Supergiro-Komikaze(15)
UN TIRO COLOCADO, AL CENTRO
De nuevo, colocando mi habitación. Una de las leyes de la termodinámica es la entropía, el universo tiende al desorden. Mi cuarto no es una excepción. Mi madre no entiende ese concepto físico y me obliga a colocar algo cada semana. Si no lo echa todo junto en una bolsa de basura para que no ocupe espacio en el armario, desordenando aún más el desorden que ya había, y si sigue pasando el tiempo, tira la bolsa. La experiencia me ha enseñado que lo mejor es hacer caso a las madres.
Lo bueno, como ya he dicho otras veces, de colocar, es que encuentras cosas que ni imaginas que tenías. Esta vez, un diario que escribí cuando tenía unos diez años. Me puse a cotillearme a mí mismo, sintiendo una mezcla de vergüenza , pena y risa.
La forma de expresarme era típica de un niño de diez años, muchas frases sueltas e inconexas, la acción transcurre muy rápido… Realmente tampoco he cambiado tanto mi forma de escribir. Los grandes hitos de aquella época para mí fueron comerme un caramelo de un sabor nuevo, subirme a un árbol (era un bonsái, lo aplasté) y un par de tonterías más.
Pero leí algo en especial de lo que para nada me acordaba. Un día fui de excursión con mi familia y nos pusimos a practicar tiro con arco. Fue bastante divertido, aunque lanzaba las flechas con la mano porque pese a los esfuerzos de los monitores por enseñarme me dieron por perdido, y realmente tampoco quería aprender, solamente darle a la diana.
Y lo conseguí, lástima que era una niña de mi edad que pasaba por allí con sus padres. Traté de disculparme, pero sus padres lo impidieron, diciéndome:
- Niño, ten cuidado por dónde vas. Diana, cariño, ¿estás bien?
- Sí mamá, si es de plástico, y me ha dado en la ropa.
Aquella niña era bastante guapa. No sé describirla, porque en mi diario sólo pone eso ‘guapa’ Me consoló saber que ella, aunque fuera en otro sentido, también había sentido un flechazo.
El caso, y ya me centro en el tema, es que últimamente me he propuesto rememorar viejos tiempos. Sí, volver a hacer cosas que hice de más pequeño, y también probar algunas cosas que tengo pendientes. Ya había jugado a tiro con arco más veces, pero en la consola no cuenta. Así que reuní a unos cuantos compañeros de instituto, teniendo en cuenta que Whanzal vivía en otro país y además no eran horas para llamarle. Ellos aceptaron con la condición de que les invitara, así que al final acabé yendo yo sólo. Qué aprovechada es la gente.
No es por consolarme, pero al final me alegré de haber ido solo. Podía ir a mi ritmo, sin tener que esperar a nadie, explorar tranquilo… El sitio me trajo un montón de recuerdos. Era una especie de polideportivo al aire libre, más bien una feria de deportes, y el lugar estaba igual de concurrido que hace tiempo. De hecho, las personas que estaban a cargo de los diferentes puestos no habían cambiado. Solamente esperaba que no me reconocieran, o en caso contrario, que al menos supieran disimularlo
Tuve que esperar una larga cola para entrar, pero mereció la pena. Lo que para nada me esperaba era que además de la entrada hubiera que pagar adicionalmente para cada puesto-. Menudo timo. Claro que cuando eres un niño y pagan tus padres pues no te das cuenta de nada.
Tenía que elegir entre usar el dinero para poder volver a casa o para lo que había venido. Decidí no arriesgarme, ya que aún no sabía el poder que tenía hoy, me había dejado olvidado el reloj y si quería recordar viejos tiempos, me bastaría con dar una vuelta por allí, no tenía que jugar. El puesto de globos, el trilero (que era muy malo y casi nunca ganaba dinero), un señor que dibujaba increíblemente bien que me hizo una caricatura gratis al explicarle mi situación, un señor muy delgado que vendía globos de helio y que tenía botas de plomo para no salir volando (no es una exageración)... Era un lugar excepcional.
Tras varios paseos viendo lo mismo, me di cuenta de que lo había sobrevalorado. Siempre tendemos a idealizar el pasado, y aquello que en otro tiempo me hubiera dado para una semana de diversión, ahora, con una hora era más que suficiente.
Pero el próximo autobús no pasaba hasta la hora de comer. Me sobraba mucho tiempo, y me daba pena irme porque no amortizaría el dinero, y además era un momento de relax, de liberación del mundo exterior..
Para entretenerme, recordé uno de los numerosos consejos de mi madre: 'sé observador' Recorrí con la mirada cada mota de polvo, cualquiera que me mirara debería pensar que era un espía. Incluso vi a gente conocida, y no era el único que lanzaba las flechas con la mano.
De repente, noté que alguien me empujó al suelo. Oí como se rompía algo, por suerte no era ninguna parte de mi cuerpo.
Justo me iba a poner a gritar como un loco para decirle a aquel tipo o tipa que tuviera más cuidado, y al girarme, vi que era Diana.
No había cambiado nada desde aquel entonces, y me impresiona que me acuerde de alguien con la mala memoria que tengo, y además que sólo la había visto unos segundos. Seguramente me impactó el susto, menos mal que no le hice daño.
- Perdona.. es que la baldosa estaba levantada y...
- No te preocupes, ¿te has hecho daño?
- No, tranquilo, estoy bien.. ¡AAAAAARGH!
- Sí, claro, estás bien. Mira, si se te ha dislocado el brazo. ¿Sabes si aquí hay servicio de urgencias?
- Sí, está muy cerca de aquí. Yo te guió.
- Qué bien te conoces este sitio- le dije.
- Bueno, realmente fue por un “accidente” que tuve de pequeña. Un niño estaba haciendo el tonto con una flecha y me dio en la ropa. Mi madre, como todas las madres, pensó que me había matado y me llevó corriendo a primeros auxilios a pesar de estar P-E-R-F-E-C-T-A-M-E-N-T-E
- Jajajaja- me reí nerviosamente.
- Ya, si a mí también me parecía gracioso. Yo siempre solía venir a ese parque con mi familia todas las semanas, pero desde ese incidente fue la primera y última vez que vi a ese chaval. De hecho mi madre quería denunciar a su familia jaja, pero bueno, creo que ya dejaré de hablar mal de mi madre.
- Bueno, una anécdota más que contar.
- Pues sí.. Y ¿qué te trae por aquí? ¿Tanto te aburres en tu casa como para estar aquí? Al menos eso es lo que me pasa a mí.
- Bueno, no es precisamente aburrimiento. Encontré un diario en el que hablaba de mis aventuras en este sitio y..
- Qué casualidad... yo también escribí esto en un diario. Es muy especial para mí, llevo ocho años escribiendo en él, desde que era bastante pequeña. A ver si encuentro la página...
Mientras pasaba las páginas, llenas de dibujos, colorines, manchas de chocolate, pintalabios, post-its (ojalá yo hubiera escrito tanto) me preguntaba cómo era posible que hubiera cogido tanta confianza conmigo hasta el punto de enseñarme su diario, cuando nos acabábamos de conocer. Yo al menos no lo hubiera hecho. Pero ganas de leer lo que había puesto no me faltaban, el espíritu cotilla volvió a mí, así que la escuché con atención:
- Obviamente, te voy a enseñar sólo la parte que tiene que ver con el parque. No te creas que a un desconocido le..
- Ya lo sé, mujer...- le respondí, dándome cuenta de que estaba equivocado.
- Mira, aquí... “Un día en SUPER-ACCIÓN” (así se llama este sitio) Hoy ha sido un día genial. He comido muchas chuches, y me han lanzado una flecha, pero mi ropa ninja ha hecho que no pase nada” Ya está, tampoco es para tanto. No sé si es impertinencia, pero ya que te he enseñado mi diario...
Me temía que podía hacerme esto. No me quedaba otra que enseñárselo. No tardé nada en encontrarlo, ya que tenía poquísimas páginas escritas.
- Yo no he escrito tanto como tú, como ves. Pero bueno, así se encuentran las cosas más rápido.
- Qué optimista eres jaja. Bueno a ver..
- “Superación en superacción” Este era el título, desde pequeño me han gustado los juegos de palabras, y es que el nombre lo dejaba bien claro.
- Pues no se me habriá ocurrido. Sigue- me miró con ganas de saber más.
- Hoy me he dormido en el coche de camino a un lugar muy divertido. He jugado a muchos juegos, y he inventado el tiro con arco con la mano. Le he dado a una niña muy guapa, y le ib a pedir perdón pero ha huido con sus padres.
Paré de leer, lógicamente Diana ya sabía que era yo aquel niño. No sabía cómo iba a reaccionar, por mi culpa se había tirado un buen rato perdiendo el tiempo en primeros auxilios sin poder disfrutar de los juegos.
- ¡Así que eres tú chaval! Llevo mucho tiempo ilusionada con conocerte.
- ¿Y eso? Pero si no me conoces de nada.
- Es cierto, pero aún así hay una deuda pendiente...
Me protegí, temiendo que me hiciera algo, pero ella se quedó mirándome, partiéndose de risa:
- Ya está, ¿en serio pensabas que el empujón había sido sin querer?
- Bueno, pues te ha salido caro, porque tienes el brazo dislocado.Pensaba que era yo el tonto y...
- Oye no te pases. Bueno, en realidad, si eres tú el tonto, mi brazo está aquí debajo, eso sólo es la manga de la camiseta.
- Pues sí que lo soy, lo admito.
- Vámonos de este sitio, ¿te apetece tomar algo? Te invito
- Pues la verdad te lo agradezco, porque...
- No me des explicaciones. Si es sí, pues sí. Ala, vamos.
Tenía una nueva amiga, y la había encontrado de la forma más casual e inesperada posible. Recordar viejos tiempos daba comienzo a nuevas experiencias, mucho mejores.
- ¿Dónde quieres ir, tío?
- Pues, realmente me da igual, no me conozco este sitio..
- Pues yo menos, de la enfermería no paso jaja. Así que como yo pago, decide tú.
- Mmmm... Venga, esa tienda de ahí que pone 'El hogar del perrito'
- Es una tienda de mascotas, no una tienda de perritos calientes.
- ¿Y cómo lo sabes, si no te conoces nada...?
- Tú calla y di.
- Mmmm... Pues vamos a ese bar de allí, “eBARisto”
- Sí que estás loco con los juegos de palabras.
Pedimos dos cosas con nombre raro cada uno, y el dueño, que se llamaba Evaristo, como ya me imaginaba, nos dio una calurosa bienvenida. Calurosa sobre todo porque tenían el aire acondicionado puesto a tope, apenas podía respirar. Pero por comida se hace cualquier cosa. Además, no quería darle más problemas a Diana.
No tuve en cuenta una cosa, mi problema con las alergias. Tengo alergia a pocas cosas, pero si pruebo aunque sea una pizca necesito una inyección de adrenalina o me ahogo.
Cuando nos trajeron la comida, yo me puse a hablar a Diana, contándole mi vida, tratando de disimular que no quería comer vaya que me diera alergia. Tras cinco minutos de monólogo, obviamente, se dio cuenta.
- Pero, ¿qué te pasa? ¿No comes? ¿No te gusta? Si quieres te dejo probar de lo mío.
- No, no es eso.. es que.
- ¿Tienes alergia?
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque me lo acabas de decir hace dos minutos. Tanto hablar para disimular y ni tú sabes lo que dices.
Deseaba no haber dicho ninguna otra cosa que me comprometiera.
- Camarero, disculpe, ¿qué lleva esto?- Diana intercedió por mí.
- Pues no lo sé.
- Pues ¡¡¡pregunte en cocinas que para algo esto es un bar!!! - se enfadó.
Me sorprendió su carácter, pero estaba claro que no podía decir nada. Mientras esperaba me dijo algo que para nada me esperaba:
- Oye me ha molado eso de “le di a una niña muy guapa con la flecha” Gracias por piropearme, aunque sea en secreto.
Yo no supe que decir, simplemente me enrojecí.
Iba a decir algo, para evitar un silencio incómodo, cuando el camarero volvió, salvándome el pellejo.
- No lo sabemos, en realidad.. no tenemos cocinero. Compramos todo de fuera, pero por favor, no diga nada o esto arruinaría nuestra reputación.
- En ese caso, me arriesgaré- respondí rápidamente antes de que Diana saltara.
- Pero ¿estás tonto? ¿Qué?
Toqué el bocadillo antes de que Diana me dijera cualquier cosa, y entonces, sin poder controlarlo, empecé a recitar:
- Pepinillo, mozarella, mostaza, carne de búfalo proveniente de Valencia, pan con harina de trigo calentado durante 45 segundos en un microondas de la marca HOOX hace exactamente 3 minutos 24 segundos.
- ¿Qué?- volvió a repetir Diana, abriendo al bocadillo y viendo que contenía todo lo que había dicho, a pesar de no haberlo probado y ni siquiera haber abierto el pan. Esto es increíble. No sé si impresionarme o asustarme, todo esto es muy raro...
El camarero me indicó que me fuera del bar o podría causar más problemas, que me lo llevara afuera. Le devolví el bocadillo: tengo alergia a la mostaza. Por suerte, y bajo amenaza de revelar la información comprometedora sobre el bar que conocíamos, me devolvieron el dinero del bocadillo, e incluso nos dejaron gratis el que Diana se había comido.
Yo me sentí algo culpable, pero Diana dijo que 'se lo merecían'
Ya había descubierto mi superpoder: analizar la sustancia de las cosas de una forma asombrosa.
Diana me dijo que se tenía que ir. Supongo que sería una excusa, que la había asustado. Es difícil compaginar los poderes con una vida normal. De todos modos, me pidió mi número, por si algún otro día queríamos quedar. Le dije que si también me daba el suyo pero me dijo que no me preocupara, que ya me llamaría ella. Me dejó a medias, no sabía exactamente si podíamos ser amigos, no quería verme más y lo había dicho para quedar bien o incluso al haber leído en mi diario lo de guapa se esperaba algo más.
Nos despedimos con dos besos. Y, de nuevo, involuntariamente, utilicé mi poder. Supe cosas de ella que jamás quise saber.




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