Sin símbolo que nos defina.
No tenía nombre, ningún número ni letra, ni código que lo definiese. Ni color de piel, ni de ojos, ni de pelo, ni peinado, ni constitución, no era ni hombre ni mujer. Era un igual entre millones. Por fuera idéntico y por dentro único. No importa cómo donde cuando nació. O vivió o sobrevivió, con su familia o solo. Vivió como en un sueño, puede que en algún momento despertase o puede que no, puede que se hizieran realidad sus peores pesadillas. No importó su edad al morir, joven o anciano. Seguramente valía para algo. Un don. no importaba para qué. Puede que para la música, para pintar, escribir, o incluso ayudar. Pero como no fue el único con ese don en la historia, se perdió en el olvido. Murió, y su recuerdo duró escasos años y solo en algunas mentes de su alrededor. Sus miedos, sus triunfos, sus sueños sin cumplir,… Nada de eso volvió a importar. Y el mundo siguió como si él nunca hubiese existido.
Millones de humanos mueren cada día, y millones de personas mueren cada día, y millones de personas nacen ese mismo día. Puede que esas personas hicieran algún mal, o algún bien. Pero eso dará igual. Un grano de arena de más o de menos no se echa en falta en un desierto.




Comentarios
bely. - hace más de 13 años
Totalmente increíble.
No se pueden incorporar más comentarios a este blog.