SUPERGIRO-KOMIKAZE (5)
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QUERER Y NO PODER
¿Por qué mi primo siempre me tiene que meter en líos? Hasta cuando intenta hacer las cosas bien la lía el pobre. Bueno, supongo que no era tan malo. Tenía que inventarme una buena excusa, soltarla ante los medios y esperar que colara. Total, si no seguramente acabarían siguiéndome a casa… no podría evitarles por mucho tiempo.
Me llegó un correo electrónico. Qué susto. Siempre se me olvida que tengo el volumen a tope y cuando suena vibra toda la habitación.
Asunto. Notificación de envío #2879675635
Mensaje: Le informamos que su compra se ha efectuado correctamente, y que en breves minutos recibirá su producto en su domicilio tal y como ha solicitado. Cualquier queja o recomendación será bien recibida.
Bien recibida sí, pero que hagan caso es otra cosa. Ya quedaba menos para que llegara el libro. Es una larga historia… Me lo compré porque me lo mandaron en el instituto, pero mi ordenador se estropeó y no pude confirmar la compra, con lo que no me llegó y me apañé dejándome la vista en mi móvil leyéndolo digitalmente. Cuando por fin arreglé el ordenador, la compra se efectuó. Y entre la pereza que me daba cancelarlo y que el libro me había gustado, decidí dejar todo como estaba.
El tiempo se me pasó volando:
- Firme aquí, por favor. Y aquí. Compruebe su DNI, y tome este papel para usted y este para mí.
Cuanto jaleo, si se pudiera confiar en la gente como antiguamente y hacer acuerdos de palabra, nos ahorrábamos todo el papeleo. Menos árboles, más tiempo…
Pero nada me importaba teniendo delante el paquete. Aunque sabía perfectamente lo que iba dentro, tenía una ilusión increíble. Lo malo que me había hecho el DNI cuando era mucho más pequeño y tuve que hacer la firma cutre y penosa que hacía hace años. Al menos no me pidió la foto.
Sin más preámbulos, abrí el paquete, y dentro había una caja. Parecía una muñeca rusa: algo dentro de algo dentro de algo dentro de… Y en esa caja, por fin estaba mi… algo. Era un ODNI (Objeto Desconocido Ni Idea)
Tenía una tapa en la parte superior, que se abría y dejaba ver en el interior el clásico botón ON/OFF. Lo examiné, y no parecía tener ninguna fuente de alimentación, ni pilas de ningún tipo, ni paneles solares… Al encenderlo, sentí un calor abrasador que me hizo sudar en menos de un segundo. ¡Era un rayo láser! Tuve que apagarlo rápidamente, pues empezaba a oler a chamusquina y se empezaba a derretir el pomo de mi puerta.
Oí un grito inconfundible:
- ¡Niño! ¡Deja de jugar con las cerillas que me vas a quemar la casa!
Intenté protestar, pero después llegó mi padre:
- Hijo, haz caso a tu madre.
A la hora de guardar el artilugio en su envase, madre mía, cómo pesaba. Qué cosa más rara, no necesita cargarse, aumenta de peso después de usarlo… Es lo que tiene comprar por Internet.
Continué colocando y seleccionando cosas que tenía guardadas en uno de mis armarios. Eso me ayudaría a despejarme, y quién sabe, igual me da otra buena idea. Vi a lo lejos el panfleto del Cosmocaixa, que aún seguía en mi papelera, con lo que recordé de nuevo todos esos buenos momentos y allí y por fin entendí por qué a mi primo no le había afectado que le tocara.
Por alguna inexplicable razón, el pelo de mi cuerpo era una especie de transmisor de aquello que hacía que la gente perdiera la memoria. Por lo que al ocurrírseme la excelente idea de depilarme, aún ardiéndome las piernas hoy, fui el que estropeó mi propio plan. Eso sí que es curioso. O a lo mejor no tenía nada que ver y simplemente perdí mi poder, pero en cualquier caso jamás lo sabré.
Fui a buscar asesoramiento de expertos para que me informaran para qué podía servir aquella cosa. En mi pueblo, la tienda más cercana estaba a más de media hora de mi casa. Mi pueblo es enorme, pero sigue siendo pueblo porque cada casa está a bastantes metros de las siguientes.
Tuve que darme una buena caminata, encima eran las doce de la mañana así que los rayos del sol calaban en cada uno de mis huesos. Cada paso era un suplicio, encima el camino era cuesta arriba. Por algo se llama cuesta, porque cuesta.
No encontraba mis zapatillas, así que tuve que irme con chanclas de la piscina, llenándome de polvo, piedras y todo lo que se pudiera. Era un completo imán de suciedad. Para colmo, la tienda estaba cerrada. La rodeé buscando algún cartel que me indicara el horario, y me di cuenta de que lo tenía delante de mis narices y no me había dado cuenta. Al mirarlo mi decepción fue aún mayor: acababan de cerrar hace cinco minutos.
Ya de camino a casa me encontré con otro establecimiento que juraría no haber visto antes a la ida. Entré y parecía no haber nadie que me pudiera atender. Vaya racha llevaba… Justo cuando iba a salir, me choqué con algo y caí al suelo. Era el dependiente, que estaba colocando el almacén. Me disculpé, y me fijé un poco más en él. Era un señor de unos ochenta y cinco años, que debe ser que no tenía otra cosa que hacer, pues a su edad debería estar descansando o jugando al bingo tranquilamente sin el estrés del trabajo.
Pero parecía disfrutar, de hecho me saludó amablemente:
- Hola, jovenzuelo. ¿Qué te trae por aquí?
Le enseñé la pieza y le dije:
- Estoy investigando acerca de este pedido que hice por Internet. No sé para qué sirve.
- No sé por qué sois así los jóvenes. Os compráis caprichos que usáis poco, decís que están pasados de moda o ni sabéis usar. En mis tiempos…
- Perdone por interrumpirle, pero en realidad fue un pedido equivocado. Por no hacer más papeleo..
- A, entonces te entiendo joven. Pues – dijo mientras la examinaba cuidadosamente-déjamelo te la miro, que tengo más clientes, y le echo un vistazo, mañana pásate por aquí.
- Muchas gracias.
Me puse a hablar por el móvil mientras caminaba y de repente vi cómo una sombra se cernía sobre mí. Era una señal de tráfico. Decidí dejar el móvil, pues había estado a centímetros de golpearme por estúpido.
Tendría que hacer lo de siempre, pensar en mis cosas mientras caminaba para no aburrirme. Antes de eso, se me ocurrió gastar bromas a la gente por la calle, preguntándoles qué tan guapo me veían, haciéndoles trucos con monedas… Los resultados digamos que no fueron los esperados, así que lo dejé aparcado por un tiempo.
Creo que… Buah, podía haber comprobado a ver si tenía alguna referencia o número de modelo para buscar información en Internet. No es por ser rácano, pero pudiendo ahorrarme la reparación de una forma tan sencilla como usar el móvil, lo prefería. Como estaba a mitad de camino entre la tienda y mi casa, decidí volver.
Nunca he sido bueno para orientarme, siempre suelo ir a los sitios por el mismo lado y si no me armo un jaleo monumental. Volví sobre mis pasos, haciendo memoria de los colores, monumentos, bares… que estaban por la zona. Como me había comprado un bocadillo, pude durante un tiempo volver al estilo Hansel y Gretel. Pero todavía no estaba allí.
¡Ah, sí, la fuente! Claro, la fuente de mi pueblo estaba al lado de la tienda. Es la única fuente que hay, así que todo el mundo viene a lavar la ropa, refrescarse, llenar recipientes con agua… También estuvieron el otro día bañándose cuando ganó el Villaconejos gracias a mí.
Seguí a la derecha, luego izquierda y luego derecha, y vi de lejos la tienda. Fui despacito, y ya que no había ninguna farola, acabé la partida que había empezado. Cuando levanté la vista, la tienda había desaparecido. Y me empecé a encontrar mal, no sé si sería un golpe de calor. Ahora me arrepiento de meterme con mi primo en invierno colocando la mano en la estufa, dándole una colleja y diciéndole que era un ‘golpe de calor’ Ahora que parecía que estaba sufriendo un golpe de calor de los auténticos, sentía que me fallaban las piernas. No podría continuar-
Otra vez el mismo camino. Y me habían robado veinte euros, bueno, aquel cachivache que valía veinte euros. Pobre señor mayor… A lo mejor la mafia le obligaba a ser el señuelo para que la gente comprara y luego se largaban. Con razón no había visto la tienda antes, seguro que estaban estafando a otros…
Veía mi casa a lo lejos, y sentía que no llegaba. Di dos pasos y después, no recuerdo nada más. Cuando me desperté, estaba allí, en mi casa. Hogar, dulce hogar. No me explico cómo, pues me había dejado el DNI que indicaba mi dirección en el día más indicado.
- Mamá, ya he llegado.
- Mamá… ¿Qué hay de comer? Por favor, lentejas no, otra vez.
- Pensé que mi madre iba a dar la característica respuesta de madre a ¿qué hay de comer? para ocultar información: comida, o algo 'muy rico'. Pero no hubo respuesta. ¿Y mi familia?
Oí unas pisadas y un señor apareció, No le pude reconocer: estaba completamente tapad y tenía un distorsionador de voz. Pero no era a lo Darth Vader, sino que la apitufaba en vez de engravecerla, de modo que costaba tomarle en serio.
Cuánto tiempo sin vernos.
- Emm… Sí, nos conocemos, desde… ¿nunca?
- Eso piensas, ¿verdad? Yo te conozco muy bien.
- ¿Profe? Vale que no he hecho los deberes últimamente, pero estamos de vacaciones. No es momento para estupideces.
- Tú lo has dicho, deja ya las estupideces. No sabes quién soy, pero realmente, tampoco me importa. Ahora… tengo tus poderes.
- ¿En serio? No sabes el peso que me has quitado encima. Pff… justo me iban a hacer una entrevista, y..
- No me cuentes tu vida. Gracias por usar el artilugio que ha absorbido tus poderes y me los ha dado a mí. Ah, y toma, el libro ese tan raro que querías leer. El saber no ocupa lugar.
- Jajajaja, pues dile eso a mi madre, que está harta de tanto cómic.
- ¿Cómo tienes tanta confianza conmigo? ¿No te doy miedo?
- Bueno, creo que en clase de 1º de Maldad deberías haber estudiado que una voz chillona y ridícula no se hace notar. También parece que repetiste curso..
- Bueno, ¡basta ya! Parece que todo te da igual, pero, no te preocupes, muy pronto, te comerás tus palabras
- Pues que aproveche. ¿Por cierto, donde está mi familia?
- No te preocupes, están todos bien. No voy con amenazas, ya tengo lo que buscaba. Esto es sólo una realidad virtual, tus padres están en tu verdadera casa. Ya nos veremos. Puede que aún me haga falta algo de ti..
Volví a desfallecer, y me desperté, en mi casa otra vez, pero ahora era mi verdadero hogar. Mis padres me empezaron a interrogar: dónde has estado, qué te ha pasado... Yo no podía responder a todo a la vez, pero, aunque a veces pueda fastidiar un poco, es un placer tener personas que se preocupen por ti.
Mi día soñado: me burlo de la gente, llamo la atención de mis padres, y pierdo mis poderes.
Iba a comer: lentejas. Bueno, era esperable, y en cierta manera lo agradecía, era la desagradable pero tranquilizadora señal de que estaba en el mundo real, siuiendo con la rutina de taparse la nariz para notar menos el sabor (es poco útil)
Pero no protesté. En toda la comida sólo pensé en una cosa: “puede que aún me haga falta algo de ti” Esas últimas palabras, hasta con esa voz ridícula se adentraron en mi mente, y no parecían querer escapar.
“Algo” Es increíble como una única palabra puede significar tanto. El tiempo lo dirá todo.

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