Carta de amor
La primera vez que te vi no fui capaz de rozarte, sólo pude observarte desde arriba. Mis nervios se aceleraban a medida que te acercabas y observaba tus calles, tus edificios, tu piel. No era fácil tenerte tan cerca y aguantar los latidos de mi corazón caminando deprisa hacia ti, ansiosos por recorrerte, por torcer en tus esquinas, conocer tus calles y cruzar tu río. Río de plata oscura que te hace inconfundible, que forma parte de tus ojos. Río con curvas que también cruza tu arteria, tu pecho, y te da sentimientos, una historia de vida. Río oscuro al que me gustaba llamar Támesis.
Támesis en el que cerca aterrizaba cuando al poner mis pies cerca de ti, te abrazaba. Ya estaba contigo, y no en las nubes. Siempre lo diré, y es que tienes algo especial, algo que otros no tienen, que les falta. Puede que sea ese matiz gris con el que siempre me recibes, esa forma de mantenerte serio pero hermoso, frío pero agradable, tan diferente a ese sol del que vengo, sol tal vez demasiado cálido por culpa de los demás, o sol tan abierto, tan amarillo gritón.
Pero quizá me equivoque, y en realidad lo que te diferencia sea esa manera de dejarme sin aliento cuando escucho tu idioma, aún con latidos de corazón acelerado en mi mano. No sé qué es, pero me encanta. Y no es lo único, pues a parte de tu arteria de plata, te construyes en dorado. Un dorado brillante, indescriptible junto a tus latidos oscuros. Dorado alto por el que hablas y me das la hora cuando te la pregunto. Oro cambiante y a veces lleno de niebla cuando duermes por las noches, abrazado pero latiendo a ritmo distinto que aquello que se ha hecho en plata.
Eres también historia, y eso me encanta. Me hablas de Lores y Comunes, de bombardeos y de guerras. De fiestas, de ciencia, de misterios. Me cuentas tus resistencias, y como a veces te viste solo y sobreviviste. Y mientras tanto, te camino con la vista, me entusiasmo. Quiero saber más de ti y me pierdo sobre tus calles, me enamoro. Bajadas, subidas, plazas. Trafalgar Square y lo mucho que te gustan las palomas. Oxford Street como hilo que se sale de tu ropa. Picadilly y lo mucho que te gustan las películas.
Eres tanto que a veces olvido que cuando te lo digo te sonrojas, y cambias a rojo. Tal vez este también sea tu color, pues siempre que te veo, te recorre. De abajo a arriba, de arriba abajo, en diagonal y por calles estrechas. Siempre hay algo de rojo por ahí, bien a cuatro ruedas, o a veces en cabina. Pero siempre rojo. Roja también es tu ropa, y me gusta cuando la combinas con esos sombreros negros tan únicos tuyos y vas a algún castillo, o a ver a tu madre, Reina ella.
Y al igual que único es tu exterior, también lo es tu interior. Miles de ideas te recorren cada día para ir al trabajo mientras otros muchos coches negros giran en la rotonda de tus hombros. Te pierdes pensando en estaciones de tren antiguas y en magia, de carritos atravesando paredes. Escuchas música de los sesenta, algo así llamado Beatles. Vas en traje negro y si llueve sacas miles de paraguas a juego. Investigas un rato por Baker Street y comes rápidamente fish and chips para volver a tu trabajo, a la tarea de ser extraordinario, de enamorarme y no querer dejarte nunca. De querer seguir sin encontrar la salida entre tus calles, ni el viaje de vuelta, ni la hora de irme, sólo para quedarme con tu gente hasta tarde. Para salir de pub en pub y conocer a todos aquellos que parecen callados, educados. Perderme aún más en tu cultura y tu forma de conocer las cosas.
Y es que aún vas más allá de todo esto, pues después de tus bordes, de tus esquinas coloreadas de ladrillo y tus tejados inclinados, existe la misma sensación en otras muchas de tus ciudades, a veces cuyos límites no son campos y son mar, o a veces ciudades donde ríos a menor escala son el mejor lugar para perderse. Y sé que es otro de nuestros típicos temas de conversación, pero me encanta cuando me duermes hablándome de Ramsgate o Cambridge, o de Broadstairs o de Norwich hasta que caigo dormida, y todo esto se convierte en sueños que en algún momento serán parte de mí, de mi día a día. De mi corazón acelerado cuando te pise, o piense tus calles.
Te amo, Inglaterra.



Comentarios
partyflipa - hace más de 11 años
Qué chula. Qué ganas de escribir me han dado leyéndote ;)
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