Y tú, ¿qué?
Se podría decir que un vaso de agua no pesa nada, ¿verdad? Prueba a sostenerlo con tu mano derecha durante diez minutos, parece que pesa más, ¿eh? Bien, ahora haz lo mismo durante una hora, empieza a dolerte el brazo, ¿lo notas? Llegados a este punto, sostenlo durante un día entero, ¿qué pasa? Sientes que se te va a caer el brazo. Imagina que tienes que soportar ese dolor durante años, no solo en el brazo.
Miles de adolescentes en el mundo sufren esto día a día y lo tienen que llevar en silencio. ¿No crees que se merecen una oportunidad de poder salir de ese pozo oscuro y crecer como persona? Muchos de ellos aguantan palizas por los pasillos del instituto por no ser un clon más, insultos cuando pasean por la calle, risas a sus espaldas al pasar por cualquier lado… ¿Y todo esto por qué? Muchas veces es por ser diferente, pero muchas otras la razón es otra. La autodefensa: adolescentes que se sienten intimidados, desplazados por otro o simplemente tienen miedo de que los demás vean que ellos sean diferentes, al fin y al cabo, miedo. Convierten ese miedo en agresiones hacia los demás, ya pueden ser verbales, físicas o emocionales.
Pero desde mi posición he observado distintos comportamientos por las dos caras de la moneda. Por un lado, los que atacan a los demás: veo como al caminar por el pasillo, en mi propio instituto, muchos chicos de doce o trece años se hacen zancadillas, se escupen o simplemente se gritan e insultan desde una punta del pasillo a otra y les parece divertido. Por el otro lado, los que son atacados: niños pasean cabizbajos y con música en sus oídos para evadirse de este cruel mundo, niñas de doce años se cansan de esta vida y se matan poco a poco por culpa de una simple palabra (“gorda”), niños tapando sus brazos para que nadie vea sus cicatrices a tan temprana edad. ¿De verdad veis esto bien? ¿De verdad os sentís bien matando poco a poco a niños a los que se les ha apagado ese brillo de sus rojos ojos?
Supongo que muchos verán esto normal, incluso pensarán: “Se lo merecen”. Sinceramente, no se pasa bien y nunca llegaréis a poneros en la piel del otro hasta que no lo sufráis. Chicos se levantan sin ganas de un día más, solo con ganas de vomitar y con ojeras que les acompañan desde su primer día de instituto. Noches enteras sin dormir, llorándole con rabia a la almohada, sus brazos llenos de sangre porque no aguantan más.
Y yo pregunto, ¿tan difícil es aceptar a los demás aun siendo diferentes a nosotros?



Comentarios
No se pueden incorporar más comentarios a este blog.