Al borde del abismo
Sientes tu corazón en un puño, que apenas puede latir por la presión al que le somete el puño de la angustia y la desesperación. Tu respiración es agitada y la sangre no puede distribuirse tan bien como debiera por el cuerpo debido a la presión del corazón.
Un sudor frío empieza a recubrirte la piel, resbala lenta y parsimoniosamente haciendo unas cosquillas que sin embargo no te hacen reír. Sabes que el final podría estar cerca, a tan solo unos pasos. Lleva meses sufriendo por mil dolencias que le aquejaban y suplicando que alguien pusiese final a su martirio. El dolor a veces le obnubilaba haciéndole desvariar en la cama, tumbado boca arriba y con tan solo una camiseta de tirantes a pesar del frío que había en la estancia.
-Mis hijos, mis hijos, traédemelos... Siento mi final...-implora con voz quebrada y parecida a la de un loco.
Tú ves su decadencia impotente. ¿Qué mas puedes hacer para aliviar su dolor? Has consultado a médicos, a especialistas de todo tipo, mil foros en internet y tantos y tantos libros... Mil noches sin dormir, mientras por el día tenías el atenazamiento y el miedo de que en cualquier momento sonase el móvil para comunicarte la trágica noticia. Su vínculo contigo es cercano, ¿qué puede unir más que pasar nueve meses juntos?¿qué puede unir más que el amor materno? ¿qué une más que tener conocimiento de que ha sido creado por ti y ha estado en lo más recóndito de tu ser? Puede que tras el nacimiento el cordón físico se rompa, pero el etéreo, la verdadera conexión nunca se pierde por más que uno lo intente. En cuanto uno tira del otro, enseguida va a buscarle con una rapidez galáctica. Si esa conexión se rompiese, el otro lo sabría al instante.
Y aunque no fuese así, sino que hubieses querido dar cobijo a un pobre ser al que sus verdaderos padres han abandonado por verse incapaces de criarlo o darle otra vida mejor. A base de criarlo, de mimarlo, de educarlo, de concederle sus caprichos se acaba formando el mismo vínculo inquebrantable.
Pero no solo se crea con la madre, también con el padre. Pero este siempre suele resistirse más a crearlo, quién sabe la razón de cada individuo. El caso es que suele producirse de ese modo. Un día hablaremos sobre el papel de ambos progenitores en la crianza de su hijo y en la conciliación, ese deseo inalcanzable para muchos con sus hijos. Esa frustración por no poder manejar y compatibilizar la vida laboral con el deseo de ser padre. Y cómo siempre parece ser claro el que va a dedicar más tiempo a lo segundo. Aún así, a muchos les sorprende todavía que sus hijos apenas les reconozcan.
Pero, por más que te duela el ver a tus padres enfermos, tú tienes una familia. Tienes que ocultar los detalles a tus hijos que tanto le quieren para que no sufran más de lo deseado, mientras al mismo tiempo esperas que nunca le olviden por lo que significó para ellos. Lloras abrazada a la almohada con el sonido de fondo de cualquier programa en la televisión para que amortigüe el ruido. No quieres despertar a los que ahora duermen. Pero tras un día agotador te sobrevienen los recuerdos y las preocupaciones en el hogar, y te resulta imposible conciliar el sueño por más que tu pareja intente consolar tu desenfrenado llanto. No puedes olvidarlo.
Te levantas por la mañana. Suena la voz quebrada de tu madre al teléfono. Está muy grave, escupe un extraño líquido marrón. Temes lo peor. Debería hablarse más de la muerte, a todos nos llega y si no fuera un tema tan tabú quizás estuviésemos más preparados.
Otra cosa no, pero a vida eterna pasamos todos más tarde o más temprano. Y habría que asimilar la idea más despacio, con calma. Para no encontrarla de pronto la guadaña en la esquina y lamentar no hacer las cosas como se debiera. El tiempo pasa muy deprisa, a penas podemos degustarlo con placer...hasta que un día, el reloj se detiene para siempre.

Quotidie mourimur:
"Lo que llamáis nacer es empezar a morir,
lo que llamáis vivir es morir viviendo,
y lo que llamáis morir,
es acabar de morir"



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