Él.
La muerte me abrazaba mientras la vida se cansaba de agarrar mi mano y se alejaba de mi alma como si odiara el reflejo de mi mirada. Mientras esa dama, vestida de negro, me susurraba al oído las palabras que aquel monstruo me escupió en la cara; la imagen de aquel talante lleno de lujuria pasaba por mi cabeza y me recordaba cada herida que me hizo, el dolor de su mano golpeando mi espalda, forzando mi ser.
Aquel mirador que elevaba mi cuerpo para que todo el mundo fuera testigo del final de aquella humana que nunca tuvo oportunidad de poseer una sonrisa verdadera en su rostro, me levantaba mientras el viento empujaba a la vida y la apartaba de mis dedos. Esa avariciosa mujer me agarraba, me abrazaba y me seducía con su voz, prometiéndome un final digno para poder hacerse cargo de mi cuerpo y disfrutar de mi eterna tristeza. Entonces, en aquel instante en el que mis lágrimas quedarían selladas en las alturas, apareció él entre la niebla. Aun no alcanzo a entender como lo consiguió, pero hizo aparecer el sol en un segundo, esa luz que llevaba toda la vida buscando me despertó y me ayudó a luchar contra aquel dolor en el pecho, ese sentimiento de vacío que escocía más que cualquier herida mal curada.
Su figura caminaba con paso firme delante del sol, creador de la silueta de un hombre que caminaba para sobrevivir y que no vivía. Su rostro me regaló una mirada firme y llena de fuerza.
Se acercó y me agarró de la mano; en ese momento, me di cuenta de que lo que se llevó el viento solo fue una existencia llena de mentiras y que ahora se depositaban entre mis dedos, aquella felicidad tan ansiada. Ella se fue muy lejos, con sus vestimentas negras y sus falsos pensamientos, porque yo encontré un pecho sobre el que reír y llorar al mismo tiempo.
Aún recuerdo ese primer día, tumbados en el césped mientras la luz del sol nos bañaba con sus diversas tonalidades y se reflejaba en nuestras sonrisas. Seguimos danzando mientras nuestra luminosidad encendía el atormentado mundo, pero topamos con un desconocido capaz de superar nuestro brillo y se atrevió a susurrarle entre diente y diente: “Es la mujer de tu vida, ¿eh?” Nos miramos y reímos más que nunca, nos besamos sellando aquella deducción que creímos tan exacta.
Y entre besos, caricias, sonrisas y suspiros llegó la hora de entregarle el candado que aprisionaba a mi alma, que no la dejaba ser libre. Aquella tarde pude sentir como alcanzaba el cielo con las yemas de los dedos, ese suave tacto a algodón.
Pasaron los meses y seguimos caminando forjando sonrisas, escupiendo palabras, ignorando las críticas de aquellos que nos envidiaban. Juntos supimos decir adiós a aquella vida que nos pisoteaba y nos hundía en un hoyo cada vez más profundo porque, juntos, supimos escapar y disfrutar del exterior, del aire fresco, respirábamos vida y soltábamos ese humo negro responsable de los malos tiempos.
Él me dio fuerzas para afrontar aquel gran cáncer, mi barrio, me apretó de la mano bien fuerte y me hizo salir de allí. ¡Qué gran razón tenía cuando me decía que conocería buenas personas! Así sucedió que la esperanza demolida de encontrar gente valiosa volvió a enderezarse y poco a poco mi corazón dejó de aferrarse a los recuerdos de falsos amigos para sujetarse a los momentos que estaba presenciando con otros nuevos.
Pero mi alma está destinada a sufrir de nuevo y toda esa luz se esfumó. Apagándose poco a poco, mis fuerzas se debilitaron y mi mano dejó de sujetar la suya escogiendo un camino que carece de farolas, de luciérnagas que iluminen las señales con las que la vida me obsequia de vez en cuando. En un abrir y cerrar de ojos, él ya no estaba a mi lado y ella volvió a aparecer de nuevo, esa cara emblanquecida, avariciosa volvió a refugiarme entre sus brazos.
Nada dura eternamente, nada es para siempre, solamente esta maldita soledad que reaparece día tras día mientras me pregunto el porqué de mi desdichada vida. Ahora solo puedo levantar la cabeza, abrazar a esas personas que él me dio la oportunidad de conocer, fingir una sonrisa mientras esta cicatriz escuece, ser fuerte y huir de los brazos de esta reina de corazones. Huir a oscuras con la certeza de que puedo tropezarme con cualquier piedra porque él, ya no está para iluminar mis andares.
Dedicado a aquella persona que me salvó la vida.




Comentarios
jorgerivi - hace más de 11 años
Jo. Que profundo. Este post me hace recordar a una persona que fue importante en mi vida, y me ha dado por llorar. ;__; [Buen post compi. ;)]
corcheita44 - hace más de 11 años
Precioso. Y me encanta la música que escoges para tus posts. Es divina. *-*
lissie - hace más de 11 años
No llorees DDDDDD: Lo bueno de las personas importantes es que aunque se vayan, siempre queda su recuerdo en la memoria :) Para mí, lo más importante a la hora de escribir es encontrar una buena melodía que sea bonita e inspiradora; me alegra que te guste :3
partyflipa - hace más de 11 años
Me encanta. Gracias por escribirlo y compartirlo. Mi parte favorita es ésta: "Él me dio fuerzas para afrontar aquel gran cáncer, mi barrio, me apretó de la mano bien fuerte y me hizo salir de allí. ¡Qué gran razón tenía cuando me decía que conocería buenas personas! "
lissie - hace más de 11 años
Me alegra que os haya gustado :3
rocio_dreamcatcher - hace más de 11 años
Ha sido tan bonito, tan conmovedor :") Me has atrapado con esa música y esa forma de escribir. ¡Es perfecto!
atenea - hace más de 11 años
Eh. Gracias por pasarte por mi blog. Si no no me animo a visitar los vuestros. Pero ya habia leidp algo tuyo. Oye. Me encanta la paz que das al escribir. Eres de esas personas que al leerlas buscas analizar cada palabra y no querer avanzar. Me ha encantado
lissie - hace más de 11 años
Gracias a ti tambien por pasarte :3 Me alegra mucho que te guste ^^
Calcifer - hace más de 11 años
Nada es para siempre, pero algunas cosas duran una vida o dos... y a veces, con eso es suficiente.
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