Nostalgia de Verde: Todo aquello que no te dije pero debería haberte dicho
Siento haberme ido sin decir adiós. A veces las despedidas son difíciles. Tal vez son como coger un avión y preparar la maleta en un intervalo récord: siempre olvidas algo importante. O tal vez a veces una despedida es tan repentina que ni siquiera sabes que lo es. En cualquier caso, lo siento. Sé que fue más culpa tuya que mía, pero si no me dejabas ir rápido, hubiese perdido mil aviones por ti, o hubiese dejado mil cosas importantes por el camino, depende de cómo quieras verlo.
Es extraño despertarse y que no estés. Siempre me dormía antes de recibir tu último mensaje… Aunque a veces lo pienso y llego a la conclusión de que todos tenemos esa última persona de la que cada noche nos despedimos con un buenas noches, pero de la que no leemos despedida, si no que dejamos su mensaje en la bandeja de “No leídos” con la única finalidad de despertar al día con una sonrisa.
La gente dice que no me preocupe, que los “buenas noches” están sobrevalorados, que si quiero un “te quiero” pueden conseguirlo a la vuelta de la esquina. Que ya el amor no es lo que era. Que todo viene y se va deprisa, que ya estropearé otra canción dedicándosela a alguien que luego no merezca la pena.
Pero lo que no saben es que en muchas maletas de despedida siempre quedan cosas por decir. Cosas que se olvidan y se dejan por el camino. Cosas que, cuando algo termina, son así como cosas que no deberías decir pero tienes que decir aunque no debas decirlo. Y a todos nos pasa.
Aún tengo esas canciones en mi móvil. He tardado un mes en poder escucharlas, y ahora, por tu culpa y solo tuya, me llevan a ti cada vez que las escucho. Tienen algo diferente. Palabras que huelen a ti.
Y Su melodía me lleva a un césped que no pude ver crecer lo suficiente. A verde. A tu mano cogiendo la mía casi con tanta fuerza que me hacía daño, y diciendo, entre dedos entrelazados, un “quédate conmigo” que no duró mucho. A perderse en el centro de una ciudad y encontrar el campo, la soledad de dos, el silencio cómodo, lo diferente. Al repaso de tu cuerpo, tus roces, tu forma. A noches de insomnio deseado frente a una pequeña pantalla, o pensamientos con un techo blanco como acompañante. A dejarme caer sobre tu pecho y escuchar latidos acelerados.
Y eso era parte de mi maleta, de mis cosas perdidas que no te dije, en la cual también había complejos, y es que son típicos de esta sociedad algo exigente. El primer error, creer que el amor se busca. Que podemos hacer un prototipo de aquello que queremos. Que todo será perfecto y nosotros seremos algo menos que esa persona. Que el otro siempre tendrá razón. Y tú me advertiste de tener cuidado con eso, diciéndome que cada cosa llega en su momento, que no corras detrás de algo que parece un todo pero puede ser nada. Que no te conformes con menos y jamás te rindas. Experimenta y aprende, vívelo todo, sorpréndete.
Otra gran atadura que tú conociste fue esa que hace que las personas no se valoren lo suficiente cuando en realidad tienen grandes dones. Me hablaste de olvidar el maquillaje o de no pasar horas en el gimnasio, si no de aceptarte como eres y potenciar todo aquello que en ti vale. A mi lado cero complejos y cero mentiras, como decías mientras compartíamos piruletas en forma de corazón.
Y es que me negarás que todo eso no era de diferente. De ti.
La gente pierde muchas cosas por las prisas. Yo espero no dejarme nada, aunque es difícil cuando tienes tanto que decir.
Tal vez te diría tantas cosas como teclas tenía tu piano, aquél que jamás te escuché tocar. Siempre me recordaste a las teclas negras, pues no eras tan común como una blanca. Y es que después de encontrarte y perderte organicé un largo viaje en busca de diferentes como tú, de tardes sobre el césped y de miradas entrecerradas, por ver si no habías sido una corta realidad basada en sueños. Caminé y experimenté, encontrando alguna otra tecla negra, pero ninguna brillaba tanto como tú.
Y tal vez brillabas por único, por extraño entre iguales. Me hacías ver Alatriste y entender por qué Íñigo dejó de escribir versos. Eras tan simple y la vida te había herido tanto que hacías que olvidase el mundo para fijarme sólo en ti, siempre sin conocer nada. Hacías que me perdiese en una mirada de ojos marrones que no encuentro ahora por ningún lado, sintiéndome así yo quien ahora no encuentra el camino de vuelta. Me hacías sufrir cuando hablabas del pasado y sus vacaciones lejos de mí. Eras exigente y eso me gustaba, me hacía ver que aún hay personas que persiguen aquello que quieren y no lo que se les impone. Me hacías pensar sobre preguntas que bañan a la sociedad diaria. ¿Somos superficiales? ¿Miramos sólo en nuestro bien?
Eras algo extraño, misterioso pero único, con un toque de inexplicable. Extrañas eran hasta tus caricias, buscando cervicales y cinturas, pero siempre con delicados y perfectos movimientos que es imposible resistirse a extrañar. Lástima que aquella despedida a las doce de un miércoles fuese tan real como este pequeño sueño.
Despedida que yo también comienzo a terminar, pues creo que mi maleta ya está llena de esas cosas que buscaba decirte pero que tal vez nunca sabrás. Ya está todo más o menos guardado, a excepción de ese colgante que siempre llevo conmigo y que estuvo tres días contigo, escondido debajo de tu ropa, rozando tu pecho.
Tan sólo recuerda que esta maleta siempre será verde, porque verde te conocí, y verde es el color de la esperanza para volverte a ver algún día, verde para tal vez volver a soñar.




Comentarios
flashali - hace más de 11 años
Qué bonito. Me encantan tus posts... me parecen muy... llenos de sentimientos.
_dennaselen - hace más de 11 años
Me encanta mi niña es espectacular. Solo leyendolo reconozco que se me han escapado algunas lagrimas :3 La pasion la sutileza y el empeño hacen del post algo impresionante, excepcional. Enhorabuena! Te felicito.
julialalala - hace más de 11 años
Gracias, jo, de verdad :D
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