Supergiro-Komikaze(21)
DANDO LA NOTA
Hola, soy Steven de vuelta. Quería hablaros del maravilloso poder de la música. Sí, acabáis de descubrir que Diana tiene poderes y estoy cambiando de tema, pero si habéis llegado hasta aquí es señal de que tenéis la suficiente paciencia como para aguantarme, a mí y a mis cambios de tema.
Este fue uno de los primeros días que tuve poderes, pero que nunca os había contado. Parece que después de recuperar la memoria también he recuperado recuerdos que creía olvidados.
Bueno, la palabra música significa “el arte de las musas” (viene de musa), al igual que la palabra s 'secretario' significa 'el que guarda secretos' (con todas las veces que la he oído nunca me había fijado) No puedo vivir sin música, hasta en mis días más estresantes he escuchado al menos alguna canción. Compongo de vez en cuando, y sé tocar un montón de instrumentos (tocarlos, otra cosa es hacerlos sonar, y un paso más es que suenen bien) Desde que era bien pequeño podía pasarme horas y horas, aprendiéndome canciones que escuchaba en un anuncios o de series, o creyendo que había compuesto algo maravilloso cuando sin darme cuenta lo había plagiado. Sin darme cuenta, repito, era mi subconsciente.
Como podéis imaginar, mi superpoder aquel día tuvo que ver con las hamburguesas. Digo... con la música. Cuando escribo mientras tengo hambre o sueño empiezo a desvariar, y me da pena tachar para que no quede feo. Podría escribir con lápiz y borrarlo, pero he perdido el sacapuntas. Y el lápiz.
Al despertarme me puse una alarma de una canción aleatoria (tengo programado el móvil así para variar y no cansarme) En esta ocasión tocó rock duro, así que ya que estaba desperté al resto de mi familia, con la consecuente regañina. La verdad es que el susto me duró varios minutos, aunque por otro lado me desperecé en cuestión de segundos. Era un día nuevo, por encima fin de semana.
Yo siempre he sido muy activo, y hasta los fines de semana siempre tengo algo que hacer. Para mí el tiempo libre son los minutos que me paro en casa a comer, y un ratito que estoy viendo la tele. Pero pienso que cuando te mantienes ocupado en cosas que te hacen felices, también es tiempo libre, o al menos, tiempo que no te importa gastar.
Y aquel día no era diferente. Tenía que levantarme desayunar, llevar a mi hermano pequeño a una actividad a la que...
Mi hermano pequeño. Es verdad, pocas veces os he hablado de él. Bueno, de hecho creo que solo en una ocasión, una vez que se metió conmigo. Es más pequeño que yo, pero casi más inteligente que yo diría. Muy espabilado, tiene un vocabulario muy superior a su edad. Es un poco trasto, hay que decirlo todo, pero se le aguanta.
Mi hermano va a una actividad los sábados por la mañana de deporte, mi padre está empeñado en que no puede tener nada entre semana que le quite tiempo para estudiar y por eso los fines de semana, muy temprano, de diez a once, se va para el polideportivo. Según me cuenta, se lo pasa bien. Al menos le noto más relajado cuando viene, pero no me dejan quedarme a verle. De camino al polideportivo, que nos lleva una media hora, me dedico a hablar con él y a que me ponga al día de su vida. Yo intento contarle cosas, pero decide que su vida es más interesante y vuelve a su tema, yo no se lo tomo en cuenta, obviamente, y contribuyo con mis chistes malos y tonterías para que siempre acabemos con una sonrisa.
Ese día me contó que se había inventado el examen porque se le olvidó que lo tenía, pero que había contestado a todo, que además luego al hablarlo con sus compañeros la profesora se había equivocado y lo había puesto un día que no era, que en el recreo un compañero había salido de urgencias por intentar saltar la valla y hacerse una brecha en la cabeza... vamos, lo normal en un día en un colegio estando mi hermano cerca.
Sorprendentemente, se calló. Había un puesto de helados, pero a mí hermano, como a mí, no le gustan. Empecé a escuchar una canción que había escuchado justo el día anterior.
A mí se me quedan las canciones en la cabeza, bueno, como a todo el mundo. Pero ocurre algo curioso: se me queda la última canción que he escuchado, por más pegadiza que sean las anteriores. De modo que cuando se me mete una canción solamente tengo que escuchar otra. El problema es que una sustituye a la otra, y así se puede formar un bucle infinito.
Por eso, intenté pensar en otra canción, una de una serie que veía con mi hermano cuando éramos pequeños. Unos segundos después, dejamos de escuchar la canción que sonaba y en ese momento la canción que sonó era la de esa serie: 'Los anacardos crujientes', un éxito nacional.
Mi hermano sonrió, aunque era muy pequeño para entonces ese sonido le era muy familiar.
- ¿Cuál es tu canción favorita? -le pregunté.
- Pues...
Se quedó callado durante treinta segundos, no sabía escoger su favorita y por eso no decía ninguna. Conociendo a mi hermano le dije:
-
Dime una que te guste aunque no sea tu favorita.
-
A vale, pues.. 'A world ahead of us”
Mi hermano va a un colegio bilingüe así que no le entendí muy bien. Y lo que yo quería era impresionarle ya que al parecer mi poder era controlar la música. Pero si nunca había escuchado esa canción, no sería capaz.
- Vale, muy bien. Y ahora una canción que hayamos escuchado tu y yo.
Antes de que la dijera, puse una en la que creía que podía estar pensando, y se quedó impresionado, como si fuera el mejor mago del mundo y le hubiera leído la mente. De hecho, ya habíamos llegado al polideportivo, pero no se quería marchar de mi lado, y eso que le encantaba el deporte.
- Anda, que te están esperando. Luego te vengo a recoger.
- No, no, me voy yo solo que soy mayor.
Curiosamente, mi hermano era mayor para venirse a casa, pero para ir para allá siempre me pedía que le llevara. Yo creo que era por el kiosco, que no abría hasta más tarde y si iba con él le tocaría compartir.
- Venga, vale, campeón. Hasta luego.
Yo seguí experimentando con la música, y pensé en mi canción favorita. Yo iba feliz de la vida, llevaba altavoces en mí mismo. Tenía que aprender a transformarlos en auriculares, es decir, que sólo pudiera escuchar yo mi música. Siempre me han caído mal las personas que ponen la música a todo volumen y van con las ventanillas bajadas del coche. Pero yo tenía excusa, no lo podía evitar.
La música salía de mí, hasta notaba algo de vibración en mi cuerpo. A veces la gente me decía palabras que me recordaban a otras canciones y entonces quedaba un popurrí súper raro. Hasta que alguien me lanzó una piedra por la ventana, entonces la música se detuvo de repente. Claro, mucha gente estaba durmiendo. Menos mal que la había esquivado.
Tomo nota: estar a punto de morir apedreado hace que pienses en otra cosa. Pulsé el botón de mi reloj que ponía AUTOMATIC. Así la música seguramente se ajustaría a lo que yo quiero, y no a mi alocada mente que va por otro lado.
Estaba en el paso de cebra cercano a mi casa, y volvió a sonar la música, aumentando de velocidad cada vez que estaba a punto de ponerse el paso de cebra en rojo.
Aunque ya había pasado el paso, la música siguió aumentando de velocidad. No era por el semáforo, sino porque había un grupo de policías que se dirigían a mí con cara de pocos amigos.
A ver qué les podía decir...
- Baje la música, señor.
Al haber pulsado el automático, ya no era dueño de mi música, y como era un momento tenso, la música cada vez sonaba más fuerte y más rápida ,de modo que me dañaba mis propios oídos.
Volví a pulsar el botón y se desactivó el modo automático. Tan fácil como eso.
- Por favor, respete a la comunidad. Queda mucho día por delante, y bueno con eso no quiero decir que pueda ir con la música a ese volumen en otro momento. De momento, le voy a requisar sus altavoces.
- Pero...
- No hay peros. O una multa de 30€
No me quedó otra que pagar la multa, por suerte me había encontrado un billete de cincuenta el otro día, pero en lugar de comprarme un juego de mesa nuevo tenía que solucionar esto de algún modo.
De repente, el botón de mi reloj cambió. FUTURE.
Desgraciadamente, ya no me atreví a pulsarlo. Me hubiera gustado saber qué pasaba.
Me puse música clásica para relajarme. Y efectivamente, me quedé dormido, lo cual me dio bastante rabia porque no me levanté hasta la hora de comer y desaproveché toda una mañana de fin de semana.
Me fui a hacer deporte con Gerónimo, estuvimos jugando al ping pong y aunque ninguno de los dos acertábamos dentro de la mesa la mayoría de las veces, pasamos un buen rato igual. Después nos compramos unos bocadillos, y estuvimos dando una vuelta por el centro de la ciudad hasta que volvimos a casa.
Buscamos lugares en los que no hubiera mucha gente para que el tema de la música no hubiera un problema. Llamé un poco la atención, pero no fue a mayores.
Estaba deseando que acabara el día y en cuanto me tumbé en la cama agradecí que hubiera ocurrido por fin.
La cosa fue al levantarme al día siguiente, el problema no había desaparecido. Mi reloj seguía marcando el mismo poder.
Oí un ruido en mi habitación. Seguro que era mi armario otra vez, el tener las cosas metidas a presión tiene un límite.
Era mi hermano, otra vez llamando la atención. Me acerqué a él con ganas de darle una colleja, pero me miró dando pena pidiéndome que jugara con él.
Jugué un buen rato con él, hasta el momento en el que hiciéramos lo que hiciéramos se quejaba de que se aburría, y se me habían agotado las ideas. Entonces sí que decidí pulsar aquel botón. FUTURE.
Y no pasó absolutamente nada. Lo pulsé varias veces, como cuando estoy enfrente de un semáforo, que parece que por hacerlo se va a poner antes. Pero todo seguía igual: yo estaba con mi hermano en la habitación, llamé a Whanzal, a mi primo, a Diana... todo estaba correctamente.
Mi hermano tenía que hacer los deberes, y la verdad es que yo también. Mientras colocábamos nuestra mesa para ponernos juntos (así él se animaba, aunque me distraía bastante porque no paraba de hablar), encontré una foto dentro de una carpeta que daba por perdida.
Era de mi familia. Y digo era en plan nostálgico, porque mis dos abuelos por parte de madre murieron. Me entristecí bastante, y eso que ya había pasado bastante tiempo. Pero claro, ya no estaban.
Empezó a sonar una música bastante triste que aumentó aún más mis ganas de llorar. Pero mi familia se me adelantó, empecé a oír un montón de llantos. Y no solo en mi casa, también en las de al lado.
Llamé a Diana, ella conocía mejor que nosotros mismos nuestros poderes y podía solucionar mi problema: estaba atascado, siempre con el mismo.
Tenía la voz congestionada, pero me dijo que vendría en un momento. Y el momento eran tres segundos, los que pasaron hasta que escuché la puerta de mi casa. Salí afuera, aunque hacía frío, porque mis padres todavía no la conocían, y sinceramente, tampoco me apetecía, demasiadas complicaciones tenía de momento.
Pensándolo bien, tampoco era para tanto, simplemente una vida un poco incómoda por lo de la música. Pero ahora estaba haciendo sufrir a los demás, porque al poner una música triste todos habían empezado a llorar. Bueno, eso tiene algo de lógico.
Salimos a un parque de al lado, y antes de que le pudiera explicar nada, saltó:
- ¿Qué? Pero ¿por qué has pulsado ese botón? ¿Todos los botones que ves los pulsas? Ahora toda la música que escuches o en la que pienses afectará a la gente... y a sus decisiones. De ahí lo de futuro, hasta a mí me ha afectado esa música. Acabas de provocar una depresión generalizada. A los que estaban deprimidos, los has hundido y a los que estaban hundidos... bueno, espero que aún sea pronto para ponernos en lo peor.
- Bueno, todo se puede revertir.
- Sí, pero para ello habrá que destruir el reloj, para que se anulen sus efectos.
- ¡¡¡Vale!!!- grité, y de forma impulsiva, pisoteé el reloj.
- ¿¿¿Pero qué haces otra vez??? ¿Puedes limitarte a escucharme un poco? Cógelo del suelo.
Por suerte estaba intacto, era de bastante calidad.
La mano de Diana comenzó a brillar y a ponerse al rojo vivo, y el reloj se pulverizó. Diana me dio otro idéntico, pero con una programación para no poder hacer nada malo con los botones. La verdad es que esa ayuda no me había venido nada mal. Pero aunque no afectaran a la gente, aún seguían escuchando la música.
- Deja de pensar en reggaeton por favor. Qué horrible- me dijo.
Yo lo hice involuntariamente, acababa de pasar cerca de una tienda en la que solo ponen eso, y yo retengo la música muy fácilmente.
En el centro de investigación...
- Bueno Steven, ya estamos aquí. ¿Te has mareado en el viaje?
- …
- Veo que sí, estás muy callado. Puedo modificar tus células para que avances de poder, pero todo tiene un coste.
Iba a sacar un billete de veinte euros, pero...
- Espera. No te agobies. Me refiero a que, en cualquier momento, te puede volver a pasar. Y esto sólo lo puedo hacer una vez. Si hay otra vez que te quedes atascado con tus poderes, ni yo sé cómo podríamos solucionarlo.
- Bueno, eso es un mal menor. Si no me ha pasado hasta ahora, tardará en volverme a pasar, o mejor, no me pasará nunca.
- No te confíes tanto. Bueno, cierra los ojos, y cuenta hasta 3...
-1 …
Noté un dolor muy agudo en el pecho, y después un alivio profundo, me sentía ligero, ágil, lleno de energía.
- Ya está... Quería pillarte desprevenido. Espero no verte hasta dentro de mucho tiempo. Y no te sientas mal, solamente quiero que esté todo en orden.
- Ah, bueno...
La verdad es que Diana había cogido mucha confianza. Se metía conmigo, me mareaba, aunque tengo que admitir que sabía mucho más que yo.
Llegué a mi casa, alegre, porque como casi siempre, todo había salido bien.
Mis padres me estaban esperando. Qué majos, como siempre.
- Tenemos que hablar.
Mi hermano, al verme llegar, se escondió en su habitación. ¿Qué les habría contado?




Comentarios
totoro17 - hace más de 8 años
A mi me gusta mucho la música. De echo este es mi segundo año en el aula de música de los rosales toco el clarinete. Todavía no estoy en la banda chica y quiero ser un guadalrosal a si es como se llama la banda en Los Rosales pero para meterte tiene que esforzarte mucho.
spidrmancoy - hace más de 8 años
Qué bien. Yo me compré una flauta travesera, pero aún no sé tocarla muy bien. Cuando acabe de estudiar si tengo dinero y tiempo me gustaría apuntarme.
No se pueden incorporar más comentarios a este blog.