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Delirios nocturnos de un pato con insomnio.

Itálica I

Publicado por patete el 24/04/2016 · Categorías: Creación, Concurso Y tú, ¿qué?, Y tú qué sientes?, Amor/desamor

Todo comenzó una mañana de otoño. O quizás fuese ya invierno. Realmente cabría discutir la estación porque aunque los árboles ya se habían desvestido completamente, entre las ráfagas frías de aire se sentía aún la necesidad de una chimenea junto a la ventana, que crepitase melodiosa al compás del tamborileo de la lluvia.

Neli miró a su alrededor. No sabía cuánto tiempo llevaba en aquella posición, pero tampoco se lo preguntó. Se encontraba a los pies de una escalera curvada que bajaba a un jardín inglés, de grandes losas de pizarra y mármol, dispuestas como un intrincado tablero de ajedrez que curvaba sus casillas a su antojo, dando la sensación de que con el menor descuido podría verse envuelta en una lenta y progresiva caída, por un tobogán que, nada más lejos de la realidad, le llevaría a un mundo completamente diferente.

A su alrededor la gente caminaba con prisas, sin pararse a mirar a aquella chica que miraba al suelo, no miraba una pantalla, ni hablaba con nadie, simplemente... Miraba, observaba y admiraba. Aquel jardín no era más que un pequeño parque con adoquines rotos y mal recolocados, con hojas por el suelo y setos sin recortar, pero en su imaginación nadie habría podido contradecirle en que un paso en falso sería inconveniente.

Sin fijarse si quiera por donde iba saltó de un adoquín a otro evitando a toda costa las líneas, pero tuvo que regresar a la realidad simple y rutinaria cuando chocó contra una espalda.

-¡Eh! Ten más cuidado con lo que haces, tienes que mirar por donde vas. Imagínate que en lugar de chocarte conmigo hubieses chocado con una persona mayor.

Lúa era una chica del montón, ni alta ni baja, ni flaca ni gorda, ni guapa ni fea, sin metas en la vida, perdida en una rutina que le consumía y sin capacidad de imaginar. Había vivido siempre dentro de su cabeza, su pequeña habitación oscura, sin salir de una realidad deprimente que experimentó desde pequeña.

- ¿Qué pasa? ¿No piensas contestar? ¿A caso no me has oído? No vives sola, deberías mirar a tu alrededor... ¡Eh! ¿¡Hola!?

-¿Puedo preguntar por tu nombre?

-Lúa, me llamo Lúa. ¿Y tú eres...?

Sonrió:

-Depende. Hay días que no soy.

Se extrañó al escuchar su respuesta:

- ¿Cómo?

Rio un poco avergonzada:

-Perdona: Neli, me llamo Neli. Siento haberte empujado. -Neli de verdad lo sentía. Había sido muy desconsiderado hablar así a una desconocida después del trato dado.

-Neli... Neli... Neli... Bueno, a mí no me importa tanto -se coloca las gafas- pero anda con cuidado.

Neli miró a Lúa con curiosidad. No era apabullante, era calificadora, analítica. Un brillo maduro asomó por sus ojos:

-Espero verte de nuevo. -dijo y sin despedirse dio media vuelta y se fue en dirección contraria a la chica.

Lúa se despidió con un gesto de cabeza hacia la espalda de Neli y se va directamente a su casa, sin dejar de mirar su agenda en ningún momento...

…


Esa noche no paró de estudiar, aunque por extraño que parezca Neli no salió de su cabeza esa noche. Una chica muy extraña con unos ojos azules llenos de vida, algo que nunca antes había visto.

Por su parte, Neli se tiró buena parte del resto de la tarde en la calle. Apoyada en una pared recordó a la chica con la que se había cruzado. Echó la cabeza hacia atrás y miró el cielo. En algún momento llegó a su casa y se metió bajo su edredón. Pero como siempre una parte de ella quedó de centinela bajo los luceros.

Lúa se acostó tarde y se levantó temprano, como era costumbre para ella. Sus ojeras le acompañaban desde su más tierna infancia. Siempre estaba cansada pero nunca paraba ya que no quería tener tiempo para que su cerebro inventase mil historias para no ilusionarse.

Esa mañana Neli se despertó temprano. Solía hacerlo cuando no trasnochaba, hábito que impedía dejar atrás su tierna y viva imaginación. Se quedó en la cama, mirando la pared. No había ninguna necesidad de abrir los ojos, pero su mente comenzó a trajinar deprisa como los días que no tenía clase: Mil y una cosas que hacer, ¿con quién hablar hoy? ¿Qué dibujar? ¿Qué libro abrir? ¿Y si comenzaba por el final? Tenía ganas de muchas cosas pero... No quería realmente hacer nada. Quería vivir, salir a la calle, salir de la ciudad, y echar a andar; no preocuparse por mirar, ni por contar los pasos, ni por las distancias, sus fuerzas... Andar. Se vistió y metió en la mochila un paquete de galletas y una botella de agua. ‘Adiós, mamá. Vuelvo para comer.’-Susurró para sus adentros mientras trataba de no hacer ni el más mínimo ruido.

…



Lúa salió temprano de casa para ir a la biblioteca que quedaba a las afueras del pueblo. Se puso sus cascos y comenzó a andar con su carpeta en sus brazos y su pesada mochila colgada a la altura de los hombros.

No quería hacer otra cosa que estudiar historia y literatura. No dejaba de mirar el suelo, cada paso que daba le pesaba más, pero no le importaba. Seguía adelante sin mirar lo que pasaba a su alrededor.

En esos momentos no quería saber absolutamente nada de nadie.

Neli se cruzó con ella. Vio que la chica miraba al suelo, y sabía muy bien lo molesto que era que te sacasen de tu ensimismamiento.

-Buenos días. -Dijo simplemente, y siguió en la dirección que se había propuesto tomar para salir del pueblo.

Levantó la mirada y se quedó mirando de reojo.

-¡Neli! ¡Espera!. -No podía dejar de mirar esa espalda misteriosa... Esperaba que se diese la vuelta...

Pero ella simplemente se paró, esperando que la otra la alcanzase.

Lúa no podía correr, pero se apresuró para llegar a ella. -¿Qué tal? - Le preguntó esperando una respuesta que no parecía llegar nunca.

-Eh... Bien. -Dijo sorprendida. - ¿Y tú?

-Mi estado no es importante. Quería saber dónde estudias, me he fijado en que salías de aquel portal, somos casi vecinas, pero no te he visto por el pasillo -nunca había sido tan lanzada ni había hablado así de repente con nadie.- aunque tampoco es que me fije mucho -dijo en un tono casi de susurro mirando el suelo, medio helado y lleno de hojas, que se escondía bajo sus pies.

'Esa estúpida pregunta de nuevo' -se dijo sin contener su decepción. -'¿Por qué es tan importante? ¿No puede preguntarme que me gusta hacer? ¿Mi color favorito? ¿Qué es lo primero en lo que me fijo cuando salgo a la calle?’

-Estudio en el instituto de aquí al lado. -contestó sin embargo. Miró hacia delante entrecerrando momentáneamente los ojos: - Vamos en la misma dirección, parece. -Dijo a modo de pregunta.

-Sí, parece ser. ¿Va-Vamos juntas? -preguntó de manera que dejaba ver lo tímida que era aunque intentase ocultarlo. Andaban al mismo tempo aunque Lúa se aferraba a su carpeta y caminaba cabizbaja. Neli, por el contrario, andaba mirando al cielo despreocupada, como si no pasara nada.

Neli advirtió su timidez y la admiró. No era de esas personas que incaban el dedo a lo que se movía en diferente dirección. Mirándola levemente de reojo se fijó en su aspecto. Parecía pálida, ojerosa, como si sus ojos no viesen el precioso día que hacía, y caminaba cabizbaja, no encorvada, como si simplemente su espalda aguantase firme el peso de algo que pesaba aún sin la mochila de la que no se separaba. Miró hacia arriba:

-Hace un bonito día.

Trataba de que esas palabras le hiciesen llegar a aquella chica por sí misma la idea de que, la luz que se filtraba entre las hojas caducas por desprender, era quizá más confortante que la de un día despejado y azul.

-¿Eh? Ah, sí, supongo. No suelo fijarme en eso, prefiero mis libros...

Lúa era una chica muy tímida y solitaria. Para ella sólo existían sus libros, su tabaco y su perrita. No le interesaba nada más...

-¿Para qué quieres más? La gente no me gusta. Los demás me parecen todos clones...

-¿Yo también soy un clon? -Dijo girándose y mirándola con súbita seriedad despreocupada.

- No -dijo muy seria- sino, no me habría acercado a ti.

Neli cambió de tema restándole importancia:

-Vale. ¿Y qué dicen tus libros?

Como al principio de cualquier persona que le llamaba la atención, seguía unos principios simples y puros: No des nada por hecho, no hables de ti si no te preguntan,  no te metas donde no te llaman, y sobretodo... Ten en cuenta que no hay nada más importante que lo que esconde la mirada que te sostiene.

-Que siga estudiando, ya me perdí demasiado hace años. -Lúa no levantaba la vista del suelo ni siquiera para responder. -Por eso no me dejo conocer fácilmente.

Neli le inspiraba confianza, pero le daba miedo a la vez. No sabía qué hacer, así que siguió con su silencio y su pesada carpeta...

Neli se colocó delante de ella haciéndola frenar de repente, y andando hacia atrás, inquirió:

-¿Puedo intentarlo?

Se le paró de repente el corazón, sintió el impulso de seguir caminando... Sintió como el calor inundaba sus mejillas y tartamudeó sin querer:

-¿E... E-El qué?

-Conocerte -dijo arqueando una ceja. Sonrió levantando una comisura y dio media vuelta resueltamente.

Lúa suspiró aliviada ya que Neli dejó de invadir su espacio.

-Si quieres intentarlo, a mí no tienes que pedirme nada.

Siguió andando sumida en sus pensamientos, en silencio.

Lúa la siguió, sólo pensaba que estaba deseando llegar a la biblioteca para poder descansar y ser ella de nuevo.

La chica caminaba aún por delante de ella, sin la menor intención de caminar al lado de Lúa. Comenzó a tararear una canción.

Lúa admiraba a Neli, pero le daba miedo abrirse de nuevo a otra persona. No quería que le hiciesen daño otra vez. Observaba sus andares: parecía despreocupada, sin importarle la realidad, parecía vivir en un mundo lleno de fantasía...

Llegaron a una cuesta empinada y Neli aceleró el paso.

Lúa se quedó atrás y vio como Neli se alejaba, en cierto aspecto algo horrorizada. No podía ir más rápido y se quedó de nuevo sola.

Neli se giró para mirar a la chica, y al momento se arrepintió levemente de su indiferencia. Volvió atrás, y sin dar explicación le arrancó la mochila de la espalda y se la echó al hombro.

-¿¡Qué haces!? ¡Neli! ¡Vuelve aquí!

Neli corrió hasta lo alto de la cuesta y conteniendo un jadeo se volvió exclamando:

-Ven tú. Adonde quieres llegar se va por aquí.

Lúa se quedó clavada en el sitio. No soportaba andar mientras la miraban, no era capaz. Sentía que se le había olvidado mover las piernas y se le habían quedado rígidas. Se aferraba a su carpeta y miraba al suelo.

Por última vez, y disminuir su motivación habitual, Neli repitió el esfuerzo. Bajó la calle con la mochila sobre la espalda y le cogió la mano a Lúa con firmeza pero sin brusquedad. Sin mirar ya más hacia atrás tiro del cuerpo ligero que la acompañaba. ‘Realmente -pensó.- No se me ocurre quién pudo habernos infundado la idea de ese reloj riguroso que nos urge con constancia y precisión milimétrica.’

Lúa se puso muy roja. Su mano era firme pero suave, de largos y delicados dedos... Se dejó llevar pero sin alzar la vista al frente. No sabía cómo actuar...

Al otro lado de la cuesta se encontraba la pequeña biblioteca. No necesitaba muchas pistas para suponer que la tímida chica se dirigía allí, así que guió sus pasos hasta la puerta y se puso detrás de ella para colocarle de nuevo la pesada mochila sobre los hombros.

-Gra-Gracias, Neli. Pero no lo hagas de nuevo, por... Por favor...

-De acuerdo. Perdona por molestar. -dijo con tono sentido.- Nos vemos. -dijo simplemente y con un gesto de la mano fue caminando aún más lejos de la ciudad, incorporándose a un camino de tierra que seguía haciendo linde con el comienzo de un bosque de hoja caduca.

Lúa se quedó inmóvil frente a la de la biblioteca sin saber qué hacer. Tardó cinco minutos en entrar. Estuvo toda la tarde estudiando historia y se sumergió en sus mares de papel y describía trazos sobre éstos. Salían miles de historias diarias de sus manos llenas de heridas hechas por apretar demasiado al escribir...

Neli no tardó en olvidar que debía volver para la hora de comer. Un susurro del suelo le hizo alejarse entre la maleza, buscando ese dragón incorpóreo que cortaba el aire a cada batida de sus alas. El cielo brillaba fuerte y su mente se zambulló en una persecución cauta y silenciosa de cuanto abarcaba el escalofrío que notaba en la espalda.

…



Lúa salió ya de noche de la biblioteca y caminaba cansada. Necesitaba dormir aunque sabía que esa noche tampoco lo lograría. Andaba despacio por culpa de su pesada mochila y el cansancio acumulado.

Neli estaba tumbada lejos del ruido, en un rincón de un parque apartado por el que no transitaba apenas gente. Llevaba los cascos puestos y con los ojos cerrados, se acurrucaba contra la pared de ladrillo para evitar caerse del muro. La ropa pesada le confortaba, abrigándola y quizá impidiéndole que alguna corriente de aire más fuerte de lo normal la elevase más allá de las nubes donde había situado su casa de papel y acuarelas, hacia alguna galaxia lejana, algún mundo desconocido, diferente.

Lúa llegaba ya al parque que separaba sus dos hogares: la biblioteca y su casa. Estaba cruzando éste cuando se tuvo que parar por culpa de sus lesiones. No aguantaba más y aun así tenía que seguir. Logró caminar veinte metros cuando le fallaron las rodillas y cayó al suelo de manera que todos sus apuntes se desparramaban por el suelo y su cara se llenaba de piedras que al caer dejaban ver pequeños puntos de sangre de las heridas que se habían formado por la caída.

Neli oyó el golpe y abrió los ojos. Cuando se incorporó vio a Lúa y quitándose los cascos corrió hacia ella. Sin saber que decir se agachó susurrando un ‘¿Estás bien?’ que dijo menos calmada de lo que le hubiese gustado. Había visto caídas parecidas y todas llevaban detrás una bajada de tensión o del nivel de azúcar. La miró sin esconder su preocupación, y al ver que la chica se disponía a recoger sus papeles le agarró de los brazos obligándole a mirarla y repitió:

-¿Estás bien?

Lúa, algo mareada por el golpe y no haber comido ni bebido nada en cinco o seis horas, intentó levantarse pero le fallaron de nuevo las piernas.

-Sí, estoy bien. No te preocupes, no quiero dar pena. -Lúa se puso pálida y se tambaleó.

Una mirada gélida invadió las pupilas de Neli. Agarrando sus hombros le desplazó los pies obligándola a sentarse. Acto seguido se puso a recoger las hojas caídas con cuidado.

Lúa intentó recoger las hojas rápidamente para que Neli no lograse ver sus dibujos ni sus escritos. Era la única pertenencia valiosa que tenía.

Le apartó las manos. En ese momento le importaba poco lo que quisiese. Acabó de recogerlas sin prestar más atención a las hojas que por el único hecho que le interesó, y era que Lúa, aún con los pies enterrados en el asfalto, de vez en cuando alzaba la vista a las nubes. Cogió su carpeta y la abrió guardando los papeles con orden y quitándole la mochila guardó el archivador en ella. Acto seguido se volvió, como un médico siguiendo un método de inspección que se da a una persona enferma.

-Neli... Estoy bien. De verdad, no pasa nada. Deja que me levante... -Lúa lo único que quería era ponerse en pie y volver corriendo a su casa.

Miró si tenía fiebre, y viendo que aunque no era grave estaba pálida y ojerosa la obligó a reclinarse. No tuvo más que aceptar por su falta de fuerzas, y Neli miró los efectos de su caída.

-Shh... Calla -dijo mirando con atención las marcas de sangre que la grava había hecho en su frente y el raspón que describía su pómulo izquierdo. Sacó la botella de agua de su mochila y le levantó la barbilla con el índice.

Lúa alzó su mano hacia su mejilla y apartó la mirada. Hacía muchísimo que no estaba tan cerca de nadie. No podía mirar esos ojos sin color definido, aunque lo deseaba. Apartó las manos de Neli y se encogió para sentirse mejor. Quería hacerse pequeña...

Neli se sentó a su lado y esperó. No tenía prisa por volver a casa, pero no dejaría a una persona tan débil llegar sola. Sacó el paquete de galletas de su mochila y lo puso delante, después cogió la pesada mochila de Lúa y la puso en su regazo. Miró de nuevo a Lúa, que parecía ensordecida por un extraño silencio que no era capaz de percibir, y frenó el impulso de abrazarla.

Lúa sólo quería desaparecer, no sabía qué hacer. No era una chica de diecisiete años normal, era extraña: no salía de fiesta, sólo quería estudiar, prefería un buen libro a un botellón, pero tampoco quería estar con gente, le habían hecho demasiado daño. Elevó la cabeza y vio como Neli miraba al cielo. Le parecía una chica preciosa, interesante... Pero le daba miedo.

-¿Sabes? No nos vamos a mover hasta que te comas al menos una galleta. -dijo sin dejar de mirar el cielo.

-No voy a comer. No tengo hambre. -Esperaba que la mirase, pero no lo hizo. Miró las galletas y pensó que hacía mucho tiempo que no comía comida basura, pero aun así no tenía hambre.

Neli atrajo la mochila para sí, la colocó detrás de ella, y se reclinó. -No he cambiado de opinión. -dijo secamente y se puso un auricular.

Lúa se apartó de Neli e intentó olvidarse de su presencia, no quería que nadie la viese en ese momento en esas condiciones... Se arrepentía de haber ido por ese parque.

Agotada como estaba, Neli no pudo evitar cerrar los ojos acomodada por la figura de la mochila en su espalda. La capucha del abrigo le tapaba hasta el borde de los párpados, y su cabeza se inclinó hacia aún lado cuando el cansancio la venció.

Lúa admiraba aquella escena que ocurría justo junto a ella. Era magnífico ver como dormía Neli, se asemejaba a un ángel y sólo tenía ganas de acercarse más y más a ella... Sacudió la cabeza y se encogió otra vez. Cayó rendida allí mismo debido al cansancio acumulado.

Al rato Neli volvió la cabeza. El paquete de galletas seguía ahí intacto, y Lúa yacía a los pies del reflejo de la luna. ‘Luna...-susurró Neli.- Es ella, ¿eh?’ -Se quitó el pesado abrigo y arropó su palidez con éste. Se volvió a tumbar, enlazando sus manos en la nuca y se quedó mirando la oscuridad de la noche cerrada que reflejaban las farolas. ‘Si hubiese menos luz en nuestras calles, habría más luceros en nuestros cielos.’

…



Vio de reojo como un espasmo alteraba el sueño de la bella durmiente, y sin saber que hacer movió la cabeza de ésta hasta que quedase apoyada en su regazo. Cuando lo hizo advirtió su sueño pesado. Era como si todas sus neuronas se condensasen cuando su cerebro les permitía un respiro. Quedó un rato mirándola desde arriba, y cuando vio que dormía tranquila, volvió a recostarse.

Lúa despertó sobresaltada al quedarse sin aliento. Se incorporó sin despertar a Neli y buscó su mochila. No pensaba dejarla sola, sólo quería coger su paquete de tabaco. Se apartó de ella, se lio un cigarro y empezó a fumar. Se sentía genial echando el humo y viendo cómo se desvanecía el humo en la noche.

Neli despertó de su sueño ligero y abrió un ojo. Vio a Lúa con el cigarrillo en la boca y se dio la vuelta con un suspiro, molesta, poniéndose ambos cascos, que seguían resonando ahora con Sleeping at last.

Lúa advirtió su suspiro y se giró:

-¿Pasa algo?

-No, nada. -dijo sin volverse.

-Neli, te he preguntado, agradecería sinceridad.

-No me gusta el humo.

-Perdona -se alejó tras disculparse- necesito fumar, sino la ansiedad me mataría.

Neli continuó tumbada sin decir nada, girada de espaldas a ella por un buen rato. Seguía escuchando su música. Algo la había llevado muy lejos.

Lúa miró a Neli, apagó el cigarro y se levantó. Cargó con su mochila, cogió sus apuntes y se marchó hacia su casa. Ya no iba a dejar a Neli sola mientras dormía, ya estaba despierta y no pasaba nada. Lúa andaba pegada a la pared para no volver a caer al suelo.

Neli vio cómo se alejaba y se levantó también. Volvió por el lado opuesto hacia su casa. Si una persona no se deja ayudar, no puedes ayudarle.

 

Narración escrita por atenea y patete

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Comentarios

  1. julialalalasehizoguia

    julialalalasehizoguia - hace más de 9 años

    :O ¡Esta genial!

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