Seis velas y un destello
Ahí estaba yo, como el primer día que entre a la parroquia. No es que me acuerde de la primera vez que fuí, sino que para mi era siempre la misma ilusión la que me embargaba al entrar. Era como mi segundo hogar. Aún después sigue siendo un lugar mágico. Me recuerda al santuario de Torreciudad, donde es rector mi tío abuelo. Ese santuario siempre fue para mí un misterio, con su amplio altar, del que a su derecha brotaba un órgano dorado protegido por mármol, y a su izquierda la sacristía en una capillita aparte. Y todos los pasillos y escaleras. Mi tío nos guiaba subiendo escalinatas hasta arriba del todo, donde hora tras hora los tañidos de las campanas cruzaban la enorme plaza, el embalse y los montes más cercanos. Al llegar la Semana Santa siempre espero impaciente a reunirnos con él para la celebración de los oficios. El incienso impregnando la sala y, a oscuras, millones de lucecitas de velas encendiendose mientras la voz profunda de mi tio va expandiéndose. Pues así miraba yo de pequeña el altar. Ahora,aunque devuelta a los pensamientos de mi parroquia, seguía con mi mente perdida en el pasado. Escrutaba con la mirada mientras me imaginaba explorándolo, con la sala vacía y en silencio, para descubrir cuál era la causa de aquel ambiente mágico y misterioso. ¿Era la imagen de Jesús descendiendo entre una nube que lo sostenía, entregándole a Santa Teresa uno de los clavos que mellaron la carne de sus manos? ¿O eran las seis velas que estaban colocadas en el altar? Debían ser esas luces doradas que con su simple luz parecían iluminar la amplia sala dejando a la vista pálidas sombras que se asomaban a observar tímidamente el altar. La se vaciaba al observar estas luces..pero no lo convertía en una soledad fría. Sino cálida, acogedora. Sin embargo, era cuando crecías cuando te dabas cuenta de que tal resplandor no procedía de las velas del altar, sino de algo más a la derecha... Procedía de una única vela roja, postrada al lado del sagrario. Cualquier ateo no habría podido descifrar que había tan especial en una caja de frío granito. El sagrario, donde todas las almas antes desbocadas cobran aliento de Dios; viven sumisas, buscan su vida... Laten ahora al compás, como si de olas se tratasen. Entonces, desperté de mis pensamientos y los aparté de mí mientras los susurros de mis dos catequistas , que junto con los últimos acordes de la guitarra acaban la hora santa.




Comentarios
airunosa - hace más de 12 años
Que chulo Atenea! me encanta que compartas esas sensaciones tan personales con nosotros. Yo también alucino cuando entro en las catedrales, pero mis motivos son el arte y la arquitectura que encuentro en ellas. Sigue contándonos cositas!!
jose luis - hace más de 12 años
Las mejores experiencias de Pascua que he tenido en mi vida han sido en pascuas juveniles. Tanto como chaval como catequista. Con mis dudas, con mis firmezas, compartiendo la experiencia con jóvenes. Me alegro que seas capaz de vivir los oficios, entenderlos y ser capaz de plasmarlos con tanta belleza. Pd: Mi parroquia es la que tiene la segunda cúpula más grande de todo Madrid! (y es preciosa)
atenea - hace más de 12 años
Jajajaja mi parroquia es su gente. Ven a conocerla, vale?
sas - hace más de 11 años
ummm pues yo quiero ir a vuestras parroquias xD Muy hermoso atenea, muy bien expresado.
atenea - hace más de 11 años
jo. me encantaría. oye! a la próxima sin excusas! tenemos que quedar!
voz católica - hace más de 11 años
Muy buena la experiencia espiritual! Me ha encantado!!! La verdad es que a mi me ayuda mucho pensar en lo infinitamente grande que es Dios, oculto en una "caja" infinitamente pequeña, sólo porque nos ama infinita e incondicionalmente a cada uno... Muchas gracias
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