• Quienes somos
  • Únete
  • Me están molestando
  • Entrar
Olvidé mi contraseña

Cibercorresponsales

  • Secciones
    • Portada
    • Sobre mí
    • Creación
    • Sobre Cibercorresponsales
    • Educación
    • Videojuegos
    • Violencia
    • Reflexiones
    • Sobre mí
    • Sobre mí
    • Amistad
    • Creación
  • Comunidad
    • Entidades
    • Grupos
    • Cibers y guías
    • Mapa de cibercorresponsales
    • ¡Únete!
  • Recursos
    • Navega con seguridad
    • Guías didácticas
    • Recursos educativos
    • Preguntas frecuentes
    • Boletín
    • Todos los recursos
  • Espacio guía
    • Ser guía
    • Consejos
    • Foro
    • Materiales externos
    • Info Guías
  • La pinza

El blog de dcf99

Jan y el Dragón de Seis Cabezas

Publicado por dcf99 el 19/02/2014 · Categorías: Concurso Y tú, ¿qué?, Creación, Curiosidades, Humor, Pensamientos, Cosas de clase, Libros

Uyxgkhyxidboakgafyqbjmnpxaaibllasyoalesthwjxwjjfbs

Corría el año 934, cuando ya habían desparecido los dinosaurios, pero lograban sobrevivir los dragones, que ayudaron a los pueblos bárbaros a conquistar el Imperio Romano.

Me llamo Jan, y vivo en lo que en tu tiempo puede ser México. Aquel día yo estaba jugando al Kal, un juego que consiste en meter un balón entre tres palos a los que llamamos portería. Tú nunca lo entenderías. Me encontraba con mis tres amigos: Sal, el mayor, Thom, el pequeño, y Gala, mi hermana de doce años. Yo tengo dieciséis y, como soy mayor, mis padres me dicen siempre que tengo que cuidar de ella. Yo la quiero mucho.

Todo transcurría como siempre en nuestro pueblo. Las flores rojas tomaban el sol junto al río, corría una agradable brisa, y el cielo seguía tan despejado como en cualquier otra estación seca.

Todo iba bien hasta que llegó él. Yo ya me había levantado con el presentimiento de que me iba a pasar algo malo, pero ni por asomo me imaginaba que tenía que pasar algo así. Él venía directo hacia nosotros, pero no le veíamos. Llevaba puesto un sombrero de pico como los magos buenos, pero tenía una capa raída que no parecía presagiar nada bueno.

- ¿Quién de vosotros se llama Jan?- dijo el mago muy enfadado.

- Yo- dije.

- Pues coge tus cosas que tú y tus amigos os venís conmigo.

Esto nos pilló a todos un poco desprevenidos. Al pedirle explicaciones lo comprendimos todo: nos dijo que por favor fuéramos con él, porque éramos los elegidos según el Libro Sagrado, y tenía una misión para nosotros: vencer al terrible Dragón de Seis Cabezas. Al principio nos dio mucho miedo, y la verdad es que no sé cómo, pero aceptamos.

 

Esa era la parte fácil, pero ahora tocaba decírselo a nuestros padres. Aceptaron sin problemas, lo que os parecerá rarísimo, lo mismo que a mí. A mis amigos les dejaron venir sin problemas, y pensamos que se trataba de un hechizo que había lanzado el mago a todos nuestros padres. El caso era que ya podíamos salir a correr nuestra aventura, lo cual fue un poco lento, ya que tuvimos que preparar nuestras maletas. Al llegar a la plaza del pueblo, que era donde habíamos quedado con el anciano mago, ya era de noche, y hacía un poco de frío. Aquí comenzaba nuestra gran aventura.

Lo primero de todo era conocer un poco mejor al mago. Resultó ser un anciano muy sabio a pesar de su avanzada edad. Nos contó múltiples historias que él había vivido en persona, y nos pareció muy valiente. Me adelanté a los demás y le pregunté lo que a todos nos preocupaba.

- ¿Por qué tenemos que vencer al dragón?

- Porque está atemorizando a todos los habitantes del pueblo que se encuentra a los pies de la montaña en la que él vive.

Esto empezaba a ponerse serio. Dependían muchas personas de nosotros, y no podíamos fallarles.

- Ahora mismo nos dirigimos a mi aldea, donde seréis entrenados. Allí solo viven magos instructores- dijo el mago.

- ¿Qué son los magos instructores?- preguntó Gala.

- Son los magos que se encargan de instruir a las personas que van a realizar una misión muy importante, como vosotros- dijo el mago.

-Todavía no se lo hemos preguntado, ¿cómo se llama usted?

- Yo me llamo Galsum, ¿y vosotros?

- Yo me llamo Jan.

- Y yo Gala, dijo su hermana.

- Y yo Thom.

- Y yo Sal- dijo con una voz muy ronca que nos hizo reír a todos.

Parecía que nos íbamos a llevar muy bien. Durante las cuatro horas que duró el camino no dijimos nada más, y se notaba que todos, incluso Sal, añorábamos a nuestros padres.

Fue un camino muy duro, pero ninguno se quejó por miedo a que Galsum le dejara en medio del camino y no le dejara seguir con el grupo. Yo nunca había estado aquí. A lo lejos podíamos oír a los lobos, o creo que así los llamáis vosotros.

Por fin, después de tanto camino, llegamos a su casa. Era la típica choza de cuento de fantasía, con su techo de paja, la pared de piedra recubierta de musgo para ocultarla a la vista de visitas indeseadas, y una chimenea de la que salía humo. En la ventana había un pastel que parecía recién horneado. Ya había amanecido cuando llegamos, y los magos instructores estaban enseñando a sus discípulos las técnicas de guerra con varitas mágicas.

- Eso es lo que os voy a enseñar a vosotros- dijo el mago.

- ¿A lanzar hechizos con varitas?- preguntó mi hermana.

- Exactamente.

- ¡Qué guay!- dijo Thom.

Entramos en su casa tras estar un rato observando a los aprendices. Por dentro era exactamente igual que una casa de cuento de hadas, lo cual no favorecía nada a la actitud de tipo duro de nuestro amigo Galsum. Nos dijo que nos acostáramos, ya que habíamos estado toda la noche andando, y que mañana empezaríamos a entrenar.

Me levanté a la mañana siguiente como nuevo, y vi que todos estaban levantados menos Sal y yo. Le levanté, y aunque gruñó un poco, me hizo caso y se vistió. Cuando terminamos los dos, bajamos al comedor y desayunamos. Todo estaba riquísimo, y el chocolate caliente nos sentó muy bien a todos. Al finalizar, empezamos el entrenamiento. Era todos los días lo mismo, y no quiero entrar mucho en detalles. Lo único que os voy a decir era que siempre hacíamos lo mismo: a las nueve de la mañana empezábamos el día con una clase de dos horas y media de hechizos y practicar con la varita. A las diez y media, teníamos una hora de ejercicio físico, lo que me vino muy bien, ya que estaba empezando a perder mi espectacular forma. Al terminar, teníamos un descanso, y a las doce de la mañana teníamos la clase de defensa y ataque. Al finalizar esta clase, podíamos hacer lo que quisiéramos, pero estábamos tan cansados, que nos íbamos a dormir. Nos despertábamos a la hora de la comida y después seguíamos durmiendo.

Este entrenamiento duró un mes entero, y después continuemos entrenando, pero las clases eran un poco más llevaderas. Así, mes a mes, las clases fueron perdiendo dificultad, hasta que llegó el día en el que terminaron.

- Por fin estáis listos- dijo Galsum un día al terminar de desayunar.

- ¿Listos para qué?- dijo Sal.

- Para comenzar vuestra misión.

Eso era lo que queríamos oír. Me pareció que todo lo que nos habíamos estado quejando por entrenar todos los días había sido en vano. No había sido tan duro.

- Hoy partiremos hacia la montaña del dragón, así qué empaquetad vuestras mochilas y usad el hechizo que os enseñé para hacerlas diminutas, y así no pesen.

Hicimos lo que nos dijo Galsum, y nos fuimos. Él venía con nosotros, lo que era muy extraño, ya que nos contó que ningún mago instructor puede acompañar a sus alumnos en la misión. Se notaba que nos había cogido cariño.

- Durante nuestro camino nos encontraremos con peligros, ya que un buen amigo se ha enterado de que el dragón tiene muchos esbirros que no quieren que lleguemos a la montaña, así que tenéis que tener mucho cuidado.

El primer día transcurrió sin ningún problema. Llegamos a una aldea y buscamos habitación en una posada. Nos la dieron sin problema, y nada más entrar, nos fuimos a dormir, ya que era casi de noche. Cada uno dormía en una habitación distinta, lo cual era mucho más cómodo. Al día siguiente me levanté y fui a desayunar a la habitación de Galsum, como habíamos quedado. Fui el primero en llegar, y empecé a tomarme el chocolate caliente y las bayas del árbol Dinuy. Poco a poco fueron llegando los demás. Primero llegó Sal y después Tom. Gala todavía estaría dormida. Terminamos de desayunar y esperamos a Gala más de una hora. En ese momento, decidí que ya era hora de que se despertase. Entré en su cuarto y no estaba. Junto a su almohada había un nota. La cogí y la leí:

“Tenemos a Gala. Si queréis recuperarla, deberéis venir a la montaña del dragón de seis cabezas y derrotarle. Solo así conseguiréis recuperarla. ESBIRROS DEL DRAGÓN”.

Entré en el cuarto del mago llorando. Estaba derrumbado. Les leí la nota. No podíamos hacer nada. Mis padres me dijeron justo antes de salir que cuidara muy bien de mi hermana, ya que yo era su hermano mayor, y debía de protegerla. No podía parar de llorar. Los demás se quedaron conmocionados y no sabían qué decir.

Me pasé los siguientes veintisiete días en mi habitación de la posada. Solo salía para ir al baño y para comer. No sabía que hacer ni en qué pensar. Todas las noches tenía pesadillas en las que salía mi hermana delante del dragón. Sus esbirros siempre salían riéndose de mí.

El vigésimo octavo día desde que se llevaron a mi hermana, fui a desayunar como siempre, aunque Galsum me dijo algo que dio un poco de esperanza.

- Jan, no puedes estar así el resto de tu vida. Hoy vamos a ir a ver a Haya la Oráculo, para que hables con ella y te guíe. Nos alejaremos un poco de nuestro camino, pero es por tu bien.

- Vale, pero no tardaremos mucho.

Estuvimos andando un día entero, y paramos a dormir en un claro del bosque por el que estábamos pasando. Temía que nos pasara algo, pero no ocurrió nada. A la mañana siguiente continuamos con nuestro camino y, después de llevar más de cinco horas andando, Galsum se paró en seco.

- Hemos llegado- dijo.

- ¿A dónde?- preguntó Thom.

- A las puertas de la casa de Haya.

No sé si era porque no habíamos dormido mucho o si era porque no habíamos comido bien, pero yo no veía ninguna casa ni ninguna puerta. Galsum nos explicó que la casa de Haya solo permitía el paso a quien realmente lo necesitaba. Me dijo que me pusiera en el claro que teníamos al lado, y que hiciera el gesto de llamar a una puerta con los nudillos. Así hice y, ante mí, apareció una casa parecida a la de Galsum. Entré y allí estaba sentada una mujer muy anciana que me dijo que me sentara.

- Hola Jan, ¿cómo estás?

- ¿Cómo sabe mi nombre?

- Yo lo sé todo y, dime, ¿quieres que te ayude con lo de tu hermana?

- Sí, por favor.

- Muy bien. Lo primero que tienes que saber es que tu hermana está muy bien, y que no le están haciendo nada. La segunda cosa es que te he estado observando gracias a mi bola de cristal, y no tienes que ponerte así. Lo único que tienes que hacer es vencer al dragón ayudado de tus amigos.

- ¡Como si fuera tan fácil!

- Recuerda que eres un héroe, y si piensas en eso, no tienes que tener ningún miedo.

Al decir estas últimas palabras, se desvaneció la casa y la anciana, y caí inconsciente en el suelo. Al despertarme, vi a Thom y a Sal a mi alrededor, y ya no tenía ningún miedo. Les dije que ya me había recuperado, y les pregunté que dónde estaba Galsum. Me dijeron que se había tenido que ir, pero que les había dado las instrucciones para llegar a la montaña, y que les había dicho que no se separaran jamás, que lo iban a conseguir.

No me importó demasiado, ya que las palabras que me había dicho la anciana me habían dado ánimos para continuar con nuestra aventura. Hicimos lo que nos dijo Galsum y llegamos al pueblo de debajo de la montaña en poco más de tres horas.

En la lejanía, el pueblo era gris, y se notaba que algo malo estaba ocurriendo. Al llegar, todas las contraventanas de las casas estaban cerradas, y no había ni un alma en la calle. Entramos en una posada, la cual nos abrió el mismo posadero tembloroso.

-  ¿Qué andáis haciendo tres niños tan pequeños solos en el pueblo?- nos dijo el posadero con miedo.

- Venimos de parte del mago Galsum, a derrotar al dragón que os oprime.

- Eso es imposible. ¡No se puede derrotar al dragón!

Y diciendo esto, nos echó de su posada. Sabíamos que la guarida del dragón se encontraba a tan solo un kilómetro, pero nos daba miedo ir. Hicimos un sorteo, de manera que al que le tocara, decidiría que debíamos hacer. Casualmente me tocó a mí decidir.

- Yo creo que deberíamos hacer lo que nos ha dicho Galsum e ir a matar al dragón, recuperar a mi hermana, y por consecuencia, ayudar a este pueblo- dije convencido.

- Pero es que…- dijo Thom temblando.

- ¡Tienes que ser fuerte Thom!- respondió Sal enérgicamente.

Nada más terminar esa frase, proseguimos con nuestra marcha. Al estar a unos cien metros de la guarida, nos detuvimos. Vi que tenían amarrada a mi hermana en la puerta, y que dos dragoncillos la tenían sujeta. En ese momento me alegre mucho, ya que mi hermana estaba “muy bien”.

- Deberíamos lanzarles a los dos dragoncitos el hechizo para paralizarlos, coger a mi hermana y volver aquí. Yo me encargaré de traerla, y vosotros tendréis que realizar el hechizo cuando os haga una señal- dije con un tono de líder.

- Vale- dijeron los dos a la vez.

El corazón me latía a una velocidad increíble. Al estar a veinte metros de la guarida y, tras esconderme detrás de unos matorrales, les hice una señal a mis amigos para que realizaran sus hechizos, en lo cual no se equivocaron. En ese momento salté y fui rápidamente a por mi hermana.

Al llegar a la cueva, miré hacia su interior, y vi al terrible dragón de seis cabezas tumbado en su interior y comiéndose un elefante. En ese momento me acordé de un hechizo que nos enseñó Galsum, que era únicamente para casos de emergencia. Era el hechizo “ariyusalama”, el hechizo para matar. Lo utilicé rápidamente, y mientras mi energía fluía a través de mi varita hacia el dragón, me acordé del pueblo gris, que a partir de este momento se volvería blanco. Ya estaba todo hecho. Nuestra aventura había acabado, y mi hermana estaba salvada. Volvimos todos ese mismo día a casa, y nos pusimos muy contentos al ver a nuestros padres. No nos llegaron noticias de Galsum, y seguimos esperando su respuesta.

 

Compartir:
Tweet
No hay comentarios aún ¡Comenta!

Votos

dcf99 partyflipa altair
dcf99, partyflipa, altair han votado este artículo.

Comentarios

No se pueden incorporar más comentarios a este blog.

dcf99 pertenece a:

  • Altair 3º ESO A

    Altair 3º ESO A

Sobre mí

dcf99
dcf99

España Sevilla

Grupo Altair 3º ESO A

Entidad Centro Educativo Altair (Sevilla)

Estadísticas

13.568 visitas

12 comentarios

29 votos

Consulta las estadísticas de mi blog

Últimos articulos del blog

  • Discutí con mi padre

    16/05/2014

  • La diversión no se encuentra dentro de una botella

    23/04/2014

  • 11 M: Un día para olvidar

    13/03/2014

  • Aquel día

    06/03/2014

  • Robo en la mansión

    21/02/2014

Últimos comentarios

  • marcor99 en Discutí con mi padre: Qué buena!!! Sigue escribiendo así de bien, te lo agradecemos!

    19/05/2014

  • altair en Discutí con mi padre: Lo que has escrito ayuda mucho a reflexionar, dc99. ¡¡¡Muchas graci...

    19/05/2014

  • dcf99 en Discutí con mi padre: Muchas gracias. Ya estamos en la recta final y hay que escribir a tope...

    16/05/2014

  • lgd1999 en Discutí con mi padre: Pedazo de reflexión!

    16/05/2014

  • frutaprohibida en La diversión no se encuentra dentro de una botella: que bonito me encanta que bien que haya acabado asi muy buen post!!

    28/04/2014

Artículos que me gustan

  • Lágrimas de rabia - lgd1999
  • ¿Esclavos de la tecnología? - pollo serrano
  • SEAS COMO SEAS, HAGAS LO QUE HAGAS - manu rbb
  • Discutí con mi padre - dcf99
  • El sueño de escribir un libro - pedroj
Ciber Corresponsales La Infancia Opina Plataforma de infancia

Cibercorresponsales es un proyecto de la Plataforma de Infancia, premio Pantallas Amigas a la participación Infantil y adolescente

La Plataforma de Infancia y las organizaciones participantes no comparten necesariamente las opiniones contenidas en los espacios personales de los y las cibercorresponsales.

Nota legal | Contacta | Licencia | ¡Me están molestando!

Con la colaboración de:
Ministerio de derechos sociales y agenda 2030 SIC-Spain Cofinanciado por la Unión Europea

¡Ey! Síguenos también en: