- ¿A cuál de los cuatro?
- Venga, al de abajo del todo.
- En la planta baja no hay ninguno.
- ¡Bueno, me da igual hombre! Venga, que estoy ansioso por probarlo.
- Vale, lo mandaremos al de la primera planta.
Lo colocamos, mi primo pulsó otros tantos botones (yo creo que se inventaba la secuencia) y corrimos a comprobar si había llegado. Hasta mi primo, que ya sabía el resultado final, estaba muy ilusionado con enseñármelo.
Corrí con todas mis fuerzas, tratando de ser más rápido que la máquina, pero mis esfuerzos fueron inútiles. Mi pulsera ya estaba allí, ¡incluso envuelta en papel de regalo! Qué detalle.
Al abrir el paquete, me encontré un cómic edición coleccionista. Me quedé dormido el día que slaió en el kiosco y no pude comprarlo. Y mi primo me lo había regalado.
- ¿Te gusta?
- ¡No me lo puedo creer! ¡Gracias!
Detrás del papel de regalo, ahora sí, estaba la pulsera.
Qué detallazo. Pero yo no me había quedado corto tampoco. Cogiendo un papel de mi bolsillo, le sorprendí:
- Se te ha caído esto.
- Una entrada para... ¡Yo tampoco me lo puedo creer! ¡Gracias a ti!
La verdad no sabía exactamente para qué era la entrada, pero no paraba de hablar de que quería una entrada para WORLD MASHUP COMPETITION, así que esos setenta (sesenta y nueve con noventa y nueve, técnicamente) euros estarían bien invertidos si mi primo disfrutaba.
Estuvimos viendo una peli escogida de cientas en un armario infinito (de hecho la mayoría ni él se las había visto), y, como había secuela, no pudimos resistir a vernos la segunda parte.
Y así se pasó la tarde. Hablando de tarde, ya era hora de irse.
- Me tengo que ir ya.
- ¿En serio? ¿No te puedes quedar un poco más?
- Muchas gracias campeón, pero como mi familia no ha cenado y hoy me toca a mí hacer la cena, no puedo. Pero te debo una.
- Vale- dijo un poco desilusionado- ¡Hasta mañana!
El móvil me empezó a vibrar como un loco. 36 llamadas perdidas. 132 mensajes nuevos. Todos de Whanzal seguramente. ¿Qué le pasaba, se había vuelto loco?
Me despedí de los padres, que tenían puestas las noticias mientras cenaban. En mi casa nunca se come con la tele puesta, pero bueno, cada familia tiene sus reglas.
Todos nos sobresaltamos. A pesar de estar el volumen de la tele bajo, el sonido tan potente nos aturdió bastante. La señal se cortó. Qué raro...
- Bueno, gracias por todo- me acabé de despedir- Qué raro lo de las noticias, habrá sido algún fallo técnico- dije para tranquilizarles, aunque me temía lo peor.
Encendí el teléfono, y vi que los mensajes no eran de Whanzal... ¡era Diana! Al fin y al cabo me había montado una película absurda en mi cabeza de que se había enfadado conmigo, y sí que era verdad que se tenía que ir. Pero los mensajes no tenían mucho sentido, eran palabras sueltas e incoherentes: “hola” “aquí” “soso” “desfavorecido”... Sería el autocorrector. Traté de llamarla, pero saltaba el contestador.
Deslicé la pantalla con el dedo para ver si había alguna forma de contactar con ella y entonces, casi sin darme cuenta, activé mi poder. Mi mente comenzó a analizar cada uno de los mensajes, y lo que parecía ser “hola”, era “hola”. Eso era lógico. “Soso” era S.O.S
No sé por que usaba abreviaturas si había tenido tiempo para enviarme cien mensajes, pero la cosa es que estaba en peligro.
“Desfavorecido” significaba por favor.
Mi teoría estaba confirmada: el autocorrector falla, y tener el móvil en silencio es una mala idea cuando estás metido en tantos jaleos.
Toqué su número de teléfono, y de ese modo pude rastrear su posición.
Cogí la bici de mi primo de su garaje, que siempre se lo dejaba abierto. Ya se la devolvería, no podía perder más tiempo dando explicaciones.
Había batido un récord: un día y medio relajado, sin tensiones ni preocupaciones. Demasiado bonito para ser verdad. Pero lo era. Un descanso necesario para lo que me esperaba...
En bici, por la noche, con mi móvil y las farolas como única fuente de luz... y por la carretera., no había otro modo de llegar.
Y lo más gracioso es que estaba haciendo todo esto por una chica a la que sólo había visto dos veces en mi vida, y aún sabiendo todo lo que sabía de ella, era una vida al fin y al cabo.
Sólo esperaba que esta aventura se quedara en otra anécdota fantasiosa que ni mis propios hijos se creerían.
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