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Je suis femen

Publicado por little infinites el 18/01/2015 · Categorías: Donde vivo, Derechos de infancia, Solidaridad

Hola a todos, recientemente hemos hablado sobre la libertad de expresión y la forma en la que se trata a las mujeres de algunos países con la horrible práctica de oblación de clítoris con la que pueden morir niñas o incluso bebés desangradas.

Hoy, vamos a hablar sobre cuál ha sido el papel de la mujer en la Edad Media. Debemos decir que siempre se ha interpretado que el personaje de la mujer debía ser infravalorado o perjudicado de alguna forma. Ponerle restricciones para que no pudiese salir de esas ideas inculcadas durante tantos años en la sociedad. Y esa barrera cuesta romperla muchísimos años. El enseñarle a las mujeres que deben luchar por sus derechos, por su propio bien y el bien de las mujeres posteriores, aunque luego podamos encontrar imágenes cómo esta.

Yo voy a ceñirme sólo a su papel en la Edad Media. Empecemos diciendo que la Edad Media comenzó con la caída del Imperiro Romano en el 476 d. C.. En la sociedad Romana la mujer dependía de su padre o marido. Los matrimonios eran acordados por el padre a edades muy jóvenes. La mujer podía poseer bienes  y acudía a la escuela, pero no tenía derecho al voto y sus preocupaciones se reducían a tejer, organizar la casa e hilar.

En Grecia, libertad se encontraba  más retenida. Los matrimonios eran acordados por los padres. No podían acudir a los Juegos Olímpicos o al teatro. Las mujeres ricas apenas salían de sus hogares, aunque las más pobres podían realizar tareas agrícolas o vender productos en el mercado. En Esparta sí podían ir a los Juegos Olímpicos, pero en  ninguna de las sociedades la mujer asistía a la escuela.

Y el no asistir siempre la ha hecho más vulnerable, porque no podía decidir o pensar por sí sola, eso eran ideas ya arraigadas. Pero tampoco podía valerse por sí misma para obtener una cultura más general y al menos ser más consciente de conceptos importantes, no, eso amenazaría el peligro de las tradiciones y del poder de los hombres. Así que las de rentas más bajas se limitaban a trabajar y cuidar de su familia, y las de rentas altas lo mismo pero con una posición más elevada y ayuda a su cargo.

Claro que luego era importante la idea de mantener su virginidad hasta el matrimonio. Si no, podía ser fácilmente rechazada por su marido y para siempre eso arrunaría su vida. Se la descatalogaría, se la marginaría, todos serían crueles con ella porque su marido no había roto ese tejido llamado inem que mancharía las sábanas del día de bodas de ser virgen.

Por eso había personas sospechosas de brujería como el personaje de la Celestina en la obra del mismo nombre por Fernando de Rojas, que se dedicaba a acoger a jóvenes y tejerles ese tejido que casi les garantizaba su nombre y posición de la familia.

¿Qué pasa con los hombres? Ellos podían fácilmente querer desfogarse en cualquier momento, incluso dentro del matrimonio, y eso nadie lo consideraba extraño. (Esta parte también se presenta al comienzo de un libro de Elizabeth Eulberg).

Nadie consideraba extraño que un hombre cualquiere requierese los placeres de una mujer. ¿Qué podía importar que la hiciese daño? Era un hombre.

El que al principio el único placer de la mujeres era trabajar arduamente en condiciones infrahumanos o exhibir su belleza en sociedad, es realmente denigrante.

Más tarde, en el siglo XI-XII, algunas mujeres querían adquirir riqueza cultural, y se lo permitieron, siempre que no se le ocurriera dejar sus tareas.

En las cortes es donde se podía respirar el derecho a una educación exquisita, como la que recibió una mujer que admiro enormemente por su papel que marcó tanto nuestra historia:Isabel I de Castilla.

Isabel recibió una educación excelente debido a que su madre, Isabel de Portugal, en su día con su padre, Juan II de Aragón. Aunque se dice que no era demasiado buena en Latín, era una mujer adelantada a su tiempo, inteligente y que a pesar de su dura vida, fuerte para levantarse en todos los momentos en los que la vida le quitaba sus fuerzas.

Ella consiguió reinar y ser aceptada por su pueblo a pesar de que la hija de su hermano se lo impidió al no haber testamento claro. Ella se casó con un hombre al que amaba, y éste la respetaba hasta tal punto de olvidarse de otras aventuras porque se consideraba afortunado con tenerla a ella. Tuvo sus tropiezos, pero la idea de ser la infiel pronto se le hizo insoportable.

Ella consiguió que la mujer fuese más respetada y tratada como un ser más igualitario, nadie la cría capaz de nada, pero ella fue determinante para la historia. Tanto monta, monta tanto, Isabela como Fernando.

Movió su fe por tierras inexploradas, y confió en alguien que puso fin a este período, Cristóbal Colón.

La admiro profundamente y me parece el mejor ejemplo de una mujer que comenzó a luchar por sus derechos. También se debe a que la serie Isabel ha terminado recientemente conquistando muchas voluntades. (Incluida la mía).

Claro que otras mujeres, como su propia hija Juana no tuvo ni la más remota suerte con un marido mezquino y con las ideas sobre las mujeres muy pocos favorables hacia ella.

Sí, creo que se ha avanzado ampliamente, pero no lo suficiente cómo para arrancar de la mente de muchas personas que no somos mero objetos en el vacío.

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