El precio de una vida "low cost"
A veces nuestras acciones son tan rutinarias e instintivas que simplemente no nos percatamos de lo que significan. Simplemente copiamos al resto de la humanidad y no nos planteamos si lo que hacemos es lo verdaderamente correcto y si nos gusta hacerlo. No es fácil ser el divergente, no es fácil ser diferente. Decir que no quieres continuar y apartarte del camino, no es fácil decir que no, pero sí muy necesario.
El pasado domingo volvimos a tener la suerte de ver un programa de Salvados, presentado por Jordi Évole que en esta ocasión se adentraba en los oscuros mantos que protegen a las marcas más cotizadas que pueblan nuestro armario. No son desconocidas y millones de personas contribuimos a que sus ingresos diarios sean astronómicos. Pero, ¿que se esconde tras esa cortina de humo que contiene una simple falda? Si desgranas su contenido algo muy turbio y desagradable.
Todas las marcas parecen escudarse en que su labor es necesaria ya que contribuye al desarrollo económico del país, aumentando sus ingresos y dando un trabajo muy necesario en estas circunstancias a muchas personas que lo necesitan. Pero, ¿de dónde sacan las materias primas? ¿En que condiciones están sus fábricas? ¿Es necesaria la deslocalización?
En Salvados nos presentan en primer lugar a una mujer de 24 años en Phnom Penh o Nom Pen, capital de Camboya. Casi todos los ingresos del país se basan en la producción y exportación de textiles, casi toda su población se dedica a ese trabajo y es un lugar con parajes tan deslumbrantes como estos.

Pero comparemos estas bellas imágenes con las zonas periféricas rurales donde están situadas las fábricas. Las familias que allí viven se han tenido que trasladar desde su pueblo a la ciudad para poder trabajar y mantenerse. Allí abandonan su familia, amigos y todo lo que había formado parte de ellos hasta ahora, dejando a un lado la agricultura para dedicarse a la industria. Viven en casas de tamaño muy reducido y donde deben convivir varias personas. El precio de los alimentos ha subido y apenas pueden compartir nada por la racionalización y escasez de los alimentos. Además de que no tienen suficiente dinero como para muchos dispendios. Es cierto que la vida en un país de esas características no es cara, pero tampoco es gratis y nadie regala nada.

Cuando el programa llega a la ciudad, observa muchos camiones en no demasiadas buenas condiciones trayendo a la gente a trabajar. Las jornadas son largas, de menos de 10 horas es imposible bajar, pero cuando aumenta la demanda se ven obligados a trabajar hasta casi 12 horas sin descanso. Los testimonios de las mujeres (ya que entre un 80%-90% de la plantilla de las fábricas son mujeres) valientes que ya no tienen nada que perder son una prueba irrefutable de lo que las grandes multinacionales pueden hacer a sus trabajadores.
Muchos dicen que si trabajan el mínimo no están demasiado cansadas pero cuando la salida del trabajo se posterga infinitamente, se desmayan o caen rendidas. Sus sueldos son miserables, entre 120-140 euros y se ven sometidas a mucha presión por parte de sus jefes. Les gritan, golpean sus mesas y les presionan para ir más rápido. Solo para cubrir sus necesidades básicas se ven obligadas a trabajar horas extra y también para mandar dinero a sus familias.
Es cierto que la fábrica no parece albergar demasiada suciedad ni peligro de derrumbe, como sucedió en Bangladesh en 2013. Donde cientos de personas perdieron la vida dejando al descubierto el poco corazón de sus jefes y de las empresas.

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/05/01/internacional/1367394044.html
http://elpais.com/elpais/2015/04/21/planeta_futuro/1429615729_279538.html
Ahora han empezado a surgir las huelgas reclamando el dinero recortado y con ellas los primeros sindicatos. Es todo tan paradójico. En pleno siglo XXI todavía hay países con la misma situación que sufrió Europa en el siglo XIX. La revolución llega tarde a muchos sitios y no se propaga con la misma facilidad, ha costado años asentar unos derechos en nuestro país que de cuando en cuando parecen peligrar. Y todavía hay que pelear con uñas y dientes para que muchas veces se cumplan. Ayudemos pues a esos países que aún tienen esa situación a que la solucionen con nuestra propia experiencia y aprendan de nuestros errores. Pero, ¿a alguien verdaderamente le interesa esto?

En este momento muchos países asiáticos y de otras partes del mundo sufren una revolución industrial. Nosotros no lo experimentamos porque se produce en la lejanía y de vez en cuando se cuela algún ruido en un telediario matinal. Se producen guerras civiles en África que desconocemos, abusos que ignoramos, explotaciones de todo tipo que no llegan a nuestros oídos. ¿Será simple casualidad o que los gobernantes y los medios de comunicación prefieren obviar la situación y hacernos creer que la democracia en todos los estados existe?
Cuando uno escucha las noticias, oye como fallecen decenas de personas al día irremediablemente por la codicia de sus gobernantes y amparados por su legislación y las grandes superpotencias. No sé cómo algunos tienen la indecorosidad y desvergüenza para mirar a sus ciudadanos a la cara y pedirles que respeten sus creencias y que vuelvan tranquilamente a sus casas.
Muchos trabajadores ni siquiera saben para quién producen, todo parece mantenerse en secreto. Y cuando se realizan auditorías externas o de la propia empresa para limpiar su imagen lo que antes parecía un infierno se convierte en un paraíso, maquillan el envoltorio para que no veamos la putrefacción que esconden dentro. Los encargados de velar por el bienestar de los trabajadores enviados desde países desarrollados prefieren simplemente reunirse en un hotel que de la impresión de que nada ocurre y pensar como ilusos que ya se encargarán los propios gerentes y dueños de la fábrica de velar por ellos. Prefieren correr un tupido velo, y cuando algunos insisten en ir hasta allí les vigilan para evitar que topen con algo desagradable.
La edad mínima para entrar a trabajar muchas veces es de 15-16 años. Mientras la mayoría de adolescentes, o eso quiero pensar, de por poner un ejemplo nuestro país disfrutan llenando los centros comerciales y comprando por puro capricho y gozo, otros a miles de kilómetros trabajan exhaustos y con lesiones graves para mantener el ritmo de la demanda mundial. La naturaleza sufre por ello, hay ríos del mismo color que la temporada de otoño de unos vaqueros, la atmósfera sufre por tanto gas contaminante y hay cientos de vertederos llenos de objetos inservibles de los que se desprenden los países desarrollados. Hay un tratado que impide enviar objetos inservibles a países en vías de desarrollo, pero lo burlan fácilmente con la excusa de que son de segunda mano. Cuando en la aduana comprueban los envíos piensan ingenuamente que son admirablemente filántropos.

Los talleres que trabajan para las grandes multinacionales se ven contra las cuerdas al tener solo dos opciones: abusar de sus trabajadores o cerrar. Y muchos optan por esa opción para mantener su conciencia limpia sufriendo deudas muy grandes. Tienen ilusión en un proyecto para el que emplean tecnología puntera y mucho esfuerzo, pero hay una línea roja que les permite mantenerse en los humanos y les separa de los salvajes. Dos mujeres cuentan muchas presiones y disgustos para un proyecto que al final han tenido que dar carpetazo por resultar insostenible. Es muy triste ver tus sueños frustrados.
Hay que mirar la procedencia de la ropa que compramos y no aumentar al monstruo innecesariamente. Mucha gente siente orgullo de que una empresa española sea tan reconocida en el exterior, caso de Inditex. Pero¿ nos parece justo que su dueño sea uno de los hombres más ricos del mundo a costa de pagar míseramente a sus trabajadores y presionarles? El descanso y las vacaciones son palabras desconocidas para ello, no entienden la ayuda sin sacrificio, ¿es humano eso?
En los locos años veinte la oferta de productos se incrementó, reduciendo los precios y haciéndolos más asequibles. Pero ya algunas empresas advertían de, ¿qué pasará cuando todo el mundo lo tenga todo? Y decían con la cabeza bien alta que un producto que no se rompía era una desgracia para los negocios. Así que tras producir tejidos tan resistentes como el nailon o ampliar las horas de vida de una bombilla decidieron que sus trabajadores emplearon todo su esfuerzo en destruir algo en el que habían trabajado tanto.
Así es como nación la obsolescencia programada. Hay un documental muy interesante que trara este tema con muchos expertos. Es escandalizador.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/el-documental/documental-comprar-tirar-comprar/1382261/
No se puede tirar la ropa tan a la ligera ni cansarnos de algo al mismo tiempo que lo hemos comprado. Es una barbarie hacer que un tejido tenga más probabilidades de romperse para mantener los ingresos. Producir ilimitadamente en un país limitado es insostenible.

Luego, irónicamente, observamos como los grandes magnates donan su fortuna a causas de pobreza, maltrato o cualquier tipo de ámbito que demuestre su solidaridad mientras sus empleados también pasan mucha necesidad.

Hay empresas más "democratizadas" que otras, pero todas entre ellas se defienden para no poner en evidencia a sus superiores. Y sorprendentemente son los propios trabajadores los que impulsan y animan al consumo para mantener su trabajo. Pero no saben que lo que hacen tiene otro nombre mucho menos adornado y es su ocupación real:explotación.




Comentarios
partysummer - hace más de 9 años
ES-PEC-TA-CU-LAR!!!
spidrmancoy - hace más de 9 años
Uau, qué bien documentado y expresado está tu artículo. Gracias por abrirnos los ojos :)
little infinites - hace más de 9 años
Me alegro mucho de que les haya gustado :)
julialalalasehizoguia - hace más de 9 años
¡Genial! Está muy muy bien documentado, con muuuucha información y datos! No se te ha escapado una! :D
little infinites - hace más de 9 años
Muy agradecida por su comentario. Espero que siga disfrutando.