Las Vueltas de la Vida
Las vueltas de la vida
Las siete se marcaban en el reloj de Matías como finas espinas en su corazón, era hora de partir de dejar todos sus problemas atrás y de correr un tupido velo Matías sabía que no sería fácil ya que había cometido muchos errores. Se puso su mejor traje, el que no tenía las costuras rotas, ni los botones desgastados, antes de salir se miro en el espejo del cajero, recogió sus cartones y puso rumbo a la estación. Con cada minuto de espera su corazón se aceleraba. Por fin llego el tren, Matías se dispuso a entrar el primero aunque no tuviera un rumbo concreto. El traqueteo del tren dejó atrás su pasado, Matías decidió echarse una siesta ya que la noche anterior entre cartones no había sido agradable. En mitad del camino a ninguna parte una mirada lo despertó ,aquella mirada con una sonrisa de oreja a oreja extrañó a Matías ya que en los últimos años nadie le había sonreído, por lo visto la sociedad no veía bien sonreírle a un mendigo, seguido de esa sonrisa los oídos de Matías oyeron un dulce hola que siguió con un “¿que tal?”, Matías pasmado ante esa muestra de respeto no supo que contestar llevaba años sin escuchar ni hablar a nadie. De sus tímidos labios salio un discreto "hola" que continuó con un seco “¿que quieres? “. Entonces aquella mirada que le había sonreído por primera vez en muchos años se apagó, quizás por el despotismo que había surgido de la boca de Matías, cierto era que la chica que se escondía detrás de aquella sonrisa no era muy normal, para los ojos de la sociedad. El tren siguió su marcha en dirección a quien sabe donde. Matías volvía a estar nervioso quizás porque sabía que había obrado mal y otra vez de sus tímidos labios aunque desde el corazón salió un perdón sincero, de repente aquella sonrisa apagada se volvió a encender, los dos entonaron una conversación en el que uno le contaba cómo la vida le había fallado y el otro veía el vaso medio lleno , es decir, dos polos opuestos que se atraían quizás el refrán de que siempre hay un roto para un descosido les quedaba pequeño porque ellos hicieron un vestido. El silbato del tren interrumpió aquello que todavía no tenía nombre. Ya no había más paradas, ya no quedaban excusas para esos dos extraños enamorados. El tiempo se congeló como las manos de Matías en el frió invierno hasta que ella dijo "quieres que paseemos", Matías titubeando dijo un si. Dejaron la estación atrás con los primeros pespuntes del día en el que el sol rompía con aquella oscura noche. Con cada paso que Matías daba un recuerdo suyo se esfumaba como una vieja hoja de invierno dejando paso a la floreada primavera. El camino igual que la estación se iba acabando cuando Matías diviso a un pobre mendigo que dormía en las mismas condiciones que él en la pasada noche. Una lágrima de sus ojos cayó y seguidamente se quitó su abrigo y se lo ofreció a aquel hombre. Entonces los dos se fundieron en un auténtico abrazo como si fueran el presente y el futuro. Un tiempo después los dos enamorados siguieron su paseo. Hasta que llegó el momento en que aquella sonrisa se fue disipando en la claridad del día y unas voces atroces despertaron a Matías. La realidad era bien distinta seguía durmiendo en su cajero con sus cartones y las miradas de desprecio de la sociedad. Matías convencido y sin saber por qué cogió todo su dinero el poco que le quedaba y se dirigió a la estación para comprar un billete de ida y nunca de vuelta, ya que el pasado se olvida, el presente se vive y el futuro es incierto. Antes de abandonar sus cartones y dirigirse a otra parte escribió “al mundo le falta sencillez y le sobra soberbia nadie es libre de nada incluso teniéndolo todo somos vulnerables, en la vida si no superas fracasos nunca tendrás éxitos” El traqueteo del tren volvió a sonar y esta vez de verdad.
Francisco Javier

Imagen: Wikimedia



        
        
      
Comentarios
partyflipa - hace más de 10 años
Chulísimo. Me encanta la idea de centrarse e imaginarse los sueños de una persona sin hogar, de sus ilusiones.
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