Cibercorresponsales

Historia de un viejo cowboy.

Publicado por lissie el 17/02/2014 · Categorías: Creación

Llegas al fondo del vaso y lo vuelves a encontrar vacío; igual de desocupado que los ojos muertos de aquella dama que un día te sedujo con tan solo una mirada. ¿Recuerdas cuando la susurrabas al oído que un cowboy nunca se rinde? Mírate ahora, sentado en la barra del bar, con el sombrero tendido en el suelo al igual que tu figura en la sombra de ese vacío infinito que nunca acaba.

Vuelven las nubes negras a reinar en tu cabeza y esa señorita, que desaparece por momentos de tu cabeza, tiende a recordarte lo lejano que te encuentras de ella. ¿Quién te diría lo azulado que podría ser el cielo?

Al levantar el polvo del viejo oeste, entre el susurro metálico de esas botas desgastadas, te ciegas y no ves nada, sustituyes el olor de la arena por el recuerdo de su perfume que perturbaba hasta el más puro pensamiento, que enternecía hasta al más rencoroso caballero. Ella está ausente; falta en tu caballo, galopando al trote mientras te mira y sonríe con su llamativa ternura. ¿Recuerdas como sus mejillas sonrojaban?

Y cuando llegaba la noche, las yemas de sus dedos recorrían tu cintura, sus senos arropaban el sentimiento escondido en ese triste corazón negro, su voz llamaba a los ángeles mientras las sábanas se calaban. El navegar de su pelo entre tus enormes dedos, su ondular al ritmo del movimiento, ese color que iluminaba tu estremecimiento. Mas, ¡qué tierno recuerdo el de su mirada!

Levantaba pasiones, ahogaba marineros, destruía las ilusiones de don quijotes, amarraba cazadores de corazones. Ella conseguía que tu cabezonería quedara enladrillada en los muros de aquella casa. Un necio como tú que, con su sola presencia, se amansaba. Y entonces, la paz reinaba entre la distancia de dos cuerpos que se amaban.
Aquel hombre capaz de mover montañas, un viejo cowboy derruido por el paso del tiempo y la ausencia de la mujer a la que amaba.