Fuego Fatuo
El cielo nocturno estaba despejado, la luna ausente se reía de todo lo que se encontraba a sus pies, sabía que aquella noche las bestias dominarían la oscuridad. Las estrellas miraban al solitario caminante que con paso cansado, recorría el tramo recto de polvo y arena arrastrando los pies. Era joven, llevaba un zurrón y unas botas que eran testigos de la gran distancia que había recorrido. Decidió quitarse las botas, las ató a su bolsa y siguió mientras levantaba una pequeña nube de polvo que cubría sus pies endurecidos.
En su misma dirección, detrás de él, se dirigía un hombre mayor que, con la espalda encorvada, llevaba a duras penas un bulto a la espalda y un sombrero de esparto. El viajero, apiadándose de la carga del hombre, se ofreció para llevársela un tramo del recorrido. El viejo aceptó. Sin embargo, el ala del sombrero sólo permitía distinguir en la oscuridad una sonrisa agradecida a la que le faltaban un par de dientes. Siguieron los dos andando a la par sin decir una palabra, como si no estuvieran caminando juntos.
De pronto, al final del camino que seguían, junto al horizonte que podían tantear con la mirada, se prendió una luz. Al joven le extrañó, tenía un color verdoso hipnotizante, no podía dejar de mirarlo. Pensó que el farolillo estaría detrás de alguna seda, que le concedía ese color tan extravagante. Cuando se acercaron más a la luz, se percató de que no era un farol, apareció la llama azulada sin nadie que la sujetara, como por arte de magia. Pudo intuir que dentro de la llama se encontraba una silueta humana, casi transparente, oculta por la luz. Era muy bella, como si todas las estrellas se hubieran apagado una insignificancia para dejarla iluminar, el viajero se paró cuando la criatura se cruzó con ellos, admirándola, mientras que esta siguió su camino sin siquiera mirarlos.
El hombre mayor intentó seguir su camino, pero al ver que el compañero que tenía su equipaje no se movía, se detuvo. -Es un fuego fatuo, un ánima perdida. El joven no dejó de mirarlo. -¿Adónde va?
A ningún lugar, va por los caminos descifrando las señales sin rumbo alguno, no tiene destino al que ir ni lugar al que regresar. Sólo le queda seguir su trayecto, pues no pertenece a ninguna parte.
El caminante insistió en saber más sobre el espíritu, así que continuó.
Ten cuidado, cuando un fuego fatuo se sale de la senda, es el único que puede distinguir sus pasos y saber volver. Muchos peregrinos se han perdido atraídos por su luz, aunque, en verdad, ni siquiera veían a estos infelices. No tienen nada con los humanos, saben que estamos ahí, pero ni se molestan en mirarnos. Son la soberbia y la arrogancia, y por ello deben ser admirados; pero por encima de todo no deben encontrarse con otro de los suyos porque su instinto les ordena ser únicos.
Aun habiendo escuchado las advertencias del hombre, el viajero quiso acercarse más, y así lo hizo, le dijo al que había sido su acompañante que le guardara sus pertenencias un rato y, descalzo, cambió su rumbo para seguir el haz verdoso que había impregnado sus sueños. Escucho la voz a su espalda: No deberías seguirlo, estos monstruos sólo te pueden llevar a la perdición, su ego les impide ver la verdad. Si te ves implicado, no tienes posibilidad de salir vivo . Pero no le prestó atención, incluso se ofendió. ¿Cómo podía ese vejestorio juzgar a tan magnifico ser? La curiosidad había sanado su cansancio y su dolor de pies, el caminante se dijo que vería dónde se perdía la llama y al rato volvería con una anécdota que contar en el siguiente pueblo al que fuera.
Así el fuego fatuo atrajo al viajero y lo llevó por su camino hasta que se dirigió a la oscura linde, bordeada por la espesura de matorrales y arbustos. Lo siguió incluso cuando se internó en el bosque, cuando todas las ramas le arañaban y sus pies se pinchaban con las raíces de los árboles y la maleza, pero no sentía dolor, su ensimismamiento en la criatura lo habían desentendido del mundo humano.
Cuando llegó a un rellano rodeado de sauces, la luz frenó, pudiendo notar su inquietud. No se imaginó que podría tener miedo su divinizado ente, hasta que vio el reflejo de otro lucero acercándose. Existía otra luz. Su corazón comenzó a palpitar fuertemente, le dolía la cabeza, sudaba demasiado, como si su cuerpo entero le estuviese transmitiendo que debía huir. Los dos fuegos se encontraron, como si la confusión se hubiese apoderado de todo. Entonces, cambiaron de forma: al que el chico había seguido, se transformó en un zorro de pelaje rojizo, mientras el otro mutó en un magnífico perro de caza. Y se desencadenó una pelea entre las fieras, que al viajero le pareció una batalla entre poderes sobrenaturales. Los dos se atacaban, mordían, arañaban, dirigidos al cuello del otro, buscando el sabor de la sangre. El joven no lo comprendió hasta que el can cayó inerte en la tierra, y poco a poco fue perdiendo su brillo, su forma, hasta volverse polvo que el viento nocturno se llevó, como si nunca hubiese existido.
Volvió a oír las palabras del anciano en su cabeza, aquello de lo que su cuerpo le advertía y él no había hecho caso. La desesperación lo inundó, dejándole sin respiración, como si estuviese sumergido en agua salada, y no se le tuviese permitido cerrar los ojos. Y entonces le miró. El zorro se había dado la vuelta, examinándolo con los ojos amarillos cubiertos por arrogancia, el cuerpo del caminante ya había consumido todas sus fuerzas y el animal lo transformó en su presa en un instante. Era demasiado tarde.
Ceca de allí caminaba un anciano, llevaba un gran bulto a la espalda de donde se podían distinguir un par de botas atadas por fuera. Mientras se perdía por el horizonte, dejando una pequeña nube de polvo recitaba en voz baja:
Por las sendas oscuras me perderé,
donde los caminos terminan y los ríos se secan,
en la noche donde la luna recita ausente
aguardan los fuegos fatuos a mi llegada.
Dejadme salir de este laberinto
entre vuestras garras y la sangre derramada,
si me otorgáis la salida, os declaro
que yo guardaré vuestro secreto.



Comentarios
airunosa - hace más de 10 años
Simplemente precioso
atenea - hace más de 10 años
Mosta... Es una composición magnífica. Es preciosa, me ha cautivado. Admiro cómo ha evolucionado tu escritura... Es increíble.
No se pueden incorporar más comentarios a este blog.